TEATRO: Reseña de RADOJKA

Un plan “ferpecto

Por Marcelo Cafferata

RADOJKA acaba de cumplir el 5 de Febrero, ya un año en cartel. A medida que va avanzando la obra, uno puede darse cuenta rápidamente cuáles son las claves para que se haya convertido en un éxito, a través del boca a boca, en pleno regreso a los teatros después del cierre total por pandemia.

La idea disparadora es la de dos cuidadoras que, trabajando en turnos diferentes se complementan para atender a Radojka, la anciana serbia que da título a la obra y que, lejos de su familia, se encuentra al cuidado y vigilancia de Gloria y Lucía. Todo funciona de maravillas hasta que una mañana Gloria encuentra que Radojka, tras un fatídico accidente doméstico, ha fallecido.

Fernando Schmdit y Christian Ibarzabal escribieron una comedia tan desopilante como negra, en base a los planes delirantes que van tramando tanto Gloria como Lucía, como para no perder su trabajo. De esta forma, los autores abordan con mucho sentido crítico y con esa dosis de mordacidad, acidez y provocación que una buena comedia negra necesita, algunos temas no tan trabajados en los textos teatrales actuales: la desesperación de perder el trabajo a una determinada edad, la precarización del trabajo doméstico, las rivalidades empleado/empleador y dentro de los empleados entre sí, para ir internándose poco a poco en lo más interesante del planteo que son los propios límites morales que rigen a cada uno de los personajes en donde, en mayor o menor medida, podemos vernos reflejados.

Es así como la frase “el fin justifica los medios” se pone una vez más en acción para que, sin abandonar nunca el tono de comedia, a través de Gloria y Lucía podamos ver reflejadas la naturaleza humana y sus propias miserias: la doble moral, la codicia, el sobrepasar los propios límites y la impunidad que ciertas situaciones brindan como excusa para romper nuestro sistema de creencias y valores, y así llegar a hacer algo completamente impensado. 

Rápidamente Gloria y Lucía van tramando planes descabellados que permiten ir desdibujando la delgada línea victima / victimario. Los espectadores, entonces,  quedarán irremediablemente involucrados para que un plan, que sabemos que no es éticamente correcto en su totalidad, logre ser llevado a cabo impecablemente y triunfe … ¿el bien?. 

Al texto veloz y filoso, el director Diego Rinaldi le imprime un ritmo de comedia vertiginoso y logra, en apenas poco más de una hora, contar la historia sin que dé ningún respiro y logrando que el clima vaya in crescendo. Rinaldi sabe perfectamente manejar los hilos de forma tal que en los momentos más disparatados aparezca la carcajada y que siempre tenga guardado un as en la manga para seguir duplicando la apuesta y dejar espacio a la reflexión.

Es claro que con un texto muy bien construido, con diálogos en donde podemos vernos reflejados y con una adaptación que lo hace sentir bien nuestro (alejados de estas comedias importadas con traducciones afectadas que hacen perder la gracia en la mitad de los diálogos), la receta es perfecta.

Cecilia Dopazo da vida a Lucía, con una composición que sabe combinar ciertos elementos naïf y de ingenuidad, con una historia familiar compleja –Gloria remarca todo el tiempo que tiene un hijo delincuente- y que presenta ciertos rasgos infantiles cuando evoca permanentemente las frases de su madre. Dopazo encuentra lucimiento en esas tonalidades del personaje, luciéndose sobre todo en los momentos finales de la obra, donde se develan algunas sorpresas.

En la piel de Gloria, Patricia Palmer da una clase de comedia desde que pisa el escenario hasta la última escena. Su timing es perfecto y si bien la dramaturgia le brinda a su personaje un mayor lucimiento, Palmer hace gala de saber saborear cada frase y dispararlas en el momento preciso y con la entonación justa que la obra requiere, para que el mecanismo de la comedia logre el verdadero objetivo.

Su composición atrapa desde el primer momento y va siendo el pilar sobre el que se estructura el vínculo entre los dos personajes. Es un absoluto placer verla desplegar toda su artillería en escena y observa cómo va modificando su postura, su dicción y la gestualidad de su personaje a medida que va avanzando la trama y sorprendiendo, sutilmente,  en esos detalles que modifica con cada nueva entrada en escena –reforzado con sus cambios de vestuario-. 

Una comedia que sabe mezclar el humor negro, el suspenso y el disparate sin perder su eje y respetando que busca Rinaldi desde la dirección, sin subrayados ni exageraciones sino potenciando la química que logran Dopazo-Palmer en el escenario y dejando pistas en cada pequeño detalle que no ha dejado librado al azar, sino que por el contrario, ha trabajado minuciosamente para lograr esta pequeña gran obra que sorprende y divierte. 

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Viernes y Sábados 21 horas 
Teatro Picadilly, Avda Corrientes 1524 – C.A.B.A. 

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