CINE: Crítica de «Rocketman»

Por Guido Rusconi

Decir que en la actualidad las biopics musicales se han convertido en un subgénero repetitivo y tedioso sería un eufemismo. Asimismo, el éxito rotundo de Bohemian Rhapsody abrió la puerta para que muchas más de estas historias sean llevadas a la pantalla grande en los próximos años. Como consecuencia de este nuevo oleaje llega Rocketman, la biopic de Elton John, que bien podría haber tomado un camino convencional, pero en cambio opta por otorgarle a su homenajeado una dosis de magia y surrealismo.

Rocketman comienza con un Elton John en su punto más bajo, recurriendo a rehabilitación por una serie de adicciones que él mismo se encarga de detallar en los primeros minutos de la película. Y nada falta en este póker de vicios: alcohol, drogas, sexo e incluso compras son algunas de las cosas que llevan al músico al límite de tener que contar en frente de un grupo de extraños toda su vida desde que era el pequeños Reginald Dwight, hijo ignorado y prodigio del piano. La película entonces alternará entre esta retrospectiva sobre los momentos más importantes de la vida del cantante y compositor y el presente de su narración, en el cual reflexiona sobre su historia.

La interpretación de Taron Egerton como Elton John merece todos los elogios posibles, ya que se funde en su personaje y realmente hace una interpretación genuina, más que una mera imitación, como suele suceder en muchas biopics. El estudio de la persona a encarnar se nota minucioso en Egerton, quien capta a la perfección ciertas expresiones y manierismos de Elton (el hecho de que su objeto de estudio esté aún vivo sin duda ayudó mucho), además de entonar él mismo las canciones. Pero este protagonista necesita un compañero, y Rocketman encuentra en Jamie Bell un excelente Bernie Taupin (escritor de las letras de sus canciones y uno de sus amigos más cercanos), quien dentro de su austeridad funciona como un perfecto contrapunto para la excentricidad manifiesta de su socio. El elenco principal se completa con una más que correcta interpretación de Bryce Dallas Howard como su distante madre y Richard Madden en el papel de John Reid, otrora representante y pareja secreta del músico.

Otro acierto del director Dexter Fletcher y del guionista Lee Hall fue proponer a la película como un verdadero musical más que una sucesión de hechos (verídicos o no) a lo largo de la vida de una persona. De esta manera, las canciones toman un protagonismo central, y ninguna de ellas es elegida azarosamente, ya que mientras están sonando, dialogan con la trama de forma elocuente. Y si bien faltan algunos clásicos, la mayoría de los temas que componen el soundtrack son verdaderos himnos, desde Your song y Tiny dancer, pasando por Saturday’s night all right for fighting y Goodbye yellow brick road, hasta llegar a Sorry seems to be the hardest word y Rocketman, que da título al film. Es aquí donde la cronología ya no tiene tanta importancia, dado que muchas de las canciones que suenan no habían sido compuestas para el año en que está inmersa la trama. Pero como sirven para motorizar la trama, poco interesa su ubicación en la línea temporal de esta discografía repleta de éxitos.

Por supuesto que en ciertas ocasiones la película recae sobre algunos lugares comunes propios del género al que pertenece. A pesar de despegarse de lo estrictamente biográfico gracias a su impronta musical, muchos tópicos relacionados a la vida de la estrella de rock son revisitados una vez más. El vertiginoso ascenso y la dura caída, la falta de aceptación de los padres, las dudas sobre la sexualidad, lo efímero del éxito y la pérdida de la identidad y la privacidad son algunos de los temas que en Rocketman también aparecen representados, quizás sin ofrecer nada muy nuevo al respecto. El ritmo decae por momentos en los que merma el frenesí y la energía de las canciones y la historia se enfoca más en el drama, descubriendo la fragilidad de la persona detrás de la estrella.

La inclusión del mismo Elton John como uno de los productores de la película podría haber sido una elección peligrosa, ya que al estar involucrado en la recreación de su propia historia, quizás habría elegido obviar ciertas cuestiones más escabrosas sobre su vida personal, haciendo que su personaje sea mucho más digerible. Sin embargo, cuando la película debe afrontar el costado negativo del cantante, lo hace de manera sutil y efectiva. Tal vez la demonización de la figura de John Reid sea uno de estos pasos en falso producto de la influencia de Elton John en el largometraje, aunque en el panorama general termina resultando un detalle menor.

Demás está decir que para cualquier fanático del británico, Rocketman es de vista obligatoria. Estas canciones escuchadas una y otra vez reciben un nuevo tratamiento y a su vez son adaptadas al formato musical que tan bien le sienta a esta música, derivando así en una explosión de color y alegría. Las secuencias que lindan entre lo onírico y lo real nos demuestran que toda la película se desarrolla en la mente de Elton John, atribulada en muchas ocasiones, pero nunca privada de una desbordante imaginación ni de proyecciones astrales.

8.5 de 10

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