TEATRO: Reseña de ‘Esas que no’

Por Matias Vitali
Fotos: Martin Dichiera

Se acaba de estrenar en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636. CABA) Esas que no, con dramaturgia de Brenda Bonotto y dirección de Antonela Scattolini Rossi, protagonizada por la autora y Sol Montero. 

Esas que no es una hermosa perla, con una estética cuidadísima, y con una delicadeza plasmada en su realización que acaricia suavemente al espectador a pesar de la intensidad de los temas tratados. Los mismos se deslizan sutilmente hacia la audiencia, sembrando algunas inquietudes y reflexiones acerca del paso del tiempo, del desesperado intento por permanecer, o mejor aún, de eternizarse. 

La historia nos presenta a dos hermanas muy distintas y muy iguales a la vez, que luchan por sobrevivir como pueden a su realidad inmigrante. Dos mujeres decididas a ejecutar sus sueños, por más imposibles que parezcan. Ambas intentan no poner en pausa sus ambiciones mientras cuidan de su madre enferma, mientras se aferran a ver vida donde ya no la hay. 

En cada escena el titulo dialoga con la acción. Nos vamos preguntando esas que no… ¿qué? ¿Son aquellas que no pueden ponerle la misma energía al ensayo de un personaje? ¿Esas que no pueden ponerse de acuerdo? ¿Esas que no van a tener éxito? ¿Las que no van a seguir juntas? ¿Esas que no seguirán el mandato? ¿aquellas dos mujeres que no deberían atreverse a tanto en una época complicada para ser mujer? A decir verdad, ¿cuándo fue o será fácil ser mujer? Esos disparadores nos hacen tener una reflexión activa a medida que los caminos de estas dos hermanas avanzan inexorablemente hacia su destino. La obra aborda varios temas existenciales, pero la mirada sociológica sobre la época y el rol de género es inevitable.

La forma en la que está contada la obra es un espectáculo en sí mismo, a través de diferentes cuadros musicales (muy bien insertados y orgánicos, acaso el mayor logro de esta puesta) nos van trasladando a un imaginario sensorial muy placentero. La técnica y las voces de las actrices son impecables. Se aprecia el enorme trabajo vocal de ambas. Sus personajes fluyen con verosimilitud dentro del código perfectamente armado y organizado por la dirección. Un acierto enorme es como las actrices, seguramente guiadas por Antonela, logran crear un lenguaje muy propio que escapa a las convenciones ya demasiado vistas de cómo interpretar a una inmigrante italiana. Hay un “decir” en la composición de estos personajes que es delicioso. Todo recrea una atmosfera placentera donde el tiempo vuela.

Apenas un aspecto interrumpe un poco el ritmo, y es la decisión de la puesta de privilegiar la estética de los vestuarios por sobre la funcionalidad de los mismos, sintiéndose algo exigidos tantos cambios de vestuario. Cambios que, por un lado, colaboran a dar la sensación de belleza y espectacularidad y que son realmente hermosos pero que, por el otro, se vuelven un arma de doble filo que puede atentar contra la fluidez de la acción. Un detalle que resalta precisamente porque la obra es perfecta en todos los demás sentidos. 

La dramaturgia conduce al público hacia un clímax y una escena final que las recordaremos por siempre. Un desenlace emocionante que eriza la piel y que deja un vacío que necesitamos llenar con nuestras propias reflexiones. Esto último es irónico, pues la obra en su totalidad te deja la sensación de plenitud. Uno sale de la sala agradecido de haber visto un material tan sensorialmente potente, tan bien interpretado y dirigido, que dan ganas de avisarle a toda la comunidad que no se la pierda.

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