Hablamos con la escritora Ana Moglia, con la reedición de su novela, La Ruta de los sueños, damos un paseo por las letras. En tiempos de pandemia y reflexión siempre mejor estar con un libro en mano.
Entrevista: Valeria Massimino
¿Cómo y cuándo nace la historia del libro?
La historia nació cuando me prestaron una revista de temas rurales y en la portada había una fotografía con tareferos, es decir con trabajadores de la yerba mate. Allí, recuerdo que dije: «Esta es la historia del próximo libro, acá es… Tengo que escribir una historia romántica con la vida de los yerbateros». Esto pasó al mes de haber salido publicada mi primera novela «Al otro lado del océano», en 2012. Fue un flechazo, a partir de ahí, entendí lo que significa esa expresión.
Se acaba de reeditar, contanos como fue la decisión…
En realidad, la reedición de «La Ruta de los Sueños» fue una cuestión de editoriales; una decisión entre la editorial en la que empecé (El Emporio Grupo editorial y PLANETA) y entiendo que así debe ser. Hay que dejar que de algunas cosas se ocupen quienes deben hacerlo y uno estar atento, obviamente, pero «cada uno en su rol».
¿Cómo ves la industria editorial en tiempos de pandemia?
Lo percibo difícil pero como en todos los rubros hay que darle para adelante y creo que todos (hasta en lo personal) tenemos la capacidad de reinventarnos y buscar caminos alternativos. Historias hay, los escritores seguimos escribiendo y todos, en general seguimos leyendo. Nos faltan los eventos, los extrañamos; eran momentos muy entrañables para los escritores. Yo hacía, prepandemia, sobre treinta presentaciones al año y eso me falta, lo extraño, extraño el contacto con los lectores que son el tesoro más grande pero como suele decirse, ya pasará. Hay que rogar que tengamos salud.
¿El futuro son los libros digitales?
Quizá sí, no te digo que no, pero el libro de papel es un objeto valiosísimo para muchos (me incluyo). Nada, pero absolutamente nada se compara a ver un libro que amás en tu biblioteca.
¿Un consejo para jóvenes escritores?
Humildad, ante nada para seguir aprendiendo durante todo el camino. Podría decirte más pero con esa sola palabra alcanza y sobre. ¡Si no se la tiene, la caída es en picada!
Ping Pong
¿Un libro?
La agonía y el éxtasis de Irving Stone (La vida de Miguel Ángel Buonarroti). Era lectora, pero a partir de este libro me hice lectora voraz.
¿Una película?
Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, Eastwood, 1995)
¿Lugar ideal para vacaciones?
El mar.
¿Un/a político?
¿De mi país? ¡Ninguno! No ha aparecido alguien que me conquiste por su inteligencia, ética, humildad, capacidad, etc.
¿Una mujer?
Mi madre. Después de que falleció, entendí muchas cosas, pero se transformó en el ángel que me cuidó cuando atravesé un cáncer, entre otros ángeles que lo hicieron como mi esposo y mis hijos que, gracias a Dios, tengo a mi lado.
¿Un miedo?
A que alguien de mi familia sufra. Miedo a no poder disfrutar de su felicidad. A que se me pase por delante lo más importante y luego sea tarde. Lo he visto, lo he escuchado en otras personas cuando dicen «cuando me jubile… cuando termine esto voy a dedicarme a mis hijos, a mis nietos y luego simplemente, ¡es tarde!
¿Si pudieras retroceder en el tiempo a qué hecho histórico irías?
Si fuera a un histórico mío, te diría mi infancia. Tuve una infancia increíble, me divertía como loca, jugaba a la maestra, a la secretaria, a la vendedora… ¡Fue increíble! ahora si hablamos de un histórico bien entendido, quizá me vaya a la época colonial, eso de las «tertulias», las mujeres compartiendo té mientras bordan, lo cortejos… (onda Susanita jaja)
¿Un momento?
Cuando nacieron Ana Paula y Lorenzo.
¿Creés en Dios?
Sí, pero sin fanatismos. Lo peor que me puede pasar es que me presiones. Si yo no creyera en Dios no sé dónde estaría parada pero no me gustan los extremos, me molestan. No pasa por ahí la cosa. Hay que estar en los zapatos del otro. Yo las pasé y creo más que nadie y rezo todos los días, pero no hay que cegarse, hay que rezar más y hablar menos, en algunos casos o mejor aún, rezar más, actuar más y hablar menos.
¿Una META?
Obviamente, ser feliz y vivir tranquila con mis seres queridos. Gracias a Dios no soy de los que tienen y cuando tienen quieren más, terminan no viviendo. Y luego, bueno, nobleza obliga: que mis libros lleguen a todo el mundo y, si nos ponemos pretenciosos -como dije en alguna otra entrevista-, que se conviertan en película. ¡Todo puede suceder!