Crítica: SHELLEY

1/9/16

Por Fer Casals

Hay un pequeño atisbo de película de género en «Shelley», pero la eficacia de la historia reside en establecer una trama atrapante antes que los elementos de terror -y sus tropos e influencias- se muestren.

Louise (Dorrit Petersen) y Kaspar (Peter Christofferson) viven en una casa sin electricidad en medio del campo, sin recepción para celulares, rodeados de huertas orgánicas y -por supuesto- el siempre ominoso bosque. Esta austeridad es retratada como una elección que sólo los muy privilegiados podrían darse el lujo de tomar. La rumana Elena (Cosmina Stratan), es contratada para ayudar a la recuperación de Louise de un aborto involuntario. Las mujeres se convierten en amigas, lo que lleva a Louise a pedirle a Elena algo muy especial…

La película del iraní Ali Abbasi no contiene ni un solo jump scare, es todo construcción de una atmósfera inquietante de miedo y duda. Es una visión con clase del subgénero que podríamos llamar «película de terror con embarazo» que a menudo cae en el gore, además Abbasi imprime al guión de una sutil crítica social que subyace constantemente.

La película está dotada de un cuidado diseño de sonido, que mezcla los ruidos ambientales del agua, el bosque y el viento con la música amniótica de Martin Dirkov en un efecto casi subliminal. Añadan a todo esto las dos perfectas actuaciones de Petersen y Stratan y el resultado es una película casi perfecta en su desarrollo y ejecución.

Por supuesto, el filme puede leerse de manera simplista como una especie de cuento en contra de la idea de la maternidad subrogada, una sugestión basada en la fe sobre un poder superior que ha considerado que una persona no deba ser madre, y las consecuencias de tratar de «engañar» a la naturaleza. Sin embargo, la especificidad de las acciones y el entorno en el que se desarrollan los personajes complica esa interpretación, mezclando en la licuadora temas de derecho y clase social.

En todo caso esa confusión sólo hace al suspenso más potente. Los orígenes del mal que plantea el guion siguen siendo un misterio, y la pregunta de quién exactamente está siendo castigado, y para qué permanece abierta. En la trama retorcida de «Shelley» la biología es la moral, y la maternidad es lo suficientemente sagrada para justificar cualquier maldad.

9.5 de 10

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