TEATRO: Crítica de «TRASTORNO»

Por Guadalupe Farina
Fotos: Bernabé Rivarola

Sin dudas, Pompeyo Audivert es, hoy por hoy, uno de los máximos referentes de la escena argentina contemporánea, dueño de una estética propia que ya es su marca registrada. En sus últimos trabajos tomó obras no tan transitadas de los dramaturgos de la época de oro del teatro rioplatense y las pasó por el tamiz de su particular estilo. En 2014 fue el turno de Muñeca, de Armando Discépolo; en 2017, de La farsa de los ausentes, una versión de El desierto entra en la ciudad, de Roberto Arlt; y ahora, en el Centro Cultural de la Cooperación, estrenó Trastorno, que versiona El pasado, de Florencio Sánchez.

Naturalista, como todo el teatro de Sánchez, el eje dramatúrgico de la fábula está puesto en el determinismo de clase e incluso biológico, con muchísimas reminiscencias del melodrama. Es eso lo que retoma la dupla creativa de Audivert y Andrés Mangone y exacerba hasta llegar al grotesco, en un código de actuación alejado de todo realismo que tiene como principal recurso la interpretación de personajes femeninos por hombres.

Así, Audivert da vida a Rosario, la madre de una familia oligárquica que esconde un crucial secreto sobre su pasado, que vuelve en el presente para perturbar la vida de Emilio (Juan Manuel Correa), uno de sus hijos, impidiéndole la felicidad de un matrimonio por amor. El silencio cómplice de su primogénito, José Antonio; la inocencia de la hija mujer, Silvia (Ivana Zacharski); la malicia de Tití (Julieta Carrera), la enfermera y la rancia ideología de la abuela Mameca se conjugan para dar cuenta de la degradación moral de esa familia, pero también de una clase social entera.

En una composición plagada de sutilezas, la Rosario de Audivert maneja absolutamente todos los hilos, fabricando engaño tras engaño para no enfrentar la verdad ominosa que podría destruirla. Mientras, Emilio hace el camino del héroe trágico: del desconocimiento absoluto al saber. Pero esa anagnórisis huye de la tragedia y se instala cómodamente en la tragicomedia, alimentada fundamentalmente por el oficio de Audivert y por la precisión clownesca de Carrera.

El habla poética alejada de lo cotidiano, los cuerpos en primer plano, la expresividad exacerbada, los tonos ocres de la iluminación, la música de violín en vivo y los objetos típicos del “mundo Audivert” dan paso a lo siniestro. Un espejo donde ver la realidad deformada, un piano y una mesa con botellas de alcohol para dar cuenta del estatus social, una silla con ruedas para permitir el movimiento y un baúl como inevitable metáfora de lo que se esconde es todo lo que irrumpe en un espacio que está siempre en absoluto equilibrio, en el que las distancias entre los actores acrecientan la tensión constantemente.

“Un culebrón metafísico”, reza el subtítulo de la obra y, como en los buenos culebrones, la verdad sobre el ser llegará recién al final y, quizá también, la redención.

En definitiva, con una historia potenciada por un código actoral que ya es la marca registrada de Audivert y con actuaciones más que destacables, Trastorno potencia el texto original de Sánchez y se constituye en un espectáculo teatral imperdible de la cartelera porteña.


Trastorno se presenta los viernes y sábados a las 20 horas en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543-CABA).

Ficha técnico artística

Autoría: Pompeyo Audivert
Sobre textos de: Florencio Sánchez

Actúan: Pompeyo Audivert, Julieta Carrera, Juan Manuel Correa, Pablo Diaz, Fernando Claudio Khabie, Fernando Naval, Ivana Zacharski

Diseño de vestuario: Julio Suárez
Diseño de escenografía: Pompeyo Audivert, Lucia Rabey
Diseño de luces: Leandra Rodríguez
Música original: Claudio Peña
Fotografía: Bernabé Rivarola
Asistencia de dirección: Marta Davico, Mónica Goizueta
Producción ejecutiva: Marta Davico, Mónica Goizueta
Dirección: Pompeyo Audivert, Andrés Mangone

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