Por Damián Aspeleiter
La nueva versión de «Mujercitas» nos cuenta las historias cruzadas de las hermanas Meg, Jo, Amy y Beth Marsh en su pasaje de la adolescencia a la adultez. Al mismo tiempo que nos relata los intentos de la protagonista, Jo, de abrirse paso por su cuenta en el mundo editorial de fines del siglo XIX, donde las perspectivas para una mujer eran casi nulas, y la búsqueda de Amy por lograr una posición en la sociedad burguesa de la época.
Cuando se habla de remakes innecesarios de clásicos del cine es inevitable caer en comparaciones con la versión inmediatamente anterior del mismo o con la versión que más se arraiga en la memoria. En el caso de Mujercitas las dos versiones que se me vienen a la memoria son el anime del estudio Toei de 1981 dirigido por Kuzuya Miyazaki. En cuanto al cine a pesar de tener una versión reciente de 2018 la más recordada es la estrenada en 1994, dirigida por Gillian Armstrong que contaba con las actuaciones de Winona Ryder, Christian Bale y Susan Sarandon. En esta comparación claramente la versión de Armstrong saca una enorme ventaja desde el punto de vista de las actuaciones e inclusive de la cinematografía. La directora Greta Gerwig si bien realiza un trabajo correcto no aporta nada a la historia, ya contada incontables veces, que uno pueda considerar memorable. Tal vez el tono de comedia optimista le resta demasiado a la construcción de los personajes, ya que dificulta construir un vínculo de empatía con los personajes. Es un clima de que no permite empatizar con los personajes, porque el drama siempre es rebajado y pasado a gran velocidad, sin dar tiempo a comprender la magnitud de lo sucedido.
Mujercitas es una película con varias versiones cinematográficas anteriores, con un anime y serie animada francesa y varias series televisivas que están al mismo tiempo basados en el clásico de la literatura escrito por Louise May Alcott por lo cual caer en el truco de evitar los spoilers solo perjudica el análisis de la película. Mientras en el libro se le dedican extensos pasajes al accidente de Amy y la muerte de Beth, en la película de Gerwig pasa estos dos acontecimientos como meras anécdotas que no ocupan más de treinta segundos respectivamente, es decir Gerwig le quita a mujercitas el dramatismo de sus dos acontecimientos principales en beneficio del romance y la risa ya que ni siquiera le da importancia al motor de las acciones la protagonista el cual era su intento de afirmarse como escritora y conseguir respeto en el mundo editorial. Es en este punto cuando uno entra en comparación con la versión de 1994 ya que si bien aquella transcurría en un tono melodramático con toques muy sutiles de comedia se mantenía dentro del rango de lo verosímil ya que había drama, tragedia y gente recuperándose de la tragedia de una forma acorde con lo que presenta la fábula que se nos está contando.
En el punto de la actuación uno puede encontrar una actuación correcta de Saoirse Ronan, solo correcta, por su parte Timothée Chalamet nos vuelve a regalar la misma actuación de siempre, la cual no difiere mucho de otros personajes realizados por el actor en por ejemplo «Un lluvioso en Nueva York» (Woody Allen, 2019), hasta la postura corporal es similar, a lo mejor estamos asistiendo al comienzo de la carrera de un actor con un solo tono, sería grosero comparar su actuación con la de Christian Bale en la ya mencionada versión de Armstrong. Florence Pugh compone un gran personaje y su Amy es la dueña de los diálogos más ricos, quien se encarga de remarcar la temática anti patriarcal de la película.
Greta Gerwig realiza un guion que se mueve muy bien entre las líneas temporales de pasado y presente, que desde un aspecto ideológico presenta ciertos puntos flojos. El guion nos presenta un mundo de blancos burgueses, puros, llenos de culpa voluntaristas que consideran que la caridad es lo que puede cambiar al mundo pero no realiza ninguna crítica a la desigualdad o las razones de la necesidad de esa caridad. El guion también intenta ser crítico del patriarcado y dejarnos en claro la capacidad de las mujeres de sobrevivir sin la carga de un hombre sobre sus hombros, se intenta todo el tiempo fijar a la independencia femenina como aquello a lo que deben aspirar las mujeres para caer en un doble final, el de la novela que escribe Jo March y el final propio de la película en el que al fin y al cabo la clave de la felicidad son el dinero y el matrimonio, es decir comienza criticando al patriarcado para terminar reivindicandolo. En este ítem nuevamente debo caer en el guion creado por la guionista Robin Swicord para la película de 1994 ya que es mucho más acorde a lo que se vive en 2020 situando a la versión de Gerwig más cercana a la versión de 1949 que de cualquier otra versión posterior.
Mujercitas es una película bien construida desde lo técnico y la estructura del guion que cuenta una historia muy conocida, con ciertas contradicciones ideológicas, que no aporta nada nuevo a pesar de sus buenas intenciones.
7 de 10