CINE: Reseña de «La vida secreta de tus mascotas 2»

Por Lucas Manuel Rodriguez

La vida secreta de tus mascotas 2 es la continuación directa de la película estrenada en 2016, también producida por el estudio de animación Illumination, y sigue las aventuras de los perros Max y Duke a partir de cuando Katie, dueña de ambos, se casa y tiene un hijo llamado Liam.

La primera entrega, aunque ingeniosa en su premisa, jamás dejó de sentirse como un plagio de la saga Toy Story con mascotas en vez de juguetes. Incluso emulaba el clímax del camión del primer film de Pixar, y el argumento de su secuela, con el secuestro y rescate de Max, un protagonista tan consentido como el vaquero Woody.

Sin embargo, los dos films de Mascotas tienen más ganas de ocupar mucho tiempo en secuencias genéricas de gags con la simple finalidad de divertir, y cumple su cometido.

Tanto el conejo Snowball y la perra pomerania Gidget vuelven en sus roles secundarios, más de una risa logran causar, y todos los demás caninos y felinos que aparecen en esta segunda parte disponen de su momento para hacer alguna gracia que nos recuerda directamente a lo que estos animales hacen en la vida real, pero sin interpelar emotivamente a sus audiencias, y esto sí es un problema a pesar de su desinterés de compromiso porque en los primeros y los últimos cinco minutos se expresa interés por evidenciar el corazón del film en el afecto entre Liam y sus perros, pero esto jamás se explora en el transcurso de la trama, es más, se hace todo lo posible para desviarse de este aspecto, y los roles protagónicos terminan por descentrarse.

Max y Duke acompañan a Liam y su familia a una granja, los dos pasan sus días y noches allí sin techo y expuestos a la naturaleza en todo su esplendor: Max aprende técnicas de perro guardián con Gallardo (o Rooster en inglés, interpretado por de Harrison Ford), e intenta aplicarlas al pie de la letra al reencontrarse con sus amigos; en cambio, de Duke lo único que se puede decir es que en el doblaje latino cuenta con la voz de nuestro comediante argentino Martín Campilongo (o Campi, a secas), pero a la larga está de relleno para desenvolverse fatigosamente y sin abusar de acentos y muletillas porteñas; y los humanos, salvo por el antagonista, toman absoluta distancia de los conflictos principales.

Escapista, divierte, pero intenta ser lo que no es en las instancias pilares más importantes de toda narrativa, es decir, en el principio y en el final, y no traza ningún nexo entre estos dos extremos, por lo que al iniciar los créditos finales da una impresión de vaciamiento argumental muy evidente.

6 de 10

Desde Revista Meta no queremos olvidarnos de agradecer a Showcase Belgrano por el recibimiento a los periodistas, el permiso de llevar a una invitada, y por ofrecernos comida y bebida sin cargo antes de iniciar la función privada de prensa.

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