MONSTERS OF ROCK 1999: RECUERDOS DE AYER Y HOY (Y PARA SIEMPRE)

El (recontra) pasado 14 de mayo se cumplieron 21 años de la quinta edición de este festival con sello internacional. A poco más de dos décadas de aquel suceso revisitamos la fecha en que Metallica contentó a todos y Sepultura convenció a pocos. Además, un Almafuerte que apareció en tiempo de descuento y el aguante de Catupecu Machu.

Por Gonzalo Ciampa

En los albores de marzo de 1999 los medios especializados confirmaron las visitas de Metallica, Sepultura y Marilyn Manson para el 14 de mayo en Vélez, dando lugar a lo que sería un nuevo Monsters of Rock, el festival nacido en Inglaterra en 1980. El número local corría por cuenta de Catupecu Machu. Y Rob Zombie, que en principio iba a ser de la partida, había optado por no bajar a Argentina y continuar girando con (los por entonces abanderados del nü metal) Korn por los Estados Unidos.

La expectativa era más grande que el (estadio) José Amalfitani, y no era para menos. Hetfield, Ulrich y compañía regresarían por primera vez desde aquel doble debut que consumaron en 1993 en Vélez, a caballo del Black Album; Sepultura caería renovado -con Derrick Green en la voz, tras la partida de Max Cavalera- y con nuevo disco bajo el brazo (Against); para Manson sería su tercera visita, en tiempos de Mechanicals Animals. Por su parte, los Catupecu tendrían por delante el desafío de abrir la jornada y salir a rockear frente a un público más homogéneo, distinto al que acostumbraban tener en sus shows.

¡Cambio, referí!

A fines de abril se cambió la locación. No iba a ser el estadio de Vélez quien celebrase de forma consecutiva el evento (el 12 diciembre de 1998 había pasado por allí la cuarta edición, con Iron Maiden a la cabeza), sino que el mismo se pasaba a River debido a que el equipo de Liniers había clasificado a los cuartos de final de la Copa Libertadores y tenía que jugar en su cancha el miércoles 12 de mayo, a solo dos días del festival. Nada grave, excepto por la distribución y la capacidad del estadio (River es mucho más grande), lo cual obligó a reorganizar ubicaciones dentro de la cancha, según los sectores ya adquiridos por el público.

¡Otro cambio, referí!

Marilyn Manson, que estaba a punto de presentarse por tercera vez en el país (ya lo había hecho en 1996 y 1997), canceló su gira. Ergo, se bajó del Monster. ¿El motivo?: la denominada -y lamentable- Masacre de Columbine, ocurrida el 20 de abril de 1999, donde resultaron asesinadas 13 personas (12 alumnos y un profesor) tras los disparos perpetrados por Eric Harris y Dylan Klebold. ¡¿Whats?!

A raíz de las acusasiones que recibió Manson por parte de sectores religiosos, sociales y políticos ultraconservadores -que buscaron culpables en la música, los videojuegos y las películas violentas para justificar dicha matanza-, “El Reverendo” suspendió los conciertos que tenía por delante. Para ellos, sólo para ellos, Manson era uno de los culpables por el hecho de ser un transgresor, deshojar biblias en sus conciertos y autoproclamarse como el Anticristo superestrella.

La mala noticia fue publicada cuando restaban menos de dos semanas para el festival. ¿Había tiempo para suplantar al creador de “The Beautiful People” por otro artista internacional? No. O quizás sí, pero en ese entonces la producción apostó por el metal vernáculo.

Almafuerte venía de llenar Obras Sanitarias el Día del Trabajador (1° de mayo), atravesaba una etapa de franco crecimiento y, además, había colaborado en la banda sonora de la película “El Visitante” -estrenada el 8 de abril de 1999- con una canción homónima. Todo eso.

Y aunque Ricardo Iorio y sus muchachos se sumaban al Monsters en tiempo de descuento, los afiches publicitarios llegaron a exhibirlos (como era debido).

Metallica, Sepultura, Almafuerte y Catupecu Machu.

Ahora sí.

En la tarde del 14 de mayo el sol todavía estaba presente para cuando comenzó a sonar “Todo pasa, toda queda”. Catupecu Machu abrió la jornada frente a unos pocos miles que, en su mayoría, iban copando el campo de River. Apoyados en lo que era su único trabajo de estudio por aquel entonces, los hermanos Fernando y Gabriel Ruiz Díaz y Miguel “Abril” Sosa pisaron el acelerador y no frenaron hasta el cierre. En el medio, insultos varios, sí. Parte de la monada -que no entendía la propuesta- desparramó su tiempo gritándoles boludeces; ellos, aún más enérgicos, tiraban “Calavera deforme” y “La Polca”, entre otros temas. Para el final, el campo saltando al ritmo de “Dale!” les dejó a los Catupecu una positiva y merecida despedida.

