GRAVITAS PARA TODOS
El brutal film de Kurzel empieza con Macbeth (Michael Fassbender) y su esposa Lady Macbeth (Marion Cotillard) colocando conchas de ostras en los ojos de su hijo muerto, un rito funerario antes que el pequeño cuerpo sea quemado. Tradicionalmente, a Macbeth se lo ha retratado como hambriento de poder. Con esta escena, el guión lo redefine -en principio- como un hombre traumado. Sin ataduras por el dolor, será la ambición la que llene el vacío.
Las locaciones corren el riesgo de eclipsar las actuaciones por los impresionantes elementos naturales de las salvajes highlands de Escocia, que con su dura belleza son un paisaje que parece tener un impulso asesino propio.
Considerada la más cinematográfica obra de Shakespeare, sigue siendo un libro largo de personas hablando en habitaciones. Pero el guión hace inteligentes movimientos de alquimia para convertir el teatro en cine, y cuando lo hace, es fascinante.
A la vez, en los momentos más reflexivos y charlados mantiene el interés y la tensión. La colorimetría es deliberadamente vívida, con altos contrastes que dejan el rojo sangre de las batallas salpicando los ojos.
El soldado que habla como un poeta, Macbeth fue retratado muchas veces como un caballero patotero, Fassbender lo interpreta como un asesino desquiciado con sentimiento de culpa. Cuando él escupe, «Oh, estoy lleno de escorpiones es mi mente!» uno los puede oir caminar por su cabeza.
Triste como un depósito de cadáveres, este film es aún más brutal que la obra, ingeniosamente rastrea la trágica caída de un hombre relativamente bueno hacia un infierno donde encuentra al asesinato como algo demasiado insignificante como para no hacerlo una y otra vez. Este Macbeth de Kurzel, no es el Macbeth de Polanski o el de Welles -o cualquier otro Macbeth- y eso es un logro considerable en sí mismo. –Fer Casals
7 de 10