CINE: Crítica de «El jardín de la clase media» POR UNA CABEZA


Por Maximiliano Curcio


“El jardín de la clase media” es un thriller político escrito y dirigido por Ezequiel Inzaghi y basado en la novela homónima que Julio Pirrera Quiroga publicara en el año 2004. En tiempos de elecciones legislativas en Argentina, un oscuro caso de venganza en clave mafiosa sale a la luz para confirmar que hay ciertas ocasiones en donde el reflejo de hechos ficcionados en la realidad no es pura coincidencia. La corrupción ha manchado la vida política argentina por décadas y aún dentro de su marco ficticio, hay mucho de actualidad palpable en la historia, con la que el espectador empatizará.

Con un elenco integrado por figuras como Eugenia Tobal, Luciano Cáceres, Esteban Meloni, Ludovico Di Santo, Roly Serrano, Leonor Manso, Enrique Liporace, Jorge Martinez y Lalo Mir, la película integró el último Festival Internacional de Cine de Punta del Este. Un hallazgo macabro es el punto de partida para la historia: el cadáver de una joven decapitada aparece en misteriosamente en la casa de uno de los candidatos a diputado nacional, un ascendente político protegido de los altos mandos de poder.

Intentando descifrar tal mensaje mafioso, así como la verdadera identidad de la mujer masacrada, “El Jardín de la clase media” nos ofrecerá un sangriento recorrido a través del mundo del crimen organizado, profundizando acerca de las relaciones de poder que se tejen en las cumbres políticas. Cada personaje ocupa un rol de mando dentro de este juego particular en dónde el precio a la ambición se paga caro. En la escala de poder, como en los más contaminados escenarios políticos, triunfan los indemnes al castigo en un ámbito donde las reglas las pone la mafia, esto está claro.

Con los desafíos que siempre implica una transposición cinematográfica, el director Ezequiel Inzaghi se mantiene fiel al espíritu de la novela original, no obstante realizando algunos cambios en su adaptación. Julio Pirrera Quiroga se ha mostrado como un autor literario muy confiable a la hora de retratar los ámbitos políticos y claramente su novela posee el atractivo que este tipo de historias requieren: una trama atrapante y personajes absolutamente ambiguos. Si bien la novela fue escrita hace más de una década, su adaptación actual ha sido llevada a cabo omitiendo algunas referencias más explícitas a los años ’90, no obstante sin perder autenticidad ni relevancia. Gracias a ello, el director logra captar la esencia del relato para potenciar una trama de corrupción de la que nadie está a salvo.

La fotografía recrea con preciosismo los climas lúgubres y sombríos de este thriller, en donde el aspecto estético favorece la creación de la atmósfera apropiada que siempre esperamos para este tipo de historias. Con marcas de estilo del thriller político mainstream hollywoodense, Inzaghi ejerce un gran dominio de los rubros técnicos para crear un producto estilizado desde lo visual. Como todo buen exponente de suspenso, debe saber manejar el nivel y la cantidad de información que otorga al espectador, a manera de jugar a su favor con el factor sorpresa y el desconcierto sobre el desenlace de los sucesos. En este sentido, el film dosifica de forma irregular lo evidenciado en un ejercicio de instar al público a descubrir qué se muestra y qué se oculta, aspecto que resulta vital en este tipo de propuestas.

Con más de una reminiscencia a la muy lograda miniserie “El Lobista” (delineación de personajes, esquemas narrativos, situaciones clave), el film construye su identidad enmarcando una temática conocida por todos: la corrupción política es un tema que nos atraviesa como sociedad y que lamentablemente retorna de forma reiterada, una y otra vez, a jugar sus cartas en las impunes mesas de juego del poder. Resiente al potencial que pudo haber alcanzado esta película su recurrencia a echar mano a más de un cliché a la hora de delinear a protagonistas y antagonistas de turno, pese a los intérpretes de renombre que integran el reparto.

Las dobles caras que evidencian los protagonistas de la historia los convierten en personajes sobre los que uno acabará por desconfiar. Aquí reside una tensión dramática que se ampara en las varias líneas narrativas que abre el relato, nutriéndose del lugar de exposición al que sitúa a los personajes títeres del entramado víctimas de las altas esferas: al desnudar los mecanismos de poder los coloca en un lugar frágil, vulnerable y fuera del propio control, regido por los villanos de turno. El espectador será partícipe de sus hechos y juzgará las conductas éticamente comprometedoras de cada uno de ellos.

Un final abrupto y torpe estropea parte del buen clima construido hasta entonces, de todas maneras “El Jardín de la Clase Media” conserva la buena intención de explorar un cine de género con gran tradición. Por otra parte, siempre resulta seductor transitar estos caminos, donde la ley del más fuerte (o del más sucio) prima exenta de culpas.

4 de 10


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