CINE: Crítica de «The House that Jack built» de Lars Von Trier


Por Guido Rusconi


El caso de Lars Von Trier es un tanto peculiar. A diferencia de muchos otros directores, su obra no puede ser separada de su persona. Ambas partes funcionan como un tándem, de modo que por momentos es necesario saber con cierto detalle quién está detrás del guión y de la cámara. Y esto se ha traducido en su carrera como una gran división de aguas: todas sus películas son obras maestras o basura inmirable. Von Trier es ególatra, provocador, desubicado, erudito, fanfarrón, y además de todo eso, un gran cineasta. A raíz de esto, cada vez que el director danés estrena una película, tanto la crítica como el público tienen preparado el indignómetro para defenestrarlo y llenar sus blogs y sitios web con notas sobre cuánta gente abandonó la sala en la proyección del festival de Cannes. No obstante, si vemos la totalidad de la misma, nos encontraremos con muchas cualidades que redimen a este autor tan controversial.

The house that Jack built se estrenó este año en Cannes, probablemente el festival de cine más importante del mundo, y también el que había vetado (en principio de por vida) a Von Trier por declarar que en ciertos aspectos entendía a Adolf Hitler. Pasaron un par de años y esa polémica quedó atrás, ya que fue aceptado nuevamente y pudo proyectar su película, aunque sin la posibilidad de competir por la Palma de Oro u otros premios. Lo que sucedió después fue lo esperado: gente abandonando la sala a la mitad de la proyección, críticas devastadoras, y Von Trier siendo acusado una vez más de inmoral. ¿Pero por qué tanto alboroto?

Protagonizada por Matt Dillon y Bruno Ganz, The house that Jack built cuenta la historia de Jack, un asesino serial que repasa algunos “incidentes” de su actividad criminal a lo largo de doce años. La particularidad de este relato es que tiene como eje transversal el diálogo entre Jack y Verge, una suerte de guía que sirve como conexión para el intertexto más evidente de la película: La Divina Comedia. Verge es -literalmente- Virgilio, quien en el poema del siglo XIV acompaña a Dante en su descenso a los infiernos. A causa de sus múltiples asesinatos, Jack se encuentra en el mismo camino y junto a Verge entabla una conversación en la que además de revisar su historia, reflexionan sobre diversos conceptos filosóficos y artísticos. Es aquí donde el director no puede evitar insertarse a sí mismo en su película, ya que toda esta conversación entre los protagonistas pareciera ser una excusa para que desfile toda su erudición sobre los temas que se hablan. Como su nombre lo indica, la película incluye una subtrama sobre la construcción de una casa, que funciona de dos maneras: como pretexto para las largas e innecesarias disertaciones de Von Trier sobre la arquitectura, y como metáfora de la “obra” de Jack. Porque Jack podrá ser un asesino despiadado, pero él se ve a sí mismo como un artista.

En cuanto a las actuaciones, llama la atención el casting de Matt Dillon para el papel protagónico, pero se necesita poco tiempo para llegar a la conclusión que es la mejor decisión que se pudo tomar, ya que es elemento sobresaliente de la película. Dillon le da a Jack una vuelta de tuerca que reside en algún lugar entre la incomodidad, el patetismo y lo peligroso de un psicópata como este personaje. El actor se aleja de sus roles cómicos, lo cual no quiere decir que en la película no haya humor. De hecho, tal vez sea una de las más humorísticas de la carrera de Von Trier, aunque este humor siempre sea negro y corrosivo. Por otro lado, ninguna de las otras interpretaciones se destacan, lo que se le puede adjudicar a la naturaleza episódica de la película, donde todos los personajes que no son los protagonistas no disponen de mucho tiempo en pantalla.

Una de las cuestiones sobre las que más se hablaba previo al estreno del filme era su extrema y gráfica violencia, lo que en una historia sobre un asesino serial no debería sorprender. Si a eso le agregamos el hecho de que las últimas tres obras de Von Trier también eran sumamente crudas (en especial Antichrist), esto da como resultado una película a la que a priori hay que acercarse con cautela. Por desgracia (o por fortuna, según se lo vea), la violencia no es más gráfica que en cualquier película de terror genérica, aunque sus implicancias y sus métodos sí son más perversos. Esto lleva a pensar que muchos críticos y espectadores son muy impresionables o acaso desconocen que Lars Von Trier se alimenta de su enojo e indignación, siendo sus principales motores para desarrollar sus proyectos. El hecho de que muchos lo odien y lo desprecien como cineasta, más que un impedimento es un incentivo para que el director pueda hacer de su obra un gran fuck you a la estirada audiencia de los festivales europeos.

The house that Jack built es entonces un producto un tanto irregular. Por cada atributo positivo se le puede hallar una contra. Sus 150 minutos de duración son excesivos si tenemos en cuenta que gran parte de ellos son utilizados por Von Trier para dar cátedra sobre las bellas artes, en un gran ejercicio masturbatorio que él sabe hacer mejor que nadie. Con una secuencia final de gran virtuosismo estético, pero que rompe un poco el verosímil que venía construyendo el resto de la película, el danés hace de ella un espejo de su propia vida. Así como Jack, Von Trier tiene entre sus manos una obra que no todo el mundo puede apreciar, y con la que ha torturado a mucha gente por varios años. A fin de cuentas, él es un psicópata, y nosotros somos sus víctimas.

7 de 10


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1 Comment

  1. He dejado de leer críticas de cine, me cansé de los que pretenden ser críticos miembros de la «estirada audiencia de los festivales europeos», sin embargo he vuelto a dejarle este comentario porque leí su Crítica de “The House that Jack built” de Lars Von Trier antes de ver la película y ahora creo que es una de las pocas criticas «objetivas» de una película que haya leído. Felicitaciones y gracias.

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