TEATRO: Reseña de ‘CHICOS DE VARSOVIA’

Por Marcelo Cafferata

Los chicos de la guerra

Quizás muchos conozcan al incansable Dennis Smith por un particular tríptico teatral en el que juega permanentemente con lo autobiográfico y logra ponerle humor y música al dolor y a las despedidas. Tanto en “Boyscout” como en “Negra” o “Los Abrazos Rotos”, Smith pone su propia historia (o no tanto, ese es justamente el atractivo del teatro documental, jugar con la vaga línea de ficción-realidad) en el centro de la escena y comienza a construir un estilo propio de autor, con una especial inquietud por la búsqueda de una dramaturgia y un lenguaje teatral nuevos.

Luego, aparece “Eye y yo», un trabajo en donde Smith parece cambiar completamente de registro: una obra basada en el testimonio de una sobreviviente del Holocausto que había sido entrevistada por Spielberg para “La lista de Schindler”. Ahora en “CHICOS DE VARSOVIA” vuelve a unirse en dupla creativa con Laura Oliva para llevar a escena una versión teatral del libro homónimo de la periodista Ana Wajszczuk.

Volviendo a los repliegues autobiográficos sobre el escenario, la protagonista de la obra también se llama Ana y apenas muere su abuelo será ella quien decida comenzar a reconstruir la historia familiar, teniendo que lidiar con los particulares hechos que atravesaron sus antepasados en plena guerra. Así es como Ana llega a contactar con la historia de los Chicos de Varsovia: niños que han intervenido activamente en el levantamiento más sangriento en contra de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial que duró más de sesenta días y que movilizó a más de 30 mil insurgentes clandestinos.

Dennis Smith vuelve a poner en el escenario toda su creatividad para una puesta dura y emocionalmente intensa, pero a la que logra encontrarle una deliciosa poesía entre los escombros.

Sillas colgando con un mecanismo de poleas que cada uno de los protagonistas se servirá para ir tomando la posta del relato, se mezclan con canciones, coreografías y la mixtura de cine y teatro a la que Smith ya nos tiene acostumbrados, invitando a sus actores a desarrollar tonos de actuación diferentes que necesitarán, por un lado, para la construcción de sus personajes en escena pero por el otro, una tonalidad distinta cuando se los invite a actuar frente a la cámara.

Smith es un verdadero especialista en armonizar las distintas capas que propone la obra y los diferentes tonos, logrando que el trabajo de reconstrucción del pasado que realiza Ana, cobre vida en escena. 

De esta manera pasado y presente, dialogan naturalmente, se retroalimentan, fluyen en escena para ir dando forma verdadera la historia familiar. Esos niños de agosto del ´44 toman fuerza en el aquí y ahora, logrando entramarse para que el presente pueda tener un sentido y ese encuentro atemporal y sincrónico resulta sumamente movilizador y conmueve más intensamente a medida que avanza la historia.

El reencuentro con el pasado toma cuerpo al mismo tiempo que (re)vincula a Ana con su propia madre, que buceará en un pasado sobre el que no tenía intenciones de volver a recorrer: son sus sueños, sus miedos, las persecuciones, la historia que aparece ante sus ojos, para que todo cobre un nuevo sentido.

Además de una puesta completamente original y creativa, Smith vuelve a mostrar su ductilidad como director de actores y logra trabajos notables en todo su elenco pero vale la pena destacar particularmente la labor de Cristina Dramisino como la madre de Ana (que además desplegará otra voz para otro personaje fundante dentro de la obra) y el monólogo de Aymará Abramovich que tiene a su cargo una de las escenas más potentes y movilizantes de la obra acompañadas por Maia Muravchik, Catalina Fusari, Valeria Rey, Georgina Mazzotta, Franco Acevedo y Julián Chertkoff.

Pero en “CHICOS DE VARSOVIA” lo destacable es la entrega única que logra Laura Oliva en su personaje.

Con su natural talento para la comedia y el humor hilarante, Oliva trabaja en este caso, sobre una cuerda completamente diferente: una composición medida, en sintonía con la historia y que bucea a dos aguas, entre el espíritu periodístico de la protagonista y su propia historia personal.

Oliva es dueña de un magnetismo único en escena, y es así como logra momentos de profunda conexión tanto con la cámara como en el escenario, donde puede desplegar todo su potencial, construyendo una Ana única e inolvidable. Y nuevamente, de la mano de Smith, logran otro notable trabajo.

“CHICOS DE VARSOVIA”

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Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Sábados a las 20 horas y Domingos a las 19 horas. 

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