CINE: Crítica de “POR GRACIA DE DIOS” – Sus secretos nos condenan.

Por Lucas Manuel Rodríguez


El más reciente drama del director y guionista François Ozon, con capital franco-belga, se basa en los crímenes de acto sexual por parte del sacerdote francés Bernard Preynat, quien fue expulsado del estado clerical por el Tribunal eclesiástico el pasado 4 de julio: meses después de los estrenos mundiales de este film en febrero y en los países de Bélgica, Berlín y Francia.

En esta ocasión se toma el punto de vista de las víctimas -ya venidas en edad adulta- con sus diferentes clases sociales, estilos de vida y vínculos con sus parientes, cuyas discrepancias respecto a la divulgación o el silencio de los actos de Preynat son reflejadas con claridad en el transcurrir de la película. Comenzando con los testimonios de Alexandre Guérin, el primer vocero de un grupo que será presentado paulatinamente, que fueron eludidos por las principales instituciones legales y los medios gráficos locales de la ciudad de Lyon.

Si hablamos de los aspectos artísticos de ‘Por Gracia de Dios’, tenemos una puesta en escena muy meticulosa con simbolismos religiosos contrapuestos a los intereses y las necesidades de los sujetos abusados por el padre católico –etiquetado y protegido por su propia iglesia como un ser “pedosexual”-, como así también dispone una distinguida dirección de actores; destacamos en este punto a Denis Ménochet en el rol de François Debord. A Ménochet muchos lo conocemos por la primera secuencia de ‘Bastardos Sin Gloria’, es el francés que recibe a Hans Landa en su hogar mientras refugia a Shosanna Dreyfus y su familia en el sótano.

No obstante, pese a su enriquecedor discurso a modo de denuncia, la nueva obra de Ozon padece por momentos de una narrativa lineal que poco ayuda en su ritmo y continuidad total. La primera media hora invierte demasiado en los diálogos de Guérin para identificar a Bernard Preynat como el claro antagonista del film. Queda claro que esto se debe a una necesidad autoimpuesta por el director para dejar en claro que la primera víctima en hablar estuvo muy lejos de ser atendida por las autoridades, pero aún así atenta contra una posible elegancia de señalar al mal y su banalización. Dicho de otro modo, y lejos de representar las intenciones del realizador, terminan por repetirnos explícitamente la premisa de la película, al borde de rozar con el agotamiento informativo de la misma.

Su principal pecado, de a ratos, es su pérdida de la sutileza, incluso en términos de puesta: cuando vemos al arzobispo en su dormitorio, de fondo está colgada en la pared la portada del cómic ‘Tintin en el Congo’, considerado un relato extremadamente colono y racista por el trato que tiene el protagonista con miembros de la tribu Babaorum; por otro lado, cuando el equipo protagónico comienza a ser escuchado en una sala de prensa, vemos allí un poster de la película ‘Spotlight’, cuya temática es similar a la de esta con la particular diferencia de que parte desde una focalización periodística.

Son detalles menores, aunque un tanto notables, que amortiguan los valores cinematográficos del montaje de la nueva entrega de François Ozon, pero que tampoco están cerca de inhibirla como material didáctico que da cuenta sobre cómo son desplazados ciertos conflictos ritualizados en todas las sociedades y silenciados por el mero hecho de ser catalogados como “temas tabú”.

7 de 10



Articulos recientes

Tambien te puede interesar

Leave a reply

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí