Por Patricio Paludi
La obra de Doug Wright cuenta la historia real de Charlotte von Mahlsdorf, un exótico personaje de Berlin del Este, travesti, coleccionista de relojes, fundadora de un museo de antigüedades, con una violenta relación con su padre y sospechada de ser informante durante el régimen comunista. Un segundo protagonista es el propio autor Wright, que nos relata su conocimiento, posterior encuentro y finalmente su fascinación por la vida de este personaje que sería el núcleo de su obra. Entre las confesiones de Charlotte y la investigación de Doug Wright se desarrolla una intensa trama con distintos matices y conflictos donde la veracidad de los hechos relatados nunca parece tan clara y se irá revelando a medida que avance la historia.
Yo Soy Mi Propia Mujer es un unipersonal, lo que implica que Chávez se desdoble en estos dos protagonistas y al mismo tiempo de vida a una serie de personajes secundarios que irán apareciendo en la obra según los recuerdos y anécdotas lo requieran. Un verdadero tour de force de un actor que nunca sale de escena y recita todas sus líneas a toda velocidad y sin pausas (como en una película escrita por Aaron Sorkin), cambiando de identidades y tonos con la misma rapidez obligando a un ejercicio de atención y comprensión al espectador.
La acertada puesta en escena de Agustin Alesso con escasos decorados, da fluidez a la historia y permite que nunca se desvié la atención del elemento más importante y esencial de este espectáculo: el monumental trabajo de Julio Chávez.

