Por Guido Rusconi
Si bien existen muchos cineastas que poseen un estilo visual muy marcado, en el que solo basta unos pocos segundos de una escena para identificar una de sus películas, casi ninguno llega al nivel de Roy Andersson, quien lleva impreso en cada uno de sus fotogramas su particular sello. Oriundo de Suecia, el director comenzó su carrera en los sesenta, hace ya más de cincuenta años, en principio haciendo cortos y saltando a la pantalla grande en 1970, con A swedish love story. Sin embargo, a lo largo de todos estos años solamente ha dirigido seis largometrajes, cuatro de los cuales fueron después del año 2000. Mayormente se ha dedicado a la dirección de comerciales en su país natal, casi todos ellos con el mismo estilo tan característico, el cual una vez visto, ya resulta inconfundible por la manera tan estática y pulida de presentar el mundo que quiere retratar.
Su último largometraje, About endlessness, puede ubicarse dentro de una serie de películas de índole muy similar llamada The living trilogy, en la cual se encuentran Songs from the second floor (2000), You, the living (2007) y A pigeon sat on a branch reflecting on existence (2014). Estas cuatro películas comparten muchos tópicos y ciertamente una imagen que tiene la firma de Andersson, una marca registrada que se ha encargado de perfeccionar con el paso del tiempo y que a los 77 años lo ubica con un estilo único dentro del cine europeo. Son estéticamente muy similares y fáciles de confundir entre ellas si se las saca de contexto: todas se componen por un puñado de escenas que representan viñetas de la vida mundana. Aquí nos podemos encontrar con un padre ayudando a su hija a atarse los cordones, o bien con un sacerdote que lentamente empieza a perder su fe en Dios y debe seguir haciendo su trabajo. A menudo vemos personajes que ya no nos volvemos a encontrar durante el resto de la película, y muy pocas líneas narrativas se retoman, pero lo estrictamente original del cine de Andersson no es mostrar las vicisitudes de la vida cotidiana, sino más bien la manera en que lo hace. La lente bajo la que enfoca estos episodios aislados e inconexos nos da la sensación de que estamos observando una pintura cobrar vida. Todas las escenas están filmadas en un plano secuencia y sin movimiento alguno de la cámara, por lo que también puede sentirse un dejo de teatralidad en estas viñetas, que el espectador debe encargarse de explorar con la mirada cada detalle que haya en pantalla.
Basado ligeramente en Las mil y una noches, About endlessness es narrada desde la perspectiva de una mujer que sobrevuela nuestro mundo como una suerte de espíritu y comunica aquello que observa. Estas escenas responden con frecuencia a situaciones mínimas y a priori insignificantes, pero es justamente allí donde Andersson encuentra la esencia de la vida. Esto no quiere decir que sea una película solemne en su tratamiento de la condición humana, sino todo lo contrario. El sueco pinta a la sociedad con claras intenciones satíricas, recurriendo en muchas ocasiones al absurdo, con un humor que genera incomodidad, a la vez que alterna escenas cómicas, con otras que pueden llegar a ser emocionalmente desgarradoras. Pero aquí la comedia y la tragedia son dos caras de una misma moneda, dejando en claro que el sufrimiento y la alegría pueden estar solo a unos pocos segundos de distancia.
Otra de las particularidades del cine de Roy Andersson (a esta altura es evidente que no se puede hablar de esta película sin hablar de su estilo en general) es el trabajo que realiza con actores no profesionales. Siendo una de sus influencias cinematográficas el neorrealismo italiano de Vittorio De Sica, Andersson toma de este movimiento de mediados del siglo XX la pretensión de mostrar al hombre común, utilizando caras desconocidas y poco identificables con las que el público puede fundirse. Por supuesto, a esto se le agrega una dosis de artificio que es común a toda esta gran obra: los personajes de las viñetas están maquillados de manera casi cadavérica, siendo tan pálidos y grises que se ven aunados en esta gran maraña que es la raza humana. La artificialidad también se pone especialmente de manifiesto cuando tenemos en cuenta que todo lo que se ve en pantalla en About endlessness es hecho en un set de filmación, sin acudir en ningún momento a locaciones exteriores, por más que varias de las escenas sucedan al “aire libre”. Andersson y su equipo de producción le dedican mucho tiempo al armado de estos sets, llegando incluso a tardar dos meses en montar una sola escena, ya que también utilizan trucos de perspectiva (los sets son construidos a partir de la posición de la cámara) que terminan por posicionar a su cine como una verdadera artesanía.
Dentro de los aspectos menos favorables de la película, nos encontramos con una duración de solo 76 minutos (su trabajo más breve), que puede llegar a resultar insuficiente por momentos para lograr transmitir la sensación de tedio y resignación que caracteriza su universo. Al haber más de cincuenta escenas, es de esperar que algunas no estén a la altura del panorama general que ofrece la película, siendo olvidables o menos significantes en el gran esquema que se construye. Por otro lado, es poco probable que About endlessness apele a un público masivo, lo cual no significa que sea difícil de entender por su profundidad filosófica, sino que bien puede pasar como un representante del cliché de cine europeo, pretencioso y lento, si se espera que posea un ritmo rápido y vertiginoso.
En definitiva, Roy Andersson propone una visión de mundo que oscila muchas veces entre lo ridículo y lo penoso, mostrándonos lo más íntimo y grandilocuente del entramado social en cantidades iguales. Esta especie de aleph borgeano que son sus películas tienen una naturaleza pictórica que es deudora de artistas como Pieter Bruegel y Edward Hopper, y a través de ellas logramos espiar estas escenas que a menudo nos harán llegar a una conclusión que ya sabíamos pero que nos cuesta aceptar: no es para nada fácil ser humano.
8 de 10
