CINE: Crítica de «RAMBO: LAST BLOOD»

Por Damián Aspeleiter


Silvester Stallone  se encuentra en su ciclo de despedida de grandes personajes en el cual ya ha dejado atrás Rocky, solo por un  momento, hasta que se reactivó el negocio, y ahora le toca a Rambo.

Rambo es un personaje que creíamos haber visto despedirse en aquella oda a la sangre, las tripas y la violencia innecesaria que fue John Rambo (John Rambo, 2008) en la cual el héroe debe enfrentar a un grupo paramilitar de Myanmar que ha secuestrado a un grupo de evangelistas que ido a apoyar y educar al pueblo de una aldea que vive aterrorizado por el ejército. En aquella película Rambo nos da un pequeño adelanto del racismo y desprecio por los oprimidos que luego exhibirá en la película  de la cual hoy nos toca hablar porque a John no  le molesta la violencia y la violación constante de los aldeanos hasta que atacan a un grupo de blancos anglosajones y protestantes.

La película debe haber sido una aberración para Donald Trump, por lo menos hasta que Rambo decide volar por los aires a los paramilitares y hacer justicia en nombre de la democracia, las buenas costumbres y el estilo de vida americano y salvar a los blancos americanos amenazados por los tercermundistas. A excepción de la primera película del ex boina verde los guionistas siempre tuvieron el buen gusto de poner a Rambo a matar gente con la piel más oscura lejos de Estados Unidos. Porque el atrevimiento de hacer que un ex combatiente mate rednecks a diestra y siniestra es algo que Ted Kotcheff pago  debiendo trabajar en producciones menores porque Rambo (Rambo, First Blood, 1982) en su momento fue una afrenta a la moral estadounidense porque criticaba la forma en que se ensalza al soldado cuando se lo debe enviar a pelear lejos de casa y como se avergüenzan e insultan cuando debe volver derrotado y destruido psicológicamente.

Al final de la cuarta película,  en la cual Rambo hacia explotar a asiáticos como si fueran bolsitas de kétchup, John decide buscar la paz volviendo a su casa en Nuevo México, en lo que era un final digno para la larga carrera batallas y  sufrimiento del héroe. Pero bueno debemos decir que fue un error pensar que aquella fue la última vez que veíamos a Rambo porque los héroes son una alcancía que cada tanto los actores y productores pueden usar  como reserva para las malas épocas por lo que inexplicablemente y una vez más innecesariamente Stallone decidió recurrir a una de sus viejas glorias para poner en marcha la maquinaria comercial, ya lo había hecho con Rocky Balboa pero a diferencia de balboa que podía tener una dosis de dignidad y algo de tela para cortar Rambo ya era un personaje agotado antes de la cuarta película de la saga.

En Last Blood, Stallone, que escribió el guión junto a  Mathew Cirulnik, decide mostrarnos a un Rambo sano, que ya no escucha zumbidos, que toma la medicación contra las secuelas psíquicas que le dejo la guerra, que ya no alucina y que de alguna manera encontró la felicidad en su hogar. Rambo en esta película es un buen tipo, solidario y dispuesto a ayudar a las personas de color blanco que se encuentran en problema, lo que resalta el racismo contra los asiáticos sometidos por los paramilitares en la película anterior. Este nuevo Rambo ha construido una familia con una amiga  María (Adriana Barraza) que vive en su rancho cumple la función de hermana y su hija adoptiva Gabriela (Yvette Monreal). Estas mujeres le han traído paz a la vida de John y en los primeros minutos de la película este Jhon recuperado es peligrosamente parecido a Rocky Balboa: sabio, comprensivo, amable y paternal. Todo lo bueno de la película sucede al comienzo, hasta que Gabriela es secuestrada por una banda de mexicanos que trafica con personas y tiene vínculos con el poder. A partir de ese momento la Rambo deja de ser quien es y se convierte en una suerte de Liam Neeson en búsqueda implacable (Taken, 2008) que sale a buscar, encontrar y tratar de matar a los mexicanos que secuestraron a la chica.

 El director, Adrian Grunberg nos presenta una película vertiginosa, sin puntos  bajos en la narrativa que si bien no tiene mesetas narrativas tiene  un guion que falla desde el punto de vista de la construcción de los personajes y desde la forma mostrar la acción ya que es confuso y nunca se logra comprender hacia dónde van los golpes o los movimientos.  

Rambo Last Blood es una película que parece ser el rejunte de varias historias desconectadas: una suerte de continuación de  Rocky (Rocky, 1976)  mezclada con búsqueda implacable (Taken 2008), con toques de atrapen al gringo (Get the gringo 2012) , película dirigida por el mismo Grunberg , que contiene las mismas dosis de violencia,  prejuicios, xenofobia y racismo. Esta parece ser una película construida desde el vamos para no ser parte de la saga Rambo pero que debido a la disponibilidad de Stallone  prefirieron incluir, con calzador, al personaje y aprovechar la publicidad. Es una película que no le aporta nada  al cine y que destruye lo poco, quizás , que tenia de memorable el personaje y su saga. Es un film fácilmente olvidable. Solo es apreciable por los primeros minutos y la construcción del protagonista y por una o dos escenas de acción. Pues bien es una película más de Rambo… Habría sido bueno que decidieran darle un cierre más digno, como el de  su predecesora, lo que convierte a esta entrega en algo además de aburrida innecesaria. Deberían haberlo cerrado con su predecesora.

5 de 10

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