CINE: Reseña de ‘BLANCANIEVES’

Por Magdalena de Hertelendy


La película Blancanieves deja impresiones fuertes y variadas. Desde el principio, hay algo que llama la atención y puede influir en cómo el público, especialmente las familias con niños, percibe la historia. Uno de los aspectos más difíciles de ignorar es el CGI, especialmente en los enanos y los animales. Hay algo inquietante en su animación, una sensación que encaja con el concepto del uncanny valley. No es fácil precisar qué es exactamente lo que falla, pero parecen carecer de vida, como si fueran versiones digitales de humanos que no terminan de convencer. Los enanos, en particular, tienen cabezas desproporcionadas y movimientos extraños, lo que genera incomodidad.

Lo más polémico es la decisión de crearlos por CGI en lugar de contratar actores con enanismo, una oportunidad que podría haber aportado autenticidad y diversidad al proyecto. Para colmo, incluir a un actor con enanismo en un papel menor junto a estos personajes digitales se siente más como una medida superficial para evitar críticas que como una verdadera inclusión.

Otro aspecto que no ayuda es la paleta de colores. Un reino que debería ser mágico, vibrante y lleno de vida se percibe apagado, con tonos que recuerdan más a una iluminación de hospital que a un cuento de hadas. En comparación con otras adaptaciones live-action de Disney, como La Cenicienta o Maléfica, la falta de intensidad y cuidado en la dirección de arte es notable.

El vestuario tampoco se salva. A pesar de que seguramente se invirtió mucho dinero en su diseño, luce barato y poco trabajado. Es frustrante porque Disney ha demostrado en el pasado que sabe hacer vestuarios espectaculares, pero aquí simplemente no está a la altura. Esto lleva a preguntarse: ¿en qué se gastó realmente el presupuesto?

No todo es negativo en lo visual. Los paisajes, por ejemplo, son hermosos. Hay escenas, como cuando Blancanieves parece haber muerto tras morder la manzana, en las que el entorno brilla con una belleza impresionante. Los bosques, los castillos y las vistas panorámicas logran capturar algo de la magia esperada en una historia como esta. En este aspecto, al menos, la película acierta.

La música es, sin duda, su mayor acierto. Aunque tiene altibajos, deja una buena impresión general. Algunas canciones, como Princess Problems, son un verdadero acierto. En particular, esta canción destaca por plasmar el conflicto entre los ideales elevados de Blancanieves y las preocupaciones más terrenales del pueblo, además de ser pegadiza. Las baladas románticas también funcionan, aunque la historia de amor que las acompaña se siente algo forzada.

La interpretación de Gal Gadot como la Reina Malvada aporta otro punto a favor en el apartado musical. Si bien su voz no es la mejor y depende bastante del autotune, su energía campy y exagerada en los números musicales resulta contagiosa. Se nota que disfrutó el papel, lo que suma puntos. Aunque su estilo de actuación puede no ser del gusto de todos, es comprensible el atractivo que genera en el público.

Ahora bien, no todo en la música es un acierto. La canción inicial, que describe el reino, tiene una letra con un fuerte mensaje político que no termina de encajar. Es de esas canciones que te hacen levantar una ceja y preguntarte: «¿Era necesario esto en una película para niños?» Sin embargo, el score está muy bien logrado, con guiños al soundtrack original de Blancanieves, un lindo detalle para quienes aprecian la versión clásica. A pesar de estos homenajes, la banda sonora en general adopta un tono más moderno, casi popero, que puede gustar o no dependiendo del espectador. En lo personal, me pareció algo fuera de lugar para un cuento de hadas tradicional.

El mayor problema de la película es su guion. La historia intenta transformar a Blancanieves en una líder revolucionaria y subversiva, pero lo hace de manera torpe y condescendiente. Recuerda en cierta medida a Espejito, Espejito, pero sin el mismo nivel de humor satírico o inteligencia. Blancanieves no se siente genuinamente justa o generosa; en cambio, pasa gran parte del tiempo corrigiendo a los demás y diciéndoles cómo deberían ser las cosas, lo que resulta más irritante que inspirador.

Además, el mensaje político de la película, que podría haber sido interesante si se manejara con sutileza, termina siendo demasiado obvio y paternalista, como si intentara educar al público desde una postura de superioridad.

En resumen, esta versión de Blancanieves es un intento de reinterpretar el cuento clásico que no logra despegar. Tiene algunos puntos positivos, como la música y ciertos elementos visuales, pero el CGI, el guion y la dirección general hacen que sea difícil disfrutarla. En lugar de enfocarse en mensajes políticos forzados, Disney debería volver a lo que mejor sabe hacer: contar historias encantadoras que lleguen al corazón de su audiencia sin necesidad de sermones.


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