CIRQUE DU SOLEIL : OVO en Tecnópolis

Por Marcelo Cafferata

Frente a un nuevo estreno de Cirque du Soleil – en este caso es el octavo espectáculo de esta compañía de origen canadiense que estrena en la Argentina- habrá que hacer dos divisiones bien notorias entre el público.

Aquellos que se acerquen por primera vez a un espectáculo del Cirque, tendrán el inevitable efecto de verse sorprendidos por un show diferente a todo, concebido con una estética sumamente particular (que inclusive otras compañías a través de los años han intentado copiar) y que se propone desafíos que generarán un efecto único en aquellos espectadores más vírgenes de este tipo de propuestas.

De la otra vereda –lamentablemente- estarán aquellos que ya conocen la marca indiscutible del Cirque y que están acostumbrados a poner la vara tan alta, que como espectadores siempre exigiremos más.
Si han asistido a alguna de las propuestas que la Compañía ya ha acercado a Buenos Aires, entre las que se encuentran “Saltimbaco” “Alegría” “Corteo” o “Varekai” entre otros, “OVO” seguramente no generará ningún tipo de conmoción.

Primeramente porque el espacio elegido en esta ocasión, el Estadio Bicentenario de Tecnópolis- es tan gigante, que se pierde esa conexión con los artistas que bajo la carpa de los espectáculos anteriores, se proponía más calurosa y próxima.

Algunos números se evaporan casi por completo –y sobre todo para los más pequeños de la familia será difícil mantener la atención- en la inmensidad de un estadio que no se adapta a la propuesta de la compañía canadiense, que curiosamente no ha puesto reparos en montar su espectáculo en un espacio donde los sectores de las localidades han quedado “desperdigados”, menos integrados y con amplios sectores en blanco que generan un efecto de distanciamiento que no favorece al desarrollo del espectáculo.

Sin embargo, sabemos que Cirque hará lo imposible para llamar nuestra atención y nuestros sentidos. Aunque la mayoría de los números circenses están aferrados en este caso a un esquema completamente tradicional y sin un despliegue creativo como ha sucedido en otros espectáculos, el punto fuerte de “OVO” es el de la estética conceptual con la que ha sido concebido este espectáculo.

Un huevo gigante, un nacimiento, un origen abre esta nueva entrega completamente dedicada al mundo de los insectos.

Así como Pixar había concebido el mundo bajo tierra en el película “Bichos” o Dreamworks había hecho lo propio con “Antz”, ahora la directora brasileña Déborah Colker, también autora y coreógrafa del espectáculo, nos traslada al imaginario microcosmos de una comunidad de insectos, en un despliegue de color y de sonidos, que logra ser atractivo y cautivante, transportándonos al interior de un jardín, de un bosque o de una selva.

En este caso la puesta se construye con dos actos y un intervalo, siendo la “vedette” del primer acto, justamente el cuadro con el que abre el espectáculo: seis hormigas que juegan con su comida. De esta forma, kiwis, hojas, frutos y unos choclos van pasando de una hormiga a la otra, desafiando todas las leyes de gravedad y tentando un delicado equilibrio.

En el segundo acto, indudablemente el que más llama la atención es el número que se realiza sobre la cuerda floja, donde una araña negra, personificada por el chino Qui Jiangming, hace una rutina con destrezas realmente asombrosas, increíbles.

Obviamente, este espacio tan abierto de Tecnópolis, le quita contundencia y proximidad, pero lo que realiza el artista es tan asombroso que logra sortear, inclusive, este inconveniente.

Visualmente el cuadro final con langostas rebotando en la cama elástica y trepando por las paredes (otro de los clásicos del Cirque, que hemos visto por ejemplo en “Quidam” cuando los acróbatas entraba y salían de las ventanas de un edificio que se erigía en el medio del escenario), escapando de otros insectos amenazantes con su textura en rojo y negro, es un digno cierre para el espectáculo con un gran despliegue visual y grupal, sumamente tentador.

Como nexo entre cada uno de estos cuadros, una Mosca azul competirá con un Escarabajo violeta por el amor de la Vaquita de San Antonio, y el trío pondrá la dosis de humor y clown que existe siempre en cada uno de los espectáculos de la compañía.

Particularmente para “OVO” la propuesta humorística queda muy por debajo de las incluidas en otros espectáculos, con un esquema que luce demasiado monótono y previsible, sin la chispa y la ductilidad de los anteriores y con una participación algo excesiva dentro de la totalidad del show.

Acompañado por una dulce música de bossa nova de fondo y la dulce voz de la cantante Julia Tazie, este nuevo montaje encuentra su punto más alto en el colorido y creativo diseño de vestuario que logra impactar visualmente y transportarnos a este particular mundo de los insectos.

Para quienes se acerquen al Cirque por primera vez, seguramente saldrán maravillados, porque aún sin ser uno de sus espectáculos más imponentes, el irremediable efecto hipnótico está siempre presente.

Los que ya sean asiduos y fieles concurrentes a sus espectáculos y mucho más aún, quienes hayan podido verlos en algunas de las puestas que la Compañía tiene en el exterior en sus shows residentes, seguramente después de ver “OVO” quedarán algo decepcionados y con ganas de más, porque debajo del artificio visual y estético, esta nueva entrega luce falta de riesgo, emoción y contundencia.


OVO por el Cirque Du Soleil
Autora, Directora y Coreógrafa: Deborah Colker
Directora Creativa: Chantal Tremblay
Funciones hasta el 30 de Junio en el Estadio Bicentenario de Tecnópolis (en distintos horarios)

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