Iron Maiden «The Book of Souls» y Slayer «Repentless»

Por Fer Casals

METALES PRECIOSOS

Cinco años pasaron desde su último disco «The Last Frontier» (2010) y treinta y cinco desde el primero, sin embargo la doncella de hierro no se retira de la escena y al contrario de otros, permanecen relevantes.

«The book of souls» es el disco más cohesivo desde el regreso de Dickinson a la banda (Brave new world, 2000), según Harris no es un álbum conceptual en el sentido más literal, pero desde la tapa con un Eddie pintado maya (los mayas eran grandes creyentes del concepto de vida después de la muerte a través del «alma») indica una temática que sobrevuela el álbum (doble) casi en su totalidad.

Desde la apertura con «If eternity should fail» (con synths!) hasta el monumental final de «Empire of the clouds» (18 minutos!) los discos sotienen el interés y la sorpresa. La voz de Dickinson brilla como siempre, cómodo en cada frase y cada registro.

«Shadow of the valley» con su reminicencia a «Wasted Years» y «The red and the black» son otros dos tracks que se destacan en la primera escucha, «The book of souls» es uno de esos álbumes para prestarle atención a los detalles, un disco que crecerá en cada escucha, y tal vez un nuevo clásico para Iron Maiden, una banda que a esta altura no necesita demostrar más nada. 

8 de 10

DIOS LOS SIGUE ODIANDO

El doceavo disco de Slayer llega en un raro momento de la banda, Jeff Hanneman (guitarrista, compositor y fundador de la banda) murió de cirrosis en 2013 el mismo año que otro miembro fundador dejó la banda Dave Lombardo.

La buena noticia es que el nuevo disco es una piña en los dientes, en parte gracias a la batería de Paul Bostaph, que se luce a más no poder.

La dupla Araya/King mantienen la muralla del sonido Slayer intacta. «Repentless» es un álbum sólido, que gana desde su duración (apenas 41 minutos) no le sobra ni falta nada.

Temáticamente Slayer es lo que fue siempre: apocalípsis, guerra, asesinos seriales, odio racial (Araya es chileno), y la crítica voraz a toda institución, desde el gobierno estadounidense a (por supuesto) la iglesia católica.

Araya usa el potencial de todo su registro para gritar letras que no saben de sutilezas, en «Atrocity Vendor» vocifera:«nunca dudaré en quebrarte, violarte y cortar cada parte tuya, rocearte con kerosene, verte quemar, verte sangrar, soy la tortura sin ataduras, cáncer sale de mis ojos» Un poeta.

9 de 10

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