Crítica: EN EL COLUMPIO


3/8/17


Por Natacha Mell


La vida en el pueblo de Berreta, un pueblito perdido, que podría ser cualquiera de los que languidecen en nuestra Argentina. Allí la agobiante rutina, la quietud, y el aburrimiento, llevan a los habitantes a preguntarse por su existencia, muchos a soñar con irse en busca de horizontes más promisorios y otros a aferrarse a esa vida que es la de siempre y que no quieren cambiar.

Un pueblo donde se conocen todos, vida y obra; y donde los muertos empiezan a ser más que los vivos. De hecho la acción comienza mientras se lleva a cabo un velatorio. Tres personajes, dos hermanos, Marita y Rubén, y una amiga, Nelly, se columpian en una plaza mientras se cuestionan sobre la existencia, la vida, el amor y los sueños. La quietud del pueblo se contrapone con el dinamismo de la hamaca. Metáfora de las posibilidades del vivir.

El espacio posibilita en sí mismo la reflexión, y es un gran logro de la puesta de esta obra escrita y dirigida por Micaela Fariña. Es un sitio en construcción que cambia permanentemente por el movimiento del columpio, jugado en múltiples posibilidades, en una coreografía que articula a los tres actores. Sumado a esto, el minimalismo de la escenografía que con pocos elementos va creando el territorio de la acción. Cajoneras, ropas, y algunas cosas más nos definen los lugares que recorren o habitan los personajes. Y más aún, son los actores los que con tizas van dibujando habitaciones, ventanas, o caminos, generando una magia especial en la imagen. Proponen desde lo sumario y uno va entrando en el juego, recreando ambientes que en realidad no están construidos más que con la idea, y a su vez son proyecciones de sus estados de ánimo y sentimientos.

A su vez, se plantea en escena una simultaneidad de acciones. Mientras los personajes van llevando la línea principal de narración, en otro lugar se realizan tareas rutinarias, como vestirse, o pensar, o mirar por la ventana, situándonos en su cotidianidad.

Catalina Collardin (Marita), Gastón Filgueira Oria (Rubén) y Viviana Ghizzoni (Nelly) interpretan personajes queribles con algo de estereotipo. Marita está resignada; Rubén se debate entre ser buen hermano o seguir sus deseos; y Nelly se niega a envejecer sin sueños.

Es una historia pequeña, no es pretenciosa, ni plantea enormes tragedias, pero nos sitúa en aquellos actos que nos conducen hacia adelante o nos tiran para atrás. Son aquellas decisiones diarias que tomamos las que hacen que nuestro devenir cambie. La trama nos ubica allí, en el momento en que una elección puede modificar la vida para siempre.

Una muy buena la interpretación de los actores, un diseño lumínico justo y sugerente, y una puesta en escena jugada, sensible y a la vez metafísica, hacen de esta obra una excelente elección para disfrutar y pensar.

8 de 10


Ficha artístico-técnica
Dramaturgia: Micaela Fariña; Actuación: Catalina Collardin, Gastón Filgueira Oria, Viviana Ghizzoni; Vestuario: Wanda Siri; Escenografía: Lucila Rojo; Diseño de luces: David Seiras; Realización De Herrería: Elmo Gustavo Picasso; Fotografía: Antonela Peccorelli; Diseño gráfico: Bárbara Delfino; Asesoramiento musical: Charly Valerio; Asistencia de dirección: Pato Fabian; Prensa: Boca En Boca; Dirección: Micaela Fariña
Duración: 60 minutos
Jueves 21 horas
EL ESTEPARIO TEATRO – Medrano 484 – Almagro – Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


 

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