Aún no había caído la noche para cuando Almafuerte pisó las tablas y le dio rienda suelta a su música con “Almafuerte” y “Triunfo”. Iorio -por entonces con su bajo a cuestas- y los suyos pasearon su repertorio por canciones de Mundo guanaco y Almafuerte, saltando por completo su placa Del entorno. Sonaron, entre otros temas, “Del más allá”, “Niño jefe” y “Dijo el droguero al drogador”. Desde el vamos, la propuesta musical de Almafuerte, con sus marcadas diferencias y todo, era más afín a lo que restaba por venir. Lo más novedoso -para ese momento- apareció poco antes del final de la mano de “El Visitante”, canción que tiempo después sería editada en su placa A fondo blanco. “Tú eres su seguridad”, de Hermética, marcó el final y le abrió paso al tramo internacional.

Con nuevo disco y nueva voz, Sepultura retornaba a la Argentina luego de tres años. Atrás habían quedado los recuerdos de los últimos shows en Obras en 1996, en tiempos de Roots, con un Max Cavalera al frente del mejor exponente de heavy metal que emergió de Latinoamérica y trepó a escala mundial.

Ahora, en la noche de River, faltaban Max y su guitarra con cuatro cuerdas, pero el renovado Sepultura, con Derrick Green al frente, apretó los puños y desde el vamos salió a comerse la cancha con temas nuevos como “Against”, “Choke” y “Rumors”. Quizás la preponderancia de sus nuevas músicas dentro un set relativamente corto (poco menos de una hora)  apuntaba a darle más fuerza a Greene, que no la tenía fácil.

Temas como “Arise” y “Troops of Doom” recordaron parte de los 90 y los 80, respectivamente, y sacudieron un poco a la calma que yacía en el campo, pero esa noche los sentimientos hacia Sepultura estuvieron cruzados. La banda no escatimó en fuerza y energía y sonó violenta, pero los muchachos del público ya extrañaban a Max.

No es fácil reponerse luego de la partida de un cantante. Son pocas las bandas que logran mantener su nivel de audiencia tras semejante cambio, y aún más cuando ya han atravesado un período de consolidación y éxito.

Hacia el final, un tal Jason Newsted subió al escenario con guitarra en mano para engordar el sonido del grupo nacido en Belo Horizonte, compartir “Refuse/Resist” y “Territory” -nada más y nada menos- y encender a un público sosegado. “Roots Bloody Roots” fue la campanada final.

El paso de los brasileños por el Monters dejó un sabor agridulce, dentro de una etapa que marcó el renacimiento de uno de los grupos más importantes de la escena.

¿Puede una banda sonar fuerte y prolija a la vez? Cuando el kick del bombo se siente en el pecho y el sonido de la guitarra te peina la peluca, estás frente a una aplanadora. No hay vuelta que darle. Y eso fue Metallica en su primera visita a River, en tiempos de Garage Inc. (1998).

Apenas se escuchó el riff de “Breadfan”, River explotó. Y cuando el estadio no terminó de sorprenderse, apareció “Master of Puppets”, como si nada. Si “Fuel”, “The Memory Remains” y “Bleeding Me” hicieron cantar a más de 40 mil personas, ¿tenía sentido seguir quejándose de Load y Reload?

Es sabido que todos los grupos (los más clásicos, sobre todo) poseen temas inamovibles en sus setlist. Metallica no le escapa a eso, pero en esta gira, además de eternas joyas como “Wherever I May Roam”, “Sad But True”, “One” y “From Whom The Bell Tolls”, se pudo disfrutar de perlitas tales como “Of Wolf and Man” y “The Thing That Should Not Be” y de un atronador “King Nothing”.

Newsted gritó el último estribillo de “Creeping Death” y erizó los pelos hasta de aquellos que transitaban por la avenida Figueroa Alcorta. La presencia del bajista que se mantuvo por más de catorce años en el monstruo llamado Metallica siempre le brindó otra estética a los shows de la banda, muy distinta a la que acuñaría Robert Trujillo años más tarde.

El infaltable -e inamovible- “Enter Sandman” apareció casi en el cierre (a diferencia de su primera visita, que lo tuvo como apertura), para recordarles a todos con qué canción Metallica escaló al punto más alto del podio mundial del heavy metal. Lugar que nunca más abandonó.

A minutos del final, miles de personas entonaron parte de “Seek & Destroy”, pero los cuatro jinetes no hicieron concesiones, aunque sí amagues: unos pocos segundos del sencillo que integra Kill ‘Em All y nada más. Porque el cierre le correspondió a “Battery”, para cerrar bien arriba, de manera apoteósica y, de todas formas, “matarlos” a todos.


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