Por Damián Aspeleiter
Podría empezar diciendo que no me gustan los musicales, que me duermen o me enfurecen, y que por eso no me gustó la película. Pero no, Lady Gaga, con sus escasas apariciones, es lo mejor de la película, ya que le aporta algo distinto al monocorde y aburrido rango de actuación de Phoenix, quien siempre hace lo mismo. Si no es una locura, existe un grupo de actores que ha llegado al máximo interpretando a un personaje y, a partir de ahí, no se cansa de repetirlo. Phoenix, tanto en «En realidad, nunca estuviste aquí» (You Were Never Really Here, Lynn Ramsay, 2017), «C’mon C’mon: siempre adelante» (C’mon C’mon, Mike Mills, 2021), «Napoleón» (Napoleon, 2023, Ridley Scott) y «Beau tiene miedo» (Beau Is Afraid, Ari Aster, 2023), interpreta a una persona frágil con matices psicóticos. Por eso, su forma de trabajar nos lleva a un lugar seguro donde no nos aporta nada al personaje. Sí, Phoenix es un ídolo de barro de aquellos que se entusiasmaron con una actuación, pero no ven la repetición, la monotonía y la falta de crecimiento del actor. Es un intérprete que no toma riesgos, quedando muy lejos de otros como Oldman, Day-Lewis, Bale, Winslet, Cage o Dafoe. Alguien debería escribir una nota sobre cómo Blanchett, Swinton, DiCaprio y un enorme grupo de actores ya no actúan, solo repiten una y otra vez el mismo papel sin tomar riesgos.
Básicamente, Joker: Folie à deux es el epílogo de Joker (Joker, Todd Phillips, 2019), en la cual nos encontramos con Arthur en el asilo de Arkham, que se parece más a una prisión que a un instituto de salud mental, donde es más el hazmerreír de sus compañeros y los guardias que el ídolo de masas que construyó para el exterior. Al mismo tiempo, vemos cómo, dos años después de los hechos que se cuentan en la primera, se espera el juicio por los seis asesinatos cometidos por el protagonista. El director decide volver a contarnos algo que ya vimos en la película, pero el vacío de contenido se llena con canciones, algunas bien logradas y otras innecesarias, aparentemente con la finalidad de estirar la trama y darle una belleza que, en el fondo, no tiene.
Recuerdo que Joker me gustó por su intensidad y por lo bien construida que estaba; Todd Phillips no pierde eso. Joker: locura de a dos no es una historia filmada muy bien y con grandes valores de producción, pero tiene ciertos errores de guion y continuidad que no son fáciles de pasar por alto. La forma en que se coloca la cámara, la música, los vestuarios y la reconstrucción de época no pueden tapar que, básicamente, no hay nada que contar. La película tiene errores que no pasan inadvertidos; tal vez los más evidentes son que a Lee (Lady Gaga), una paciente pirómana, se le dejen fósforos a mano.
La película, en un principio, trata de establecer la idea de la psicopatía y la personalidad dividida entre Arthur y Joker, lo cual tira por tierra todo lo que habíamos visto en la original. Por suerte, la película vuelve a encaminarse hacia el final, cuando Arthur se enfrenta a la fragilidad de Gary, logrando entender su propia fragilidad y acabar con esa idea para demostrarnos la verdadera naturaleza de este Joker: un hombre frágil, débil y solitario que, en cierto sentido, es víctima del abandono del estado pero que necesita de este. No es un topo anarquista enviado a destruirlo todo; Arthur no es un ícono ni un líder, es solo un pobre tipo y, de alguna manera, un ídolo de boludos, quien al final no puede sostener la máscara, ya que Arthur siempre es víctima, un pobre tipo al que los medios y un grupo de personas sin rumbo han levantado y convertido en una suerte de ícono de los desclasados.
Todd Phillips, un hombre con un ideario de ultraderecha, nuevamente se burla de las enfermedades mentales y exhibe su misoginia al crear a Lee, quien resulta coincidir con la descripción incel sobre las mujeres, dándole forma de “pick me girl”, y que es una suerte de vampiro que se acerca a Arthur para alimentarse de su fama hasta que no haya nada que absorber. Si intentamos leerlo de otra manera, Lee es un personaje carente de motivaciones o trasfondo; en este sentido, la película funciona como crítica o descripción de los fans de ídolos de barro.
Joker: Folie à deux no es una buena película, pero tampoco es una mala película; es una película que navega en una apabullante mediocridad que no define qué quiere contar ni su género. Podemos entenderla como un drama romántico, un thriller judicial o un estudio de personaje, pero, en definitiva, no es nada de eso. Ni siquiera es el prefacio de una historia del Joker porque no profundiza en nada y no tiene mucho que contar, lo cual justifica el agregado musical. Esta película podría decirse que simplemente es el largo epílogo de Arthur Fleck, un hombre a quien nombraron el Joker, pero nada más.