Por Aílín Escola
Donde cualquiera podría ver muerte o desperdicio, ellxs ven vida, posibilidad y oportunidad de una alimentación más viva. Con esa mirada transformadora es que dictan este taller Dahna Belén, Mauro Busquet y Ana Stawski.
Un ambiente hermoso, lleno de luz, nos recibe en pleno Colegiales. Un buda de fondo, hecho de materiales reciclados, nos marca la energía del lugar. Luego de una pequeña y cálida introducción nos convidan una leche dorada. Una amarillenta leche vegetal de almendras aromatizada con cúrcuma que se pasea por el paladar, suave, deliciosa y cremosa.
Así comenzó el taller de fermentos. Con recetas y degustaciones, pasando por el ya conocido chukrut, kefir, arroz fermentado y hasta una sidra de manzana, entre otras. Probamos una kombucha, bebida fermentada a partir de un hongo y té negro, que combinaron con otros tés y jugos y el resultado final es una exquisita bebida, levemente gasificada y con colores que varían según los tés utilizados.
A la hora del almuerzo, en combinación de los fermentados recibimos un plus: «los secados». Otra experiencia de conservación de los alimentos que resulta dar muchas herramientas para lograr texturas y sabores cuidando la materia prima inicial. Un sabroso regalo que nos brindó el taller.
Con distintas técnicas y variedad de productos, la mayoría al alcance de todxs, descubrimos que para fermentar solo se necesitas las ganas y algunos pocos elementos. Se deja que evolucione la vida en la materia prima y se consume el producto en su máxima expresión.
Este taller es un viaje en sí mismo, un viaje de motivación para una alimentación más consciente y saludable.
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