Por Matías Vitali
El dúo Cohn-Duprat regresa a la pantalla grande con Homo Argentum, un largometraje compuesto por 16 cortometrajes, todos protagonizados por Guillermo Francella. La propuesta, con una realización cuidada, se plantea como una radiografía del “gen argentino” y dispara preguntas: ¿Qué nos hace argentinos? ¿Cómo somos los argentinos? Según la película, la respuesta es poco alentadora.
La tan mentada “viveza criolla” se despliega en 16 relatos que nos retratan como ambiciosos, desmedidos, corruptos, orgullosos, perversos, ladrones y fanfarrones. Rasgos negativos que, no obstante, conviven con cierto sentido del humor y una dosis de humanidad que nos vuelve “terribles, pero no tan terribles”. Básicamente, la descripción del ser humano en general. Lo que nos hace específicamente argentinos, al menos para mí, no queda del todo claro en este proyecto.
De las 16 historias, algunas resultan muy logradas, entretenidas y con un vuelo interesante si se las observa como cortometrajes independientes. Otras, en cambio, se sienten irrelevantes, sin el peso dramático ni la consistencia que requiere un buen corto. Parecen más bien “descartes” que terminaron incluidos para completar el conjunto. Algo curioso es que cada pieza, tomada por separado, está bien planteada y muy bien actuada, pero en el total no logran redondear una idea unificadora.
El ejemplo más recordado de este formato episódico es, tal vez, la magistral Relatos salvajes de Damián Szifron: historias que funcionan por sí mismas, pero que dialogan entre sí y suman a un concepto general. En Homo Argentum, en cambio, si no fuera por el título, costaría encontrar un hilo que vincule a esos personajes. Tampoco hay una progresión narrativa clara: el orden elegido para presentar los cortos resulta anticlimático. Al final, la sensación es la de haber visto 16 cortometrajes sueltos y no una película. Podría uno haberse ido a mitad de función —o llegado una hora tarde— sin que la experiencia cambiara demasiado. Quizás esto sea intencional o, incluso, un reflejo de cómo consumimos ficción hoy, en la era digital. Entre los relatos más logrados, destaco el del trabajador de seguridad, el del ascensor y el del juguete de Miami.
Francella es el indiscutido motor de la película. Cuando el guion pierde brillo, él recurre a su arsenal interpretativo para darle vida a cada personaje. Hace tiempo que demostró ser un actor sólido, aunque pareciera que aún hay quienes lo ponen a prueba. En este caso, opta por ir a lo seguro, y le funciona: por momentos está divertido, ágil y dinámico. Sin embargo, su omnipresencia llega a saturar. El exceso de planos centrados en él vuelve repetitivo el recurso, y la película respira recién cuando se le da más espacio a los demás personajes. Mención especial merece el trabajo de caracterización, maquillaje, peinado y vestuario, que complementa de forma impecable su actuación.
En definitiva, Homo Argentum es una comedia episódica, familiar, con cierto espíritu crítico y un buen ritmo general. Alterna aciertos y altibajos, pero ofrece escenas graciosas y absurdas muy logradas. Expone —con un sesgo discutible— algunas de nuestras miserias humanas (más que argentinas), y logra entretener durante buena parte de su metraje.
