Por Leandro Rampoldi
¿Quiénes pueden rechazar una expansión en el universo de Harry Potter? Los incrédulos, los cuadrados, los que no creen en la magia, los muggles. Los otros, los que aman y amaron esa historia desde el primer minuto, piden más. Que vengan de a una, que vengan más películas, que explote el universo, que la magia viva para siempre. Y el motor de esa explosión es la franquicia Animales Fantásticos, el nuevo mundo que llegó para quedarse.
Animales Fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald (2018) suma, además de todos los condimentos geniales que tuvo la primera entrega, una estética mucho más oscura. En este punto de la historia, alejada de la presentación de los personajes, llega el punto de elegir los bandos.
Por el lado bien, continúa creciendo el inmenso personaje de New Scamander (Eddie Redmayne). El actor británico tiene ese efecto que hipnotiza y enamora con cada uno de sus personajes. Parece que no hay nada que haga mal. Además, su papel tiene toda la gloria del “perdedor” o “freak”, motivo por el cual resulta imposible no quererlo o empatizar con él.
Y por el lado del mal aparece Gellert Grindelwald (Johnny Depp). ¿Qué decir de Jhonny Deep? Las dos horas de película le quedan un poco cortas. Su personaje no se llega a desarrollar del todo y su aparición funciona como una escueta aproximación de lo que vendrá.
Otros de los puntos altos dentro de la historia es el vestuario. Cada prenda, cada color, todo es estéticamente perfecto y armónico. Seguramente, Animales Fantástico se lleve nuevamente el Oscar como lo hizo en la edición del año pasado.
Por último, lo único objetable quizás sea que en algunos momentos la trama se vuelve demasiado enredada. Son demasiadas subtramas que disparan para todos lados, las cuales pueden resultar difíciles de seguir para alguien que no esté tan familiarizado con el universo de Potter. Sin embargo, eso se resuelve pegándole una miradita a toda la saga y a la nueva franquicia. Siempre es un placer y nunca está de más.
