Crítica: EL SEÑOR GALÍNDEZ

Por Fer Casals

Escrita en 1973 por el dramaturgo Eduardo «Tato» Pavlovsky, figura emblemática del teatro comprometido, «El Señor Galíndez» revive en la puesta de Daniel Loisi con una versión actualizada que cobra una relevancia inusitada en el contexto político actual.

Como Hitchcock que colocaba a sus asesinos en medio de la más normal cotidianidad, Pavlovsky nos muestra a dos torturadores perfectamente adaptados a la sociedad. Fuertemente anclada en la patología psicológica de estos personajes, la obra formula preguntas acerca de la obediencia debida, la perversión y la aceptación social de estas conductas.

«El Señor Galíndez» se nos presenta en escenas que viajan de la normalidad a la incomodidad sin respiro, Daniel Loisi que además de componer a uno de los torturadores, dirige la acción apuntando directamente a la carnadura de los personajes y si bien se permite pinceladas de humor, el horror está siempre latente, a punto de explotar.

Los dos torturadores esperan la llamada del fantasmal Galindez para escuchar de su boca las órdenes acerca del «trabajo» que deberán realizar, la aparición de un aprendiz del «oficio» pondrá una bomba de tiempo entre los protagonistas que hará eclosión con la llegada de dos «paquetes». Con esta premisa la obra nos propone un recorrido demoledor al abismo del alma humana.

El teatro de Pavlovsky -se sabe- tiene una profunda dimensión política y esta obra en particular nos interpela sobre la institucionalización de los represores y la formación de cuadros parapoliciales protegidos bajo ideologías abyectas.

Christian Heredia interpreta visceralmente a uno de los torturadores en una actuación intensa tanto física como psicológicamente en la que se presenta en constante estado de amenaza. Fernando Luga tiene el difícil de rol de interpretar a un personaje que parece alimentarse del abuso para construir desde allí un monstruo en ciernes. Los personajes de Giselle Deguisa y Laura Manzaneda también sufren la transformación que la sorpresa del horror les tienen preparada, en una puesta semicircular y sin escenario que pone al espectador en medio -casi literalmente- de la acción, lo cual le impide permanecer ajeno a la historia.

«El Señor Galíndez» parece volver siempre, en teatro y en la vida real. Cuando vemos a genocidas recibir prisión domiciliaria o desfilar a quienes atentaron contra el orden democrático, el arte -una vez más- nos ayuda a recordar, a estar atentos y a no bajar los estandartes nunca más.


El Señor Galíndez se presenta los viernes, 21:30hs. en el Teatro Punto Arte. Bonorino 274 Esq. Alberdi. CABA.

Declarada de Interés Cultural en la Ciudad de Mar del Plata y en la Ciudad de Buenos Aires, por iniciativa del Legislador Alejandro Bodart del MST quién también creó el proyecto para  la declaración de Ciudadano Ilustre de Eduardo Pavlovsky.

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