Por Matias Vitali
Sound of freedom es la nueva película del cineasta Alejandro Monteverde. Tuvimos la oportunidad de asistir a su pomposa Avant Premier, repleta de astros de la televisión argentina, con una resonante convocatoria de prensa. Es que esta película, por encima de su análisis artístico, está envuelta en una polémica de gran revuelta internacional. No ahondaremos en esas controversias porque las mismas alejan y ponen en segundo plano lo más interesante de este material audiovisual que es su poderoso mensaje y su temática: El tráfico sexual infantil.
La historia es casi una biopic de acción y suspenso de Timothy Ballard, un activista y ex agente del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. La narración se inicia con una niña cantante cuya familia es engañada, convenciéndoles de presentar a la pequeña a una agencia que desarrollaría su carrera. Para ello es convocada, junto a otros tantos niños, a una sesión fotográfica en la que no se permite la presencia de los padres. Para el momento en el que éstos debieran ir a buscar a sus hijos, ya no los volverían a encontrar. Acto seguido se nos introduce al protagonista, Tim Ballard, y a partir de ese momento la perspectiva de este personaje no va a soltar más la película, generando así uno de los problemas que presenta Sonido de libertad, que es subrayar en exceso la intención de posicionar a Ballard como un héroe, logrando eclipsar el padecimiento de las víctimas.
Descubrimos entonces que Timothy se dedica a desmantelar organizaciones pedófilas y que lleva adelante una tarea que cada vez le resulta más difícil de afrontar por las atrocidades que va descubriendo. Cuando un niño rescatado le hace prometer a Tim que encontrará a su hermana, este ya no podrá volver a ser el mismo y se comprometerá con la causa, aunque ello implique correr un gran riesgo estando por su cuenta, y abandonar todo, incluso a su propia familia. Más héroe no se puede. Las peripecias se intensifican cuando intenta infiltrarse en esa red en Colombia llegando a los límites de la supervivencia.
La pieza se luce mucho en sus aspectos técnicos a pesar de ser relativamente “chica” en cuanto a presupuesto, siendo esta considerada una película independiente. Las actuaciones están muy bien, Jim Caviezel se destaca en una interpretación comprometida emocionalmente. Aunque pareciera haber estado muy limitado por ciertas decisiones del director que no potencian su capacidad, si no que vuelven a sus recursos algo monótonos. Se intuye que Jim, podría haber dado mucho más, pero la intención del filme de glorificarlo lo limita un poco. De todos modos, emociona y despliega su experiencia. Algunos trabajos brillan más que otros, pero el que no logra convencer es el de José Zúñiga que, siendo el padre de la niña raptada, uno esperaría más profundidad y emoción.
El guion está muy bien estructurado, y el ritmo es muy llevadero, siendo una película de dos horas que no se siente como tal. Los diálogos no son brillantes. Algo que no le suma es que posee un “falso clímax”: cuando creíamos que el personaje había atravesado su prueba más dura, todavía quedaba un último acto, y el que debería ser el verdadero clímax queda un poco pobre de acción y adrenalina. Aunque esté un poco desaprovechado, ese desajuste no llega a aburrir.
Algo que decididamente le sobra a la película es la bajada religiosa, bastante acentuada. Las cosas por las que le alcanza la polémica no contaminan ni se ven demasiado en el filme, pero sí que esa redundante visión religiosa opaca el mensaje, le quita objetividad y la posibilidad de que llegue con más fuerza. Al fin y al cabo, es una cinta de ficción que se vale de recursos narrativos para comunicar algo y no un documental. Se la ha acusado de lucrar con una temática demasiado sensible. Pero haber asistido a la mencionada Premier y haber tenido la oportunidad de ver y escuchar al mismísimo Tim Ballard de la vida real (que fue invitado al evento), cambia la perspectiva al respecto.
Lo que se siente de parte de sus implicados, es un verdadero compromiso en el mensaje y en echar luz a la temática. El director explicó su proceso creativo, el productor hizo lo mismo, Ballard con su micrófono contó en primera persona lo que significó su experiencia. Todo esto aleja todo cuestionamiento ficcional que pueda hacerse sobre el objeto artístico y pone en balanza todo aquello sobre lo que la película pretende reflexionar. Es un filme bueno, entretenido, sensible y fuerte, pero que no deja lugar a la imaginación. Todo está dado y explicitado. Y aunque pueda tener sus desaciertos, algunos más graves que otros, como el vincularla tanto a lo religioso, conviene darla a conocer a la comunidad y difundirla porque es una película necesaria y que interpela. Quizás por ello esté resultado un éxito de taquilla, de críticas y de opinión popular. El mensaje y la urgencia social desplazó un poco, esta vez, la excelencia estética y artística.
Tengo ganas de verla! se generó controversia alrededor de esta película, espero no sea todo marketing