CINE: Crítica de «Esa Mujer»

Por Lucas Manuel Rodríguez

La más reciente película del director y guionista Jia Zhangke es su cuarta obra consecutiva en competir por la Palma de Oro del Festival de Cannes, y nuevamente tenemos como locación una ciudad china, solo que esta vez es representada distendidamente a través de dos décadas desde el año 2001. Resulta que, en el pueblo minero de Datong, Bin (Liao Fan) es un miembro de los gangsters “jianghu” que debe tomar decisiones drásticas a causa de un imprevisto entre sus líderes, y es a su novia Qiao (Zhao Tao) a quién más le pesarán estas circunstancias ya que a raíz de esto se convertirá en nuestra protagonista hasta el final del film.

Es así como Jia deja de lado su fachada de drama policial y nos introduce en su representación cinematográfica de todo el conjunto de creencias, prácticas, relaciones, significados y valores que atraviesa a las sociedades de China en medio del acelerado avance en tecnologías de comunicación e información en su máximo esplendor. Obviamente, con particular énfasis en individuos que no logran alcanzar ni un mínimo nivel de éxito gracias a las riquezas producidas por el buen uso de dichos dispositivos. Es más que curioso señalar que el director tampoco llega a aplicarlos para apalancar resoluciones en la trama, ni para la elucubración de puntos de giro; simplemente están ahí, casi en profundidad de campo -salvo por la última escena-, y es la interacción entre los personajes y el paisaje lo que resalta a primera vista.

No es mucho lo que se puede decir, sin entrar en detalles, sobre el desarrollo de este relato, que parecería estar milimétricamente elaborado en una estructura de tres actos. Sí vale destacar un plano secuencia de diez minutos durante la última hora del largometraje, que dialoga explícitamente con una escena elemental de ‘Vértigo’ (1958), en la cual tenemos la habitación de un hotel, y un cartel de luces de neón que tiñen a la ventana y a las cortinas de color verde: ahí se lleva a cabo una conversación montada así para mostrar la esencia de los protagonistas ante un vínculo mutuo que llega a su fin pero sigue vivo, latente; que es y ocurre, pero a la vez ni es, ni ocurre. Y hasta aquí dijimos suficiente.

Ponerle nota numérica a este tipo de película es lo más cercano a un acto de herejía para la prensa escrita especializada en cine, ya que es uno de esos casos en los que la apreciación personal, en el ‘mano a mano’ con la obra, tiene potencial de engrandecimiento con el simple transcurrir del tiempo. De todas formas, aunque el número no importe, momentáneamente es este: 9 de 10.


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