CINE: Reseña de ‘NOPE’

Ante a las trampas de un show voraz, instinto vital

La nueva película de Jordan Peele no es la tercera parte de “Huye” y “Nosotros” pero sí se nutre del espíritu de cada una de ellas: que el elemento psíquico del terror sirva para desmantelar el set de una realidad que atemoriza, de la que somos culpables y víctimas los seres humanos. En esta cinta: lo mejor y lo peor del cine, la crítica racial y la espectacularización al servicio de las relaciones comerciales y de poder.

Por Antonella Morello

En los primeros segundos de escena, aún presentando los logos de las productoras asociadas, oímos las risas de lo que parece ser un programa de televisión. Voces de fondo que se van alarmando en una advertencia, y finalmente, cuando la cámara nos deja ver: una mujer yace tirada en el piso. De ella sólo queda un zapato, que se resiste a toda fuerza de gravedad caprichosamente sostenido de forma perpendicular, como si un hilo evitara que se caiga. En la habitación, el chimpancé comprueba -una vez más- que ella no se mueve. Su cuerpo peludo -vestido de niño- está manchado de sangre. Se quita el bonete que lleva en la cabeza; no hay nada que festejar. Pero en el silencio, Gordy percibe algo y lo encuentra. Mira de frente a la cámara y desde las butacas nos sentimos descubiertos. Advierte que no está solo.

Por definición, el miedo es la »sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario«, también el sentimiento de desconfianza que nos lleva a pensar que sucederá la peor de las probabilidades de lo que pensamos. Y aunque ambas se ajustan a aquello que les va sucediendo a los personajes, en el universo del director Jordan Peele, el miedo son los lugares a donde la mente no quiere ir: ser el único negro en una casa de barrio de blancos (“Get out”, 2017, ganadora del Oscar a Mejor Guión Original), recibir la visita de un invitado idéntico a vos (“Us”, 2019), volver al hogar cuando queda el vacío atormentador de perder a un padre en no más de unos minutos. Estamos, entonces, ante una película de miedo.

“¡Nop!” (“Nope”, en su inglés original) es la tercera cinta del director, y como muchos medios se encargaron de precisar, no es la continuación de sus films anteriores. Lo que generalmente se tiende a creer por su estilo como cineasta, es decir esos mismos elementos que definen y trazan algo íntimo entre sus obras: contar una historia desde un terror psicológico que nos interpela del otro lado de la pantalla, y haciendo del elemento siniestro la metáfora o el recurso para representar problemáticas sociales. Y sabemos que cuando descubrimos a los monstruos en nuestro mundo real, es cuando más miedo tenemos, ¿o no? 

Con ese sello que a su vez tiene en común la elección de títulos cortos, Peele definió su lugar en la industria del cine. Un cine ¿históricamente hecho por blancos?

Pregunta que el director pone en cuestión desde el ingenioso argumento de su película. Con la idea de que sus protagonistas, los hermanos O.J (el ganador del Oscar, Daniel Kaluuya, quien repite su trabajo con Peele) y Emerald (Keke Palmer) Haywood son descendientes del jinete que captó Eadweard Muybridge en lo que se conoce como de los primeros fotogramas del séptimo arte. Legado desde el que los personajes intentan mantener a flote la herencia en forma de negocio familiar: criar caballos que utilicen en películas, series y publicidades.

— “¿Sabían que la primera secuencia de fotografías para crear una película fueron dos segundos de un hombre negro a caballo?”— cuenta Palmer en la piel de Emerald y sobre este datito curioso el director abre una de las tantas líneas de sentido que hace tan brillante a “¡Nop!”.

Pero volvamos al principio. Tras una insólita tragedia, los hermanos evalúan cómo continuar con el negocio familiar. A todo esto, su vecino (interpretado por Steven Yeun) que ya les compró varios caballos, les propone que le dejen a la venta el terreno completo. Y hasta acá, aún no pareciera que la escena del principio, la conversación con este personaje y la tragedia de los hermanos esté relacionada. 

Pero si hay otro punto que hace a esta película -y por supuesto a la mirada aguda de su director- es que ningún detalle está puesto porque sí. Hasta el elemento más pequeño, se retoma.

Una vez dentro de la casa y evaluando qué hacer con el legado de papá, los hermanos notan en el cielo algo que provoca relinchos espantosos y espanta a los caballos, algo que se mueve y a su paso consume la electricidad. Allí en medio de la nada y ante la posible visita de un ONVI, los Haywood ven la oportunidad: registrarlo y ganar dinero con ello. Y con todas esas piezas de un rompecabezas que se va uniendo de forma atrapante y virtuosa, arranca el conflicto de la película y esta reseña empieza a tener SPOILERS.

Como decíamos, “¡Nop!” es creativa en su modo de contar y se arriesga en las decisiones que toma, como toda cinta de género. Está dividida en episodios -que llevan el nombre de los animales de la historia como los caballos y el chimpancé Gordy- elemento que le da la sensación de película continuada como las antiguas, lo que reafirma la intención de su director de homenajear (y con otros recursos también discutir) el cine.

