TEATRO: Crítica de «El Mago de Oz»

Por Sergio Héctor Misuraca

Sigue el camino amarillo, que detrás solo habrá ilusión. El cuento célebre de Frank Baum se ha llevado a la cartelera teatral infinidad de veces. Pero la adaptación para argentina de Billy Bond y Daniel Vila tiene la adaptación de las letras a cargo de ni más ni menos que de Fito Paez y 35 artistas en escena y 7 músicos.

El musical del Coliseo no ha escatimado en recursos. La puesta en escena abunda en efectos especiales, experiencias 4d, una escenografía impecable y hasta regalos para los niños convirtiendo el espectáculo en un delirio visual que lamentablemente es todo lo que tiene para darnos.

Los niños la pasan bien y sí es por eso podríamos decirle a la producción del Mago de Oz que si la intención era plantear un infantil no hacía falta que preparasen una puesta al estilo Broadway si después deciden no explotar al máximo los talentos musicales ni trabajar demasiado lo actoral. Se trata de la obra para niños más cara de la cartelera actual, pero definitivamente es tan desprolija en los artístico, que otras obras con mucho menos recursos tienen mucho más para brindarnos.

Varios son los desaciertos que suceden a lo largo del espectáculo. Empezando por un programa tríptico cuya fotografía está robada de un musical de afuera en la que solo han agregado a Sofía Morandi.
Las actuaciones quedan deslucidas por la cantidad de efectos y recursos repetitivos que distraen todo el tiempo al público de niños voraces por interactuar con los protagonistas. Así , durante la obra, encienden las luces varias veces, para guiar a Dorothy al camino amarillo ( a través de la alfombra roja del teatro, que ni siquiera se dignaron en plotear de amarillo), para repartir manzanas ( sí, paran la obra para que los niños se peleen por recibir una manzana), para tirar globos, para repartir anteojos y hasta el sonido ni se escucha cuando arrojan la nieve, porque los motores de la máquina suenan más alto que los micrófonos.

En varias ocasiones pareció que hacían playback, las voces aparecían distorsionadas al punto de escucharlas poco reales.

Las interpretaciones por momento parecían divertidas, sobre todo las de los personajes del León y el Espantapájaros. Pero el lenguaje musical requiere otra cadencia, que aquí desentonaba porque por momentos parecían actores animando una fiestita infantil más que personajes de una historia. La pereza actoral se nota cuando al actor se le permite relajar su personificación al punto de mantenerse con un vocabulario llano, bien argento, dejando caer el relato y la estética de la obra. En este sentido, vemos varias veces usar el recurso de cantar temas conocidos en vez de interpretar canciones originales. Estos vicios hacen que lo que presenciamos se asemeje más a un infantil con efectos que a un musical.
Pero la cereza del postre se la lleva, sin dudas, Débora Dib, una artista brasilera que reemplaza en las segundas funciones a la talentosa Natalia Cociuffo, a quien lamento no haber podido ver. La decisión de darle el papel de la bruja a una artista de afuera que, salvo cuando canta, no se le entiende nada cuando habla, es de las desprolijidades más grandes que he visto a nivel de dirección.

El mago de oz es una linda historia que contar porque habla de la voluntad humana, la autoestima y la fuerza interior. Los sueños son posibles porque nosotros somos capaces de conseguirlos. El mensaje se lo debemos al autor, el espectáculo argentino es una forma pomposa de contarlo y una fiesta para niños, que solo van a buscar una ilusión.


ELENCO

Sofi Morandi – Dorothy

Franco Masini – Hojalata

Natalia Cocciufo – Bruja Verde

Manuela Del Campo – Bruja Buena

Fede Coates – Espantapájaros

Juan Denari – El Mago de Oz

DIRECTOR RESIDENTE: Guido Pietranera

DIRECTOR ORIGINAL: Marcio Yacoff

DIRECCIÓN GENERAL PRODUCCIÓN: Andrea Oliveira

DIRECTOR GENERAL: Billy Bond

MÚSICA: DANIEL VILA Y BILLY BOND (ADAPTADA POR FITO PAEZ)

Teatro Coliseo – Marcelo T. de Alvear 1125

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