Crítica: THE ROCKY HORROR SHOW

22/4/17

Por Arturo LeBranca

Hace tiempo no presenciaba un musical que despertara tanto fanatismo en el público. Quizás tenga presente lo que fue Alicia en Frikiland –donde también formó parte el gran Roberto Peloni- o Casi Normales. Muy pocas veces sucede que la magnitud de una obra de teatro trae el vitoreo de canciones, merchandising, o la necesidad de verla las veces que sean posibles. Si mi memoria no escatima en lealtad, un fanático había visto setenta veces Casi Normales. Esto sucede sólo en el teatro musical.

El programa, en formato periódico, anticipa: “El show trata temas como sexo, drogas, rock & roll, adulterio, travestismo o aliens entre otros; si sos sensible a alguno de estos temas, quizás este no es el show para vos”. ¿Qué decisión marketinera limita la asistencia del público? El llamado a los curiosos. Uno entra al Teatro Maipo a ver qué onda y descubre una magia atípica: un homenaje al horror y ciencia ficción clase B.

Brad (Walter Bruno) y Janet (Sofía Ragone), son una pareja naif de enamorados, que piden ayuda en el castillo del Dr. Frank ‘N’ Furter (Roberto Peloni) luego de pinchar la rueda de su auto. Son recibidos por Riff Raff (Fede Coates) y Magenta (Ana Victoria De Vincentis), unos ayudantes exóticos. La tormentosa noche traerá situaciones extraordinarias, abducidas de romanticismo y benevolencia. El científico travestido absorberá sin límites lo que quiera de todos los que estén a su alrededor.

Peloni vuelve a posicionarse como un artista maleable y efectivo para cualquier rol que tenga que interpretar. Viene de estar dos horas caminando de rodillas con el excéntrico Lord Farquaad (Sherk, el musical) para volver al escenario con un asombroso calzado de taco. Quizás sea el personaje de su carrera por el parecido a Tim Curry y el tatuaje del brazo que remite a este musical. Es perfecto, todo lo que rodea el mundo de su Dr. Furter es impecable. El aplauso de pie para su trabajo es obligatorio.

Lo maravilloso de la función es la participación del público. Rompe la cuarta pared como una necesidad de integración. El público también es absorbido a ese mundo irrisorio. El programa tiene una Guía de Participación donde el público tiene qué decir, qué hacer, qué gritar y hasta cómo bailar en ciertos momentos. Hay uno de los pasos que advierte “no grites ni hables por fuera de las reglas”. Las reglas están para romperse. Solo una persona que vio más de una vez el espectáculo puede tener intervenciones válidas que complementen el show: el fanático.


Cada función tiene la participación de un reconocido artista que oficia de criminólogo, un alter ego que apoya cada escena de la obra. Para el re-estreno de esta segunda temporada, la presencia de Moria Casán fue antológica.
¿Quién puede superar su lengua karateka? No existe nadie como ella que entre y salga del escenario tocándose todas las partes del cuerpo. Moria asume una responsabilidad única de una forma inