CINE: Crítica de «Pesadilla al Amanecer»

Por Lucas Manuel Rodríguez

El primer largometraje del ruso Pavel Sidorov tiene como protagonista a Svetlana (encarnada por Aleksandra Drozdova), una joven que en pleno festejo de sus veinte años de edad debe lidiar con las circunstancias del aparente suicidio de su hermano mayor Anton (Kuzma Kotrelev), las cuales pronto se vinculan con la muerte de la madre de ambos y su implicación con la secta conocida como «El Amanecer».

Ya desde el primer plano de un espejo al inicio de la película, y por los posters de El gabinete del doctor Caligari (1920) y Nosferatu (1922) en la casa de Anton, podemos percibir las temáticas -propias del expresionismo alemán- que a los realizadores de la película les interesa abordar: la dualidad de sus personajes, el razonamiento destronado por los sentimientos, la representación de escenarios oníricos y, por supuesto, la creación de «monstruos» como materialización de nuestros demonios internos.

Efectivamente, en el Instituto que transitan varios participantes de la secta, investigan y experimentan en las áreas de Psiquiatría y Somnología. Una vez que los rastros de su pasado coinciden en este lugar, Svetlana decide someterse con un grupo a una terapia de sueño lúcido cooperativo, con el motivo de liberarse catárticamente de sus conflictos familiares, y de paso comprenderlos.

Así, al modo Pesadilla 3 – Guerreros del sueño (1987), sumado a una dosis de «jump scares» – risibles porque en buena parte saben tergiversar nuestras expectativas y pegarnos un buen susto, pero no siempre y sin pecar de ridículos-, y con pinceladas de la escala cromática del giallo italiano, los protagonistas combaten con sus traumas más íntimos bañados con sangre mayormente digital y alguna que otra bestialidad con un maquillaje digno que nada tiene que envidiarle al de los caminantes de The Walking Dead.

Sin embargo, y muy a pesar de sus méritos, el film se auto fabrica un último giro argumentativo que se esfuerza por hacer coincidir todas sus piezas y de rebote resulta ingenuo y, por demás, banal. Es una pena porque inicialmente es una obra que lidia con muchos arquetipos sobradamente explorados, y si bien desde antes nunca llegaba a ser una novedad, contaba con elementos mínimos que la volvían un producto humilde en el género de terror.

El elenco, por mayoría novato en el formato cinematográfico, jamás llega a sentirse sobreactuado y mucho menos insoportable, eso siempre se celebra. La puesta de cámaras abusa un poco del «efecto Vértigo» en los planos generales del Instituto, pero también es muy buena. Todo en cuanto a lo técnico y el acabado visual de la película es coherente y efectivo, aunque familiar.

En síntesis, ¿vale la salida al cine? Diría que sí para seguidores del terror, del cine y de los temas mencionados. No es que sólo haya un gran potencial de carrera en dirección por parte de Sidorov y que el guión falle particularmente: todos en el equipo están cumpliendo su cuota, sólo que el camino recorrido es muy conocido y el último minuto casi mata a los logros de este ejercicio cinematográfico.

Si fuera profesor matemático, la nota sería: 6/10.


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