Por David Ibarra
El último fin de semana tuve la oportunidad de ver “Quien sea llega tarde” en el Teatro Picadero con las actuaciones de Lucía Adúriz y Nayla Pose. Desde el primer momento, la obra me atrapó con su atmósfera inquietante: un espacio distópico, casi asfixiante, donde la rutina parece no tener fin y el tiempo se desdibuja.
Escrita por Eusebio Calonge y dirigida con maestría por Paco de La Zaranda, la propuesta me
resultó tan oscura como luminosa. Oscura, porque refleja un mundo en decadencia, donde el
trabajo y el conformismo se vuelven cadenas invisibles; y luminosa, porque entre tanta opresión
aparecen chispazos de imaginación y humanidad que devuelven esperanza.
Las protagonistas encarnan a dos trabajadoras que parecen haber sido olvidadas por el sistema,
atrapadas en algún recóndito despacho ministerial. Sobreviven en condiciones precarias: sin paga
salarial, con el agua cortada, sin comida y hasta sin pilas para la radio. Esa cotidianeidad miserable
y opresiva potencia la crítica a un capitalismo salvaje que devora vidas mientras mantiene en pie
una estructura absurda y decadente.
En este contexto aparece la noción de un “apagón simbólico de Occidente”, que no alude a un
corte de luz literal, sino al colapso espiritual y cultural de una sociedad occidental que se apaga
por dentro. Un mundo sin rumbo ni ideales, que ha perdido su brillo y deja a las personas en una
oscuridad existencial donde solo queda la imaginación como refugio.
La escenografía, el vestuario y la iluminación acompañan a la perfección este clima: grises,
sombríos, sin concesiones, logrando recrear un ambiente laboral tan deprimente como
reconocible. Y es justamente en ese contexto que las interpretaciones de Adúriz y Pose se vuelven
esenciales: ambas logran transmitir la fragilidad y la fuerza de sus personajes con una intensidad
conmovedora.
Salí del teatro con la sensación de haber visto algo más que una obra: fue un espejo incómodo y
necesario. Me hizo reflexionar sobre cómo el capitalismo salvaje y la enajenación laboral se cuelan
en nuestra vida diaria. Esa enajenación no se reduce al simple cansancio de trabajar, sino a la
pérdida de sentido y de humanidad frente a un sistema que convierte a las personas en
engranajes olvidados. Tal como muestran las protagonistas, atrapadas sin paga salarial, sin agua ni
comida, la alienación laboral significa quedar desconectadas de lo vital y de lo simbólico: no solo
carecen de lo básico para vivir, sino que también son privadas de voz, de propósito y de futuro. En
ese contexto, la imaginación aparece como el único refugio, como acto de resistencia y de
rebeldía.
En definitiva, Quien sea llega tarde es una experiencia teatral que incomoda, pero también abraza.
Una obra que duele, que sacude, y que invita a preguntarnos si nosotros también llegamos tarde a
nuestra propia vida.
“QUIEN SEA LLEGA TARDE”, de EUSEBIO CALONGE, dirección de PACO DE LA ZARANDA, con las actuaciones de LUCÍA ADÚRIZ y NAYLA POSE y producción de SEBASTIÁN BLUTRACH.
Teatro Picadero Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857
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