Crítica: PIELES

20/4/17

Por Fer Casals

Debut visual y conceptualmente sorprendente de Eduardo Casanova, Pieles tiene el espíritu de John Waters y Pedro Almodóvar enmarcado en la estructura de Pulp Fiction (1994) y con una temática que recuerda a Freaks (1932).

Estilo feroz, sexualidad subversiva, humor de mal gusto, y melodrama, claro. Pieles es una idea aguda y singularmente provocativa sobre las relaciones con nuestros cuerpos que dejará cicatrices en algunas mentes, ofenderá muchas sensibilidades y estimulará a todos los demás.

Sin perder tiempo en sutilezas, la película nos lanza a la locura de inmediato. Un hombre de ojos llorosos, frente a él en una habitación de color agresivamente rosa, una vieja madama desnuda le ofrece escoger a una niña para satisfacer sus deseos… sexuales. Antes que el espectador tenga tiempo de repensar lo que está viendo, una niña sin ojos aparece y canta una balada triste antes de retirarse a una habitación con el señor en cuestión. A partir de ese momento las cosas toman un curso más extraño aún.

La primera media hora de Pieles trata acerca de una serie de inquietantes y bizarras viñetas, que van mostrando a personajes con prominente deformidad física o discapacidad en situaciones comunes y ligeramente sórdidas. Una dama con dos orificios de su cuerpo intercambiados (hermana de Arseface?), otra con medio rostro «derretido», una enana, un señor quemado y otro cuyo deseo es no tener piernas. Sin embargo, basándose en el tono extravagante del film y su energía juguetona, estas imágenes no se sienten como una burla explotadora, sino como actos de desafío contra las nociones estéticas predominantes o lo que se considera «normal».

De hecho, lo que resulta ser aún más atrevido que las imágenes es cómo la película imagina a aquellos rechazados por la sociedad. Estos personajes no existen en un reino de deseos donde otros simpatizan con su situación o se sienten atraídos por su personalidad. Casanova no se niega a exponer la vanidad, la vergüenza, la fobia y los instintos de ocultar o cambiar los defectos dictado por la cultura de la superficialidad, ni tiene ningún reparo en mostrar lo que uno tiene que hacer para defender su cordura bajo el régimen opresivo de la belleza. En este sentido, toda la maldad retratada encaja en una narrativa de supervivencia que se demuestra, sí, repugnante, pero también con un fuerte carácter inspirador.

Después de saltar entre diferentes personajes y escenarios dentro de una estructura aparentemente aleatoria, Pieles revela mayores ambiciones de narración. Las subtramas se unen gradualmente. Mientras que algunas de estas conexiones ocultas no dejan de ser un gimmick, otras desnudan lo ingenioso del guión que no apunta solamente a la ironía mordaz del camp.

La película se ve llamativa y es imposible dejar de verla, incluso cuando se pone asquerosa. Las composiciones de cámara inyectan una calidad de fábula y una sensibilidad decididamente extraña que subraya el diseño de producción enfáticamente artificial para una historia sobre superficies.

A través de ese lente de exageración surrealista, Casanova desvía tu mirada hacia lo que rara vez se representa o incluso se registra. La belleza está en el ojo del que mira, dicen. Pieles elige reflexionar sobre la cuestión y por debajo de las cicatrices, la gordura y las quemaduras, susurra un mensaje sencillo acerca de sentirse cómodo en tu propia piel.

8.5 de 10

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