Crítica: SANGRE DE MI SANGRE

29/7/16

Por Fer Casals

13698158_1194624687224339_8508543362322522995_oEl director italiano Marco Bellocchio regresa a las pantallas nacionales con «Sangre de mi Sangre» una película conducida más por sus temas que por su trama. Dividida en dos partes bien diferenciadas, pero unida por los mismos actores. La primera mitad de la película se desarrolla en el siglo 17 en el pueblito de Bobbio y cuenta la historia de Benedetta (Lidiya Liberman), una joven monja del convento, acusada de brujería y de pactar con Satanás. El hombre de armas Federico Mai (Pier Giorgio Bellocchio) asiste a su juicio, que se lleva a cabo por el padre Cacciapuoti (Fausto Russo Alesi).

La segunda mitad vuelve a Bobbio pero en la actualidad, donde el convento es ahora una prisión decrépita habitada en secreto por el Conde Basta. El Inspector de Hacienda y estafador Federico Mai (otra vez Pier Giorgio Bellocchio), junto con un millonario ruso tratan de adquirir el convento, pero las negociaciones están estancadas por el Conde Basta y un extraño grupo de ancianos, similar a una logia masónica, que están en control del pueblo. Ah, además son vampiros.

Bellocchio vuelve a los temas que sabe que puede afrontar mejor: la abrumadora y maléfica influencia de la religión sobre la sociedad, la naturaleza corrupta del capitalismo, la violencia intrínseca en el acto de obedecer y el rol totalitario de las jerarquías políticas neoliberales.

El sentimiento de injusticia que experimenta el espectador mientras ve la primera parte de la película es absolutamente carnal, y también sugiere, cuando la película pasa a la actualidad, que la misma clase de injusticia está sucediendo hoy en día y no parecemos darnos cuenta o no nos importa.

Si la primera parte funciona como una parábola, la segunda es una sátira con un demoledor golpe de efecto. El Conde Basta se esfuerza por mantener la vida social y económica de Bobbio y a sus ciudadanos bajo el control de su Fundación, y al hacerlo, destapa, en beneficio de la audiencia, los mecanismos de dicha estructura de poder: el fraude, la evasión de impuestos y el soborno, claro.

Mantener a la gente en la oscuridad garantiza la obediencia social. Hay una brillante mención recurrente sobre Internet al respecto. Los vampiros de hoy son los mismos de ayer y sólo buscan una cosa: mantener el status quo.

Tenemos en claro que la Edad Media terminó, pero en realidad la película busca mostrar que estamos viviendo una versión contemporánea de esa forma de pensar. Bellochio construye una película amarga y necesaria sobre cómo el mal, la religión y la estupidez humana son imposibles de erradicar.

8.5 de 10

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