NI CON PERROS NI CON CHICOS

MATRIMONIOS Y ALGO MÁS

Con partitura y texto de Fernando Albinarrate, el reconocido director teatral Javier Daulte incursiona por vez primera en la dirección del género musical. Lo acompaña un cuarteto de solventes intérpretes de la escena musical porteña.

 Por Paola Jarast

En la sala Orestes Caviglia el clima es festivo y el ambiente elegante. La pieza que allí transcurre abre con la visita de un periodista a la viuda de Charles Laughton, Elsa Lanchester (Laura Oliva). El joven (interpretado por Dennis Smith) se acerca a ella con interés en realizar un documental con cariz de homenaje sobre la vida del difunto (Omar Calicchio) y su abordaje del trabajo actoral.

Laughton fue un afamado actor y director de cine y teatro.  Su esposa, Elsa Lanchester, fue una actriz también británica catapultada a la fama  por su papel en La novia de Frankenstein (1935).

Elsa conocía la homosexualidad de su marido, y ambos acordaron permanecer juntos a fin de no perturbar a la bienpensante sociedad británica y posteriormente al conservadurismo de Hollywood. Juntos sortearon las tormentas del escándalo,  unidos por el afecto mutuo y su pasión por la profesión actoral.

Como dato curioso, la frase que le otorga el título a dicho musical nace de un comentario de Alfred Hitchcock, que dirigió a Laughton en La posada de Jamaica Agonía de amor. Manifestó el maestro Hitchcock: «Nunca se te ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton», expresión que fue acuñada por otros colegas.

Observa Daulte: “Todos nos dejamos distraer por los perros y por los chicos, impidiéndonos muchas veces ver lo esencial”. Entre los interrogantes que el prestigioso director propone se encuentran el lugar del perdón en nuestros vínculos amorosos, y las renuncias que estamos dispuestos a hacer en pos del bienestar de nuestros seres queridos.

Uno de los méritos de Daulte radica en el  hecho de que los números musicales hallan su razón de ser en Ni con perros ni con chicos; aquí las canciones funcionan como desprendimientos naturales del texto, que lo dota de vigor y vitalidad.

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Verónica Pecollo ideó coreografías que son puro deleite visual, y los cuatro intérpretes logran una precisión de movimientos prodigiosa.

El texto de Albinarrate, de gran profundidad emocional, pone de relieve la renuncia de Elsa y su dolorosa aceptación de la sexualidad de su esposo, a quien resuelve proteger del escrutinio externo.  La Elsa que compone Oliva transita la complejidad emocional de su personaje de modo visceral y conmovedor.

Calicchio, renombrada figura del género musical, es dueño de una presencia escénica y una voz pasmosas. Y a dúo con Oliva ambos son verdaderamente explosivos, especialmente en el número En vos encontré mi Edén.

Cada uno de los actores tiene su momento de lucimiento. El de Smith es el de la interpretación del tema No digas que no, en el que insta a Charles a sucumbir a sus deseos más íntimos.

Sin embargo fue la joven Daniela Pantano, que encarna a la asistente de Elsa,  (en el rol que otrora interpretaba Julieta Nair Calvo, estrella del firmamento musical porteño) quien se adueñó por completo de mi mirada. Sus sentidas interpretaciones de La noche del cazador y el villancico (momento que transporta al espectador a la época navideña) dan cuenta de una intérprete refinada y sensible y que en lo personal me remitió a la dulzura de Florencia Otero.

Pantano y Smith encarnan con frescura a jóvenes deslumbrados por la cercanía a los grandes artistas. La franqueza de la admiración que sienten por sus mayores enternece. Al finalizar la función a la que concurrió esta espectadora, los actores fueron ovacionados de pie. Sospecho que no será la última vez.

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