Por Damián Aspeleiter
En un pueblo rural de la Argentina Magda, una joven maestra, y el Gringo, joven patrón de estancia (con todo lo que esto significa para el imaginario), están a días de su casamiento, cuando Magda es testigo de una serie de acontecimientos que la sumen en un malestar que pone en peligro su salud y futuro matrimonio. Lo curioso de estos acontecimientos es que de alguna manera están relacionados con su prometido. Esa es la breve sinopsis que se puede hacer sobre esta película sin entrar en sobre análisis o el tan temido spoiler. Lo cierto es que el director maneja una construcción de las situaciones verdaderamente tenso, que por momento raya el terror y que va acompañada de una buena ambientación y uso del sonido como herramienta de la narración. Si bien la película es carente de ritmo por momentos esa lentitud en la narración es necesaria para crear el clima y ese clima es lo mejor que tiene la película, tensión.
La construcción del guión no abunda en situaciones truculentas o que rompan el ritmo monocorde de la narración, las que suceden lo hacen fuera de campo. El relato casi no presenta grandes situaciones que escapen de lo cotidiano, una cotidianidad que se ve adornada por diálogos costumbristas los cuales si bien no aportan a la trama ayudan a crear un cuadro del entorno en el cual se desarrolla la película. La ambientación es en una Argentina rural en la cual aun la sociedad se rige por el que dirán y por ciertos patrones patriarcales que definen la relación entre la protagonista, su madre, el novio de la protagonista y la sociedad en general. En el relato abundan alusiones a lo paranormal, desde la cura del empacho por medio de tirar el cuerito, el ojeo, el mal de ojos y otras referencias que se pueden ver en segundo plano, en alguna pantalla.
Sin razón aparente o impulsada por los acontecimientos que rompen su rutina, la protagonista cae en pozo depresivo que le impide expresar lo que realmente siente. Podría entenderse a esta aflicción como un problema psicológico del que se elude hablar porque al parecer es más apropiado hablar de mal de ojos que de depresión y tratamientos médicos. Nunca obtenemos una respuesta sobre el mal que aqueja a Magda pero la construcción del narrador nos deja imaginar nuestras propias hipótesis desde un mal paranormal, posesión diabólica se podría decir, desilusión o un miedo irracional a su pareja. Esa construcción, que provoca incertidumbre, es lo mejor de la película porque de haber tenido intención de contárnoslo el director podría haberse inclinado por cualquiera de las hipótesis, ya que si bien se maneja un clima realista ese realismo bordea cierto punto irracional creado por el escenario y por el sonido, que juega un papel importante al describirnos el mal de Magda; los diálogos que por lo bajo siempre van creando la sensación de que hay algo más que no sabemos; y la sensación de fragilidad que transmite la protagonista, quien al parecer sabe mucho pero prefiere callar, al mismo tiempo que nos hace pensar que no sabe nada ¿sobre qué? No sabemos. Eso transmite la película una sensación de que no sabemos nada o de que sabemos todo. Puede ser locura, puede ser miedo, o puede ser el mismísimo diablo pero hay algo que le hace mal a Magda.
El director eligió contar la historia desde el punto de vista del personaje que interpreta Rita Pauls, a quien la cámara parece amar, su personaje está en el 90% de las escenas y en todas ellas entrega una interpretación convincente y bien lograda, tanto en las escenas individuales como en aquellas en las que interactúa con otros personajes, sobre todo con María Fiorentino, quien interpreta a la madre de Magda.
Vigilia en agosto es una ópera prima muy bien lograda por un director que se mueve entre lo melodramático y el thriller de terror. Que nos deja a nosotros interpretar de que nos está hablando y eso es un ejercicio que no está mal hacer de vez en cuando.
7 de 10
