TEATRO: Reseña de PRECOZ

Por Marcelo Cafferata
Fotos de Sebastián Freire

Uno de los principales desafíos de llevar otra novela corta de Ariana Harwicz al teatro, es el hecho de poder dar voz a todos los personajes. Quien haya atravesado la prosa de esta particular escritora argentina radicada en Francia sabe que, justamente, se distingue por sus relatos en primera persona que, a modo de monólogos, van dando cuerpo a la historia.

En “PRECOZ” (texto que en cierto modo cierra la trilogía iniciada por las adaptaciones de “Matate, amor” con Érica Ricas y dirección de Marilú Marini y de “La débil mental”), la adaptación que quedó a cargo de Juan Ignacio Fernández, logra el cometido de construir una dramaturgia que desdobla el texto en sus dos protagonistas. Así vemos en el escenario a estos dos seres perdidos: una madre desocupada y su hijo adolescente, expuestos a un vínculo que juega siempre al filo de la navaja, al borde de su propio abismo, generando una dependencia toxica, que va ganando en intensidad a medida que discurre el texto y se encarna en los dos personajes. 

Harwicz una vez más pone en juego el verdadero deseo que mueve a su protagonista femenina, rompiendo los cánones tradicionales, desarmando todas las estructuras sociales y los mandatos morales que pesan, en este caso, sobre la idea de la maternidad. 

Volviendo sobre el personaje protagónico de una película recientemente estrenada, “La hija oscura”, podemos ver que ella misma se define como una madre antinatural, calificativo que perfectamente podría calzarle a la protagonista de “PRECOZ”, quien intenta encontrar su propio lugar dentro de la estigmatización y el señalamiento social por una elección de maternar de una forma diferente.

Lo más nutritivo y complejo del texto, es esta mirada libre de juzgamientos que construye la autora, sobre una madre que no quiere/puede cumplir con ninguno de los roles sociales a los que supuestamente debe ajustarse. Esta deconstrucción del instinto maternal que sirve como disparador para describir el vínculo filial en el que además, se permite coquetear con el conflicto edípico más la tensión erótica y se anima, incluso, a indagar sobre los límites de la sanidad mental y la locura. 

El delicado equilibrio en el que se mueven estas dos criaturas dentro de un entorno tan vulnerable como hostil sumado a la violencia institucional que despliega un Estado que se muestra agresivo para con ellos, hace que no exista un solo lugar seguro en donde puedan hacer pie (la escuela se presenta como un terreno pantanoso donde la madre no puede contener y en el que ambos comienzan a hundirse sin poder encontrar una salida) y que, de esta forma, vayan acompañándose, tan precariamente como pueden. 

La presencia del novio de la madre y cada una de sus apariciones en el texto, viene a poner en peligro ese frágil balance, presentándose como ese tercero en discordia que genera una mayor tensión y que intenta romper con esa triangulación, dentro de un vínculo madre-hijo que por momentos genera cierto rechazo, bordeando lo marginal y lo peligrosamente simbiótico. 

Pero el texto tiene zonas tan ricas que, una vez que se desdibuja la delgada línea de madre-hijo y el personaje femenino en conflicto, la directora Lorena Vega con sus acertada marcaciones hace que el espacio que contiene a estas dos criaturas extraviadas ceda el paso a lo pulsional y que, a pesar de todo lo que van atravesando los personajes, pueda más ese impulso vital que los empuja a seguir sosteniéndose. 

Además de una puesta con pocos elementos escenográficos donde el poder de la palabra y el lenguaje del cuerpo juegan un rol fundamental, Lorena Vega cuenta para su puesta con dos composiciones completamente entregadas y que no le temen a la visceralidad y el riesgo.

Por un lado, Julieta Díaz se muestra precisa en los  desbordes de su personaje, encontrando el tono exacto para recorrer todas las tonalidades que le propone el texto con momentos marcadamente diferentes. A su lado, Tomás Wicz, indudablemente uno de los mejores actores de su generación, hipnotiza desde la primera escena, se apodera de su personaje, con un lenguaje corporal que va expresando los estados de ánimo cambiantes pasando de un adolescente quebrado, casi aniñado, hasta momentos de una profunda confusión y violencia.

El trio Díaz / Wicz / Vega toman este enorme desafío y entregan esos momentos de teatro que son únicos jugando con la potencia de cada una de las palabras.

“PRECOZ”

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Dumont 4040
Santos Dumont 4040 – Jueves, viernes y sábados 20.30 horas

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