CINE: Crítica de «AQUAMAN»


Por Guido Rusconi


Ya no es noticia que hacia fines del 2018 nos encontramos en plena saturación del subgénero de películas de superhéroes. Pasados diez años de Iron Man, obra que iniciara el universo cinematográfico de Marvel (y con él una industria billonaria), tanto esta empresa como su rival, DC Comics, intentan mantenerse relevantes con distintos resultados. A DC, por desgracia, le ha tocado ser la gran derrotada de esta competencia implícita entre sus personajes, ya que la mayoría de las películas de su universo compartido han tenido malas críticas, pese a ser éxitos de taquilla (aunque eso no debería sorprender tanto). Recién en 2017 levantaron un poco la puntería con Wonder Woman, para después volver dos pasos atrás con Justice League.

Llegado el 2018 nos encontramos con la sexta entrega del universo extendido de DC con Aquaman. Debemos olvidarnos en este caso de todo lo que creemos saber sobre el héroe subacuático, ya que esa imagen pulcra y rubia que nos mostraba los dibujos animados de la década de los 60 está muy alejada de lo que es el enorme Jason Momoa, quien interpreta el papel protagónico. Si bien Momoa había hecho su primera aparición como Aquaman en Justice League, lejos estuvo de ser uno de los personajes más importantes dentro de ese gran ensamble que incluía a Batman y Superman, por lo que es realmente en esta película donde demuestra todo su potencial y aptitud para encarnar al superhéroe.

Aquaman nos cuenta la historia de Arthur Curry, quien es fruto de una relación clandestina entre la reina de Atlantis (interpretada por Nicole Kidman) y un ser humano. Producto de esta ascendencia real es que Arthur es el legítimo heredero al trono de Atlantis, pero su medio hermano Orm (Patrick Wilson) le disputará ese lugar apoyándose en el hecho de que él es de ascendencia pura, dado que sus dos padres (por medio de un matrimonio arreglado) son los reyes. En un principio, cuando Arthur se entera de que debe interceder en un posible conflicto venidero entre humanos y atlántidos por ser la prueba viviente de que puede haber paz en ambos mundos, éste es reticente ante la idea. Sin embargo, con la ayuda de Mera (Amber Heard) irá cambiando de opinión, a lo que se le suma la búsqueda del tridente del rey Atlan, arma que le dará el poder y la autoridad indiscutible para regir Atlantis como el legítimo líder.

Las interpretaciones de los personajes principales son correctas, en particular la de Jason Momoa, quien con su enorme porte físico y carisma natural hace de Arthur un héroe rápidamente querible. También se destaca Willem Dafoe, quien se pone en la piel de Vulko, maestro y hombre de confianza de Aquaman, una suerte de figura paterna atlántida. Por otro lado, los villanos son algo acartonados y no parecen seguir objetivos muy originales más que el poder y la venganza. Quizás esa sea la principal falla de Aquaman: la falta de originalidad. Es el clásico camino del héroe, visto hasta el hartazgo en películas tanto de superhéroes como de cualquier otro tipo, donde un individuo tiene que superar una cierta cantidad de obstáculos para alcanzar su objetivo de dar toda su capacidad como el héroe que es. Es cierto que por lo general no se esperan tramas demasiado complejas en este tipo de películas (y cuando es así se las acusa de pretenciosas), pero en un punto se tornan algo predecibles, aunque no por eso dejan de ser entretenidas.

El filme cuenta con un apartado visual que explota por todas partes, no alcanza la vista para asimilar todo el CGI que se está desarrollando en pantalla. Para algunas personas quizás esto resulte atractivo, pero el exceso es tal que dudamos de si acaso algo de lo que estamos viendo realmente está ahí. Y para ser 2018, cabe decir que no todos los efectos especiales se ven del todo bien. Algunas criaturas marinas parecen haber sido animadas con menos presupuesto o atención, pues se le notan mucho los hilos. Nobleza obliga, es necesario señalar que una secuencia en particular en la que Aquaman y Mera deben adentrarse en una zona en la que reina la oscuridad está animada excelentemente. La producción tampoco escatimó en locaciones, ya que en los 143 minutos de duración recorremos bastantes lugares, incluyendo el desierto del Sahara (donde el soundtrack elige dar play a una extrañísima versión de “Africa” de Toto) y a la ciudad italiana de Sicilia, que sirven un poco como excusa para desarrollar la relación entre Aquaman y su interés romántico.

En cuanto al tono de la película, se aleja de la oscuridad y solemnidad que caracterizaba las primeras entregas de la franquicia DC, como Man of steel o Batman V Superman. El humor es muy frecuente en Aquaman, llegando a puntos a veces un tanto forzados. Algunos gags y referencias funcionan bien, pero no hay que olvidar que DC está intentando conseguir la fórmula del éxito, la cual le ha sido esquiva y que pareciera estar en manos exclusivas de Marvel. En esto habría que detenerse: DC quiere ser Marvel, y se nota. De un momento para otro, algunas cuestiones típicas del universo Marvel, como el humor constante o las escenas post-créditos fueron insertadas en las distintas películas de DC con la intención de contentar al público, para llegar a la conclusión que quizás el problema estaba realmente en los guiones y la dirección. En cuanto a ese aspecto, la dirección de James Wan (más conocido por dirigir películas de terror) es mucho más frenética y colorida que la acostumbrada en las otras cinco películas de este universo cinematográfico. Las escenas en Atlantis tienen una belleza innegable y las secuencias de acción están bien dirigidas, no confundiendo al espectador en ningún momento.

Es posible que Aquaman represente un viraje en el tono general del universo DC que hace años viene -y perdón por el chiste obvio- de capa caída. Sería bueno también que este tipo de películas vayan haciéndose más breves con el transcurrir del tiempo, ya que este festival de luces y sonido llega casi a las dos horas y media, lo que puede resultar en posibles dolores de ojos o cabeza. Al tratar de abarcar mucho sobre la historia de un personaje, las películas de superhéroes se extienden demasiado cuando podrían ignorar gran parte de las subtramas y al fin y al cabo tener un producto igual o mejor. Solamente queda ver qué le depara a este género tan explotado, y si acaso hay lugar para los amigos de la justicia en él.

6 de 10


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