CINE: Crítica de “PUNTO MUERTO” – Extraños en una habitación vertiginosa.

Por Lucas Manuel Rodriguez

En el más reciente film de Daniel de la Vega, Osmar Núñez (el abogado de Oscar Martínez en ‘Relatos Salvajes’) encarna al novelista detectivesco Luis Peñafiel, quien está de visita en un hotel para presentar su posible última obra: ‘Punto Muerto’, con la cual se convertiría en el primer autor literario en resolver el dilema narrativo de componer una explicación verosímil ante el concepto de una “habitación cerrada”. Durante su estancia, entablará una relación amistosa con su premiado discípulo Gregorio Lupus (Rodrigo Guirao Díaz) y padecerá de roces incómodos con su enemigo intelectual, el crítico de literatura Edgar Dupuin (Luciano Cáceres).

Desde el vamos, Peñafiel se destaca como una anti-parodia de la figura de Sir Arthur Conan Doyle. A diferencia de este, él sí se auto representa con su dispositivo heroico en vez de hacerlo con su “sancho”. El equivalente a Sherlock Holmes vendría a ser su Boris Domenech, un detective ciego a causa de una progresiva diabetes. De sentidos deteriorados, pero también de razonamientos filosos, el personaje ficticio -proveniente de esta ficción- dedica su vida a resolver misterios con pinceladas del “whodunnit” clásico de Agatha Christie y los rasgos satánicos de la escritura de Edgar Allan Poe. En este sentido, de la Vega se da el lujo de agregar coqueteos dirigidos a Stephen King, con una habitación 217 directamente reminiscente a la novela ‘El Resplandor’.

‘Punto Muerto’ no se reduce a elaborar un lenguaje cifrado a partir de referentes literarios, lo hace además con datos de interés cultural y social vinculados a las vidas personales de los mencionados autores. Probablemente el más destacado sea el de otorgarle a Luis Peñafiel una desventura íntima similar a la famosa “fuga lúcida” de Christie, solo que con el añadido de un elemento más trágico y particularmente sanguinario.

Las alusiones (que no son indispensables para el entendimiento instantáneo y el goce de la película) también son fílmicas. No está por nada el motivo de que agradezcan a autores del policial negro como Raymond Chandler y Dashiell Hammett, y a realizadores británicos del audiovisual, en especial a Alfred Hitchcock y Steven Moffat. Los primeros minutos son un amague al argumento de ‘Extraños en un tren’ (1951), y las expectativas de los seguidores de Conan Doyle se van a frustrar con tergiversaciones al mejor estilo de la serie ‘Sherlock’ (2010-¿?) de la BBC, incluso hay una modificación en el título que dio a luz a Holmes, con “Mortaja en Escarlata”, el primer éxito de Peñafiel.

A Daniel de la Vega se le atribuyen tres dimensiones del film: el libro, el encuadre y la dirección. Desde este espacio, lo mejor que podemos decirles es que cumple con su cometido de brindarnos un final sorprendente, aunque verosímil a medias. No entraremos en especificidades, pero esto es un cumplido superlativo de nuestra parte. Hitchcock siempre identificó dos enemigos personales, los demandantes del realismo y (sobre todo) los verosimilistas. Que el rival del protagonista se distinga por su afán por aquello que es “similar a la verdad” es fundamento de sobra; que su apellido sea Dupuin (parecido al detective de Poe que Sherlock Holmes ningunea), y que la única protagonista femenina se llame Irene, como la única mujer que enamoró al detective asesor más famoso de todos los tiempos, son nuestro punto de llegada para recomendarla a cualquier amante del género aludido (y sus variantes), y con mayor énfasis si saben apreciar ese ejercicio que hizo Damián Szifrón con “Fin de semana de descanso” en ‘Los Simuladores’; eso sí, no esperen nada colorido.

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