Por Guadalupe Farina
Con Sagrado bosque de monstruos, Alejandro Tantanian consagra la estética posmoderna que le está imprimiendo al Teatro Nacional Cervantes en su gestión como director de la sala. El exceso por el exceso mismo, la absoluta despolitización, la mezcla innecesaria de lenguajes artísticos, el despilfarro de recursos y el caminar y tropezar muchas veces por el fino sendero de lo bizarro es lo que caracteriza a la obra protagonizada por la genial Marilú Marini.
De hecho, el inobjetable talento de Marini es el primer recurso desperdiciado por un texto pobre de Inés Garland y Santiago Loza. Todo empieza cuando unos trabajadores que excavan en el Teatro Cervantes encuentran una mano de Santa Teresa de Cepeda y Ahumada (más conocida como Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila),que había sido traída por María Guerrero directo desde España.Allí se produce la “invocación” para que la historia de la religiosa se ponga en escena (o al menos se intente hacerlo). El brillo de los monólogos de Marilú Marini se empaña totalmente con los diálogos chatos, inverosímiles y explicativos de los trabajadores de la obra en construcción.
El regocijo por lo técnico lleva a una sobreabundancia de proyecciones,la mayoría sin ninguna justificación escénica. Se proyectan fragmentos de textos sobre la escenografía que no aportan nada a la historia ni al plano estético. De hecho, la obra comienza con una puesta en escena de una entrevista televisiva que Hugo Mujica le realiza a la actriz, en donde ella cuenta que la idea de interpretar a Teresa de Ávila surgió cuando trabajaba en el Instituto Di Tella, hacia fines de la década del ’60. Tampoco allí la transmisión en pantallas de las caras de entrevistador y entrevistada aportan más que subrayar la caprichosa intertextualidad con el lenguaje de la televisión.
Como en un amasijo posmoderno irrumpen las canciones en vivo de la cantante pop Julieta Venegas,actores hombres interpretando a monjas y señoras de dinero con un vestuario kitch que desentona con el resto, ángeles con filmadoras que se pasean en escena desnudos, un obrero de la construcción que porque encontró una pluma decide dedicarse al teatro de revistas, lo que da el pie para el armado de una coreografía que culmina con papel picado digno de un carnaval carioca. Es entonces cuando el exceso se hace bizarro.
Signos sin sentido se amontonan en el espacio escénico que es el patio de butacas de la sala María Guerrero, ya que la puesta de Tantanian invierte los espacios: elige poner las butacas en el escenario y que la acción transcurra donde habitualmente es el lugar del público. ¿Justificación? Si la hay, no se entiende más que como una transgresión sin significación alguna.
La referencia al Di Tella es dicha al pasar. No se ahonda en un homenajea Roberto Villanueva, el director del Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto al que recuerda Marini en su diálogo inicial con Mujica. También la historia de Santa Teresa está contada por arriba. No hay fábula, sólo postales en las que todo parece tener el mismo valor:la santa, Villanueva y los obreros del teatro devenidos vedettes.
En definitiva, Sagrado bosque de monstruos es un espectáculo de altos recursos tecnológicos y humanos absolutamente desperdiciados porque no están puestos en función de ninguna historia o hipótesis. Es el recurso y exceso por el recurso y exceso mismo. Despolitizada, deshistorizada y haciendo alarde de la estética por la estética misma, demuestra, una vez más, la tesis sostenida por muchos intelectuales de que el posmodernismo es la superestructura cultural del neoliberalismo.
Sagrado bosque de monstruos se presenta de miércoles a domingo a las 20horas en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815-CABA)
Ficha técnico-artística
Idea: Oria Puppo, Alejandro Tantanian
Texto: Inés Garland, Santiago Loza
Actúan: Diego Benedetto, Rodolfo de Souza, Ernesto Donegana, Cristian Jensen, Marilú Marini, Juan Gabriel Miño, Ivan Moschner, Hugo Mujica, Matías Pisera Fuster, Camilo Polotto, Eugenio Schcolnicov
Vestuario: Oria Puppo
Escenografía: Oria Puppo
Iluminación: Miguel Morales, Oria Puppo
Diseño sonoro: Nicolás Varchausky
Canciones: Julieta Venegas
Video: Maxi Vecco
Música original: Nicolás Varchausky
Asistencia de escenografía: Julieta Kompel, Martina Nosetto
Asistencia de iluminación: Omar San Cristóbal
Asistencia de vestuario: Josefina Minond
Asistencia de dirección: Gladys Escudero
Producción: Santiago Carranza, Ana Riveros
Colaboración artística: Fabiana Tiscornia
Coreografía: Diana Szeinblum
Dirección: Alejandro Tantanian
Excelente analisis de Guadalupe Farina. Adhieron en todas sus apreciaciones que con tanta precision puede poner en palabras de las sensaciones como espectador promedio mas que de criticos (como se ha leido en todos los medios hegemonicos) que pretenden sobreinterpretar una puesta enteramente fallida.
Proyectar un texto que a la vez se esta diciendo como una especie de close caption para sordomudos es, si no es con ese fin inclusivo, absolutamente inutil porque ademas se monta toda una pantalla para un caprichito de tres lineas solo para vender espejitos de colores visuales.
El hecho de que este despilfarro sea llevado a cabo por quien es el propio director del Cervantes si no es corrupcion lisa y llana, al menos es obscenidad.