En su composición el film ironiza sobre el espectáculo yankee (sus sitcoms, programas y medios) en tiempos que nos encuentran frente a la sobreabundancia de lo audiovisual (como en las redes, donde pareciera que si no está allí no sucedió realmente); denuncia la explotación en varios sentidos y cuestiona: ¿cómo se mueven los personajes afroamericanos en ese contexto?

La película es inteligente en todas sus decisiones. Porque Peele no sólo logra que nos atrape y nos impresione de arranque, sino que además que su historia sea tridimensional. Debajo (guiño) del elemento fantástico, nos habla también de las relaciones familiares: ¿cómo les afecta a los hermanos la muerte de su padre? ¿cuán diferente sienten la misma tragedia? ¿Era el hombre por el que O.J expresa lealtad o aquel del que Emerald recuerda su falta de atención?

Es así que la mirada cumple un rol central. Primero, porque en una película de terror, los planos detalle y los juegos de cámara son claves. Pero además por dónde están puestos los ojos: en el cielo o en el evitar el contacto visual, el gesto de protección de O.J a Emerald; el cine como forma de representación; y a la vez si miramos el espectáculo equivocado corremos el riesgo de distraemos de lo que como humanidad nos atraviesa.

La capacidad de lograr varios géneros en una misma cinta, también es un logro. No es sólo de suspenso, ni únicamente un drama, tampoco puramente de ciencia ficción, y hasta por momentos parecía ser un western (aunque el director asegura que sólo tomó detalles). 

Esto le permitió al director discutir la figura de “héroe”. Porque si pensamos una vez más en la historia del cine, existe lo que se conoce como el “salvador/a blanco/a”, esa figura que viene a resolver los conflictos de por ejemplo las comunidades afroamericanas (ejemplos van desde “Help”) pero se aplica a toda clase de problemáticas sociales. Lo que ubica a una vez más a determinados personajes en un rol hegemónico y a otros en el escalón de quienes siempre necesitan ser rescatados (y más aún, por alguien ajeno a su lucha).

¿Por qué digo que se discute esta idea? Porque en “Nope”, el Ángel Torres de Brandon Perea es un latino (otro colectivo relegado en el mundo) que le agrega cierto condimento de humor a la película, y fuera de este personaje, cada blanco que aparece en escena, entorpece. El día lo salvan sus protagonistas.

Si bien en el cine se ve claramente a los animales como víctimas del show, la ironía del film es fina al representar el espectáculo tras bambalinas. Al mostrarnos el decorado, se pueden ven los hilos: cómo nosotras y nosotros del otro lado de la pantalla también podemos ser esa criatura en el circo.

Así entramos a otro tema crucial: la criatura. Si nos remontamos a años atrás, la literatura y el cine estuvieron enmarcadas por esta clase de historias: pensemos en “King Kong” (de Merian Cooper, 1933), “La Bella y la Bestia” (el cuento de tradición oral que data por 1740 tomado por Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve), Moby-Dick (de Herman Melville 1851), o “Tiburón” (de Steven Spielberg, 1975). Relatos que denuncian la avaricia humana, reflexionan sobre la amenaza y el amor.

Elementos que están presentes en “¡Nop!” que constantemente -y de forma muy sutil- plantea las relaciones de poder y la dicotomía amor-miedo entre los animales y los seres humanos. Cómo y a quién devoramos o nos devoran.

Desde que O.J entiende qué es a lo que se enfrentan, la película cobra, a mi parecer, otra dimensión. Al plantear la posibilidad de domesticarlo, aparece la alternativa a justamente todo lo que el film denuncia: cómo las compañías se enriquecen ante los hallazgos, cómo de alguna forma la sociedad se divide entre cazadores y presas, lo que en esta película al estar protagonizada por afroamericanos le da un tinte social aún más profundo en la lucha de derechos de este colectivo.

Y acá me pregunto, ¿existía acaso otro final para la criatura? ¿O de otra forma hubiera quedado patética su resolución? Esa dualidad que Peele muestra sugiriendo cómo nos relacionamos los seres humanos con los animales -”nuestros mejores amigos”, y los que no vendidos como alimento o que merecen ser eliminados como muchos insectos- de la que es imposible no sentirnos interpeladas e interpelados. Más aún cuando Gordy incluso después de un hecho tan espantoso, es capaz de expresar un atisbo de humanidad.
Con menos de una semana en cartelera, “¡Nope!” se alza como una de las grandes películas del año. Un título que, como asegura su director, referencia a films blockbusters (los más taquilleros) pero que principalmente logra nombrar todo aquello a lo que dicen no, a lo que a simple vista no parece tener lugar y a nuestra reacción de no poder creerlo. Historia que cambian sus protagonistas.

9 de 10

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1 Comment

  1. Me gustaron las dos anteriores del director. Seguro está la veré 🙂. Buena reseña revista Meta 🤓📝

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