Por Matías Vitali
Con un elenco de atractivas estrellas, y sobre todo, de profesionales de la comedia, se estrena una obra que fue un rotundo éxito en Londres y que aterriza en Buenos aires para su temporada de verano, de la mano de un debutante director Nicolás Cabré.
La obra en cuestión es “Tom, Dick y Harry” de los hermanos Cooney. Su elenco está compuesto por Mariano Martínez, Bicho Gómez, Yayo Guridi, Mercedes Oviedo, Gabriela Sari, Jorge Noya, Rodrigo Raffeto y María Valenzuela. La premisa es bastante simple, pero por demás atractiva: Una pareja, Linda y Tom, desea adoptar a un niño, por eso están preparando y dejando todo perfecto en la casa para la visita de la representante de la agencia, la Sra. Potter, que es quien decidirá por el sí o por el no. Con tan solo imaginar la situación de esta premisa ya comienzan a construirse las tensiones dramáticas que servirán a la narración de esta historia.
Lo que sigue ya lo podemos imaginar y es el elemento clave y esperado de toda comedia: todo va a salir mal. Linda deja muy en claro que no quiere la presencia de los hermanos de Tom, es decir, de Dick y de Harry, pues al parecer, y lo iremos comprobando, son dos seres inmorales, desacatados y algo impresentables que podrían arruinarlo todo. Y claro… ¡aparecen!
Los primeros enredos comienzan a tejerse alrededor de esa indeseable presencia. Pero todo irá complicándose aún más cuando uno de ellos revele que trajo de contrabando decenas de cajas de whisky y de celulares, y cuando el otro exponga un alocado plan para, en teoría, ayudar a su hermano a comprar la casa. Es entonces que un cadáver queda a la vista en el jardín de la casa y la crisis situacional estalla. Y entonces tendremos la tan gozada situación de puertas, personajes urgidos y en problemas, entrando y saliendo por diferentes lados, intentando ocultar una cosa y luego la otra, desesperación, absurdo y risas, y más risas.
En ese sentido, el diseño espacial y la espectacular escenografía sirven excelente al vodevil moderno, y el elenco está más que a la altura de la propuesta. El ritmo y la velocidad, intercalados por gags, generan situaciones que despiertan carcajadas en el espectador. Se adivina en el texto un cierto margen de improvisación que el bicho Gómez y Yayo saben muy bien capitalizar. Toda la experiencia de estos humoristas está puesta al servicio del código de la obra. Sin caer demasiado en chistes bajos, sexistas o racistas. Aunque algún que otro chiste basado en la descalificación física huele a innecesario.
Mariano Martínez puede desarrollar su protagónico desde el humor, un registro actoral que le sienta muy bien y que lo lleva adelante con comodidad. Es interesante la progresividad de decadencia en el personaje. Mercedes Oviedo encuentra su lugar en la segunda parte de la obra, trabajando de manera impecable su estado de hartazgo y nerviosismo. María Valenzuela hace un trabajo notable utilizando esa energía característica de su registro actoral, encausada hacia una composición precisa, limpia y divertida. Yayo y Gómez son los que manejan a la perfección la comedia manejándose correctamente en la acción sin desdibujar la construcción de sus personajes.
El resto del elenco, acompaña muy bien y saca provecho de sus momentos escénicos logrando destacarse cuando la obra lo habilita. No obstante, la subtrama de la mafia, aunque ensamble bien en el todo del relato, es la que más se presta a confusiones e imprecisiones. Pero esa responsabilidad recae en algunos desaciertos de la adaptación dramatúrgica y la dirección. Sin embargo, Cabré parece haberse movido cómodamente en su nuevo rol, pues la obra evidencia una precisión de relojería que es necesaria para el género. El ritmo y la velocidad son acertados. La dirección supo muy bien cuando acelerar y frenar el relato. El trabajo menos interesante es tal vez el del diseño lumínico, pues las luces se limitan a alumbrar la escena en vez de complementar la narración.
Tom Dick y Harry es una comedia que no pretende ser más de lo que es. Y desde ese lugar habría que consumirla. Cierta profundidad y metáfora del texto ciertamente se podía haber potenciado, pero el equipo creativo decidió no hacerlo y por el contrario, optó por quedarse en la superficialidad que, de todos modos, la obra en si misma posee. El público que busca este tipo de propuestas de puro entretenimiento se sentirá en presencia de una acertada elección. Por momentos es inevitable reflexionar de qué nos reímos cuando nos reímos, qué es lo que nos causa gracia, qué extraña diversión tendrá el ver a una cara famosa gritando como cierta telenovela de antaño, cuán necesarios son algunos guiños, etc. Pero todos esos cuestionamientos son inútiles y por fuera del marco de la propuesta porque, al fin y al cabo, indiscutidamente la obra cumple con creces su objetivo primordial que es entretener y hacer reír a un público que encuentra lo que va a buscar. Una propuesta simple pero eficaz que regala un buen momento de diversión, correctamente ejecutado y defendido por profesionales que se superan a sí mismos con mucha entrega.