CINE: Crítica de «Guava Island» con Donald Glover y Rihanna

Por Guido Rusconi

El multifacético Donald Glover (también conocido por su alter ego musical Childish Gambino) ha demostrado en los últimos años que puede hacer cualquier cosa que se proponga y probablemente le saldrá bien. Guava Island, una mini película de menos de una hora producida por los estudios Amazon, es una prueba más de esto. Sin embargo, Glover no está solo, ya que a su lado tiene a Hiro Murai, a quien conoce bien por su trabajo en la excelente serie de FX Atlanta, la cual protagoniza. Con la ayuda de Murai en la dirección y su hermano Stephen Glover en el guión, dieron vida a una pequeña historia potente y entrañable en partes iguales.

El largometraje cuenta, en un principio animado con un estilo que instantáneamente transmite una sensación alegre y tropical, la vida de la isla Guava, un lugar ficticio y paradisíaco que en tiempos remotos era poseedor de un gusano que producía una seda imposible de conseguir en cualquier otra parte del mundo. Y si bien la paz reinaba en esta isla, pronto sería interrumpida por los villanos modernos: la industrialización y el capitalismo.

Pasando entonces de la vida general de la isla a cuestiones más particulares, la película trata sobre Demi Maroon (Glover), un músico de espíritu libre que se ve obligado a tomar empleos que no le gustan porque quienes mandan en la isla lo hacen de manera un tanto dictatorial. Todo está dirigido por el magnánimo Red, quien no deja que sus trabajadores textiles se tomen ni siquiera un día libre a la semana y es quien controla todos los recursos de la locación. Junto a su novia Kofi (interpretada por Rihanna), Deni intentará librarse de esta opresión a través de la música y de la organización de un festival que llevará alegría al pueblo, uniendo a todas las personas a través de sus canciones.

Lo primero que salta a la vista de esta película (o mejor dicho, al oído), es que la música funciona como un carril por el que se desplaza toda la historia. Por momentos la fotografía y los planos elegidos por Murai parecen salidos de un videoclip musical, e incluso hay una referencia directa a This is America, la popular canción de Childish Gambino que en Guava Island tiene una reproducción casi literal. Este es solamente uno de los varios momentos musicales del film, utilizados en parte como artificio para que la trama avance, pero también para que su protagonista luzca sus innegables aptitudes como cantante. Por otro lado, una de las críticas que no pueden pasarse por alto es que a su co-protagonista se le da un trato casi opuesto: llama la atención que se desaproveche tanto la presencia de una estrella como lo es Rihanna, ya que la participación de su personaje en la historia es más que discreta y su agencia en el desarrollo de las acciones es casi nula.

Al ver Guava Island, es imposible no maravillarse ante los paisajes en los que la película fue filmada. Estos lugares, donde la arena blanca se cruza con el más cristalino de los mares, pertenecen al otrora representante caribeño del comunismo, es decir Cuba. No resulta extraño entonces que trate a grandes rasgos sobre un pueblo que intenta librarse del yugo asfixiante del capitalismo, que los encierra en una isla que comúnmente se consideraría como paradigma de la libertad. Se deja entrever también cierta influencia de la película brasilera Ciudad de Dios, aunque no tan anclada a la tradición realista y políticamente menos audaz. Pero considerando que es una producción norteamericana, por contraste es mucho más subversiva que cualquier cosa que pueda ofrecer Hollywood en la actualidad.

Pero sin duda lo más destacable de la creación de Glover y compañía es la construcción de su pequeño universo. La isla que da nombre a la película parece no pertenecer a ninguna época ni ningún continente, sino que da la sensación de estar ubicada en un pasado mítico, alejado de todo lo vertiginoso que puede tener la vida moderna a la que estamos acostumbrados el resto de los humanos. También se da una suerte de plurilingüismo que oscila entre el inglés y un español algo rústico pero que transmite el esfuerzo de no anclar a la isla a ninguna nacionalidad en particular. Guava es un micromundo en sí mismo donde las leyes no rigen de igual manera que en ninguna otra sociedad.

Rodada en secreto y proyectada en el festival de Coachella previo a la presentación de Childish Gambino, Guava Island es una película que podría pasar por minimalista, ya que intenta contar la historia de alguien que busca ser libre, cantando en el proceso. Pero solo con escarbar un poco, se encontrarán varios tópicos abordados que van desde como podemos cuestionar y cambiar las pequeñas cosas que traen desdicha a nuestra vida, hasta el poder que pueden tener las rebeliones populares, por mínimas que sean. Los 55 minutos que la componen parecen ser faltos de ambición, pero a fin de cuentas son más que suficiente para llamar a la reflexión y por qué no, también despertar alguna que otra sonrisa genuina.

7 de 10


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