CINE: Crítica de «Infiltrado en el KKKlan»

Por Guido Rusconi

N del A.: Blackkklansman tuvo su estreno en el país en el marco del Festival de Cine Independiente de La Plata “Festifreak”, que se lleva a cabo en dicha ciudad entre el 11 y el 21 de octubre, y donde fue la función de apertura.

La situación sociopolítica en Estados Unidos está, por emplear un eufemismo, en un momento delicado. La sumatoria de comentarios y acciones desafortunadas por parte de su presidente Donald Trump han desembocado en una situación en la que ciertos derechos de las minorías se han visto vulnerados nuevamente luego de una época “dorada” durante la gestión Obama. Y sin duda alguna, uno de los cineastas norteamericanos que más se nutre del conflicto social y racial para crear sus mejores obras es Spike Lee.

No hace falta aclararlo, pero el cine de Lee siempre tuvo un fuerte componente político y de protesta. Sin embargo, desde su mejor película (en esto casi no hay discusión) Do the right thing que no dirigía un filme tan furioso y que tuviera tanta relevancia en la coyuntura actual de su país.

Blackkklansman cuenta la historia de Ron Stallworth (John David Washington), un detective que en los años 70 se infiltró en el seno del Ku Klux Klan siendo afroamericano. Por supuesto, Stallworth solamente conversaba por teléfono con los miembros de la “organización”, mientras quien iba a las reuniones era su colega Flip (Adam Driver), de tez blanca. Este juego de doble agente (que en nuestra época de redes sociales sería imposible de llevar a cabo) llega a tal punto que la seguridad de ambos policías se verá amenazada en más de una ocasión. Mientras tanto, el trasfondo político también incluye tensión entre distintas organizaciones de jóvenes negros que luchaban contra la represión policial y la discriminación inserta en la sociedad.

No sería desacertado afirmar que esta es una de las mejores películas de Spike Lee, ya que en las últimas dos décadas ha tenido algunos traspiés notorios, como la innecesaria remake de Oldboy del año 2013. En Blackkklansman, el oriundo (espiritualmente) de Brooklyn vuelve a su zona de confort, y se mete en aguas turbias, donde mejor se desenvuelve. Si bien la película está en gran parte de su duración planteada como una comedia, no faltan los momentos en los que los límites con la tragedia se vuelven difusos. La actuación de John David Washington cumple en todos los frentes y termina sorprendiendo, si se tiene en cuenta que no ha actuado en muchas películas y que tiene que vivir con el peso de ser el hijo del mismísimo Denzel Washington (quien brilló en otro de los mejores productos de Spike Lee: Malcolm X). Por otro lado, Adam Driver ya es un viejo conocido (a pesar de su juventud) y no es raro ver una buena interpretación de su parte. Aquí sin embargo hace un papel correcto sin destacarse, como si acaso estuviera en piloto automático, lo cual alcanza ya que él no es el núcleo de la historia.

Si algo merece ser remarcado en Blackkklansman es que no anda con vueltas. Como alegoría de los tiempos que corren actualmente en Estados Unidos es muy pobre, ya que es casi literal. No hace falta estar informado en detalle sobre los dichos y pensamientos de Donald Trump para darse cuenta que toda la producción es un gran fuck you dirigido al empresario devenido en mandatario. Todas las escenas en las que aparecen los personajes pertenecientes al Ku Klux Klan tienen una esencia que se siente moderna, como si los diálogos fuesen extraídos de conversaciones cotidianas llevadas a cabo por algún grupo de sureños en 2018. Este escupitajo en la cara de la gestión Trump llega a un punto casi burdo cuando se escucha en forma de murmullo entre una multitud de gente (aunque lo suficientemente audible como para provocar una reacción en el público) el Make America great again característico de la campaña del republicano y slogan absoluto de su megalómana presidencia.

Esta acentuación del racismo que se vive hoy en día en Norteamérica también se ve reflejado en uno de los mejores momentos de la película, cuando en un montaje prodigiosamente editado se muestran dos reuniones paralelas (una de todas personas negras y otra de todas personas blancas), y cuyo tema central es la famosa obra de D.W. Griffith The birth of a nation (1915) que fuera en su época un alevoso ejemplo de propaganda del Klan. Esta película, elogiada por sus avances técnicos y por la dirección eximia de Griffith, es una de las más influyentes de la historia del cine, pero Spike Lee no tiene pelos en la lengua para remarcar su carácter altamente racista, el cual a veces es ignorado, al ser tan estimada por sus virtudes artísticas y por lo que significó para el séptimo arte.

En momentos en que en todo el mundo se está viviendo un peligroso renacimiento de la derecha y el fascismo más recalcitrante, cineastas como Spike Lee y artistas de cualquier disciplina que vayan decididamente contra esta corriente son necesarios para dejar bien en claro que no se puede dar ni un paso atrás. Aunque presentada como una comedia, en su epílogo Blackkklansman borra cualquier sonrisa que se puede haber esbozado antes con un mensaje crudo pero necesario.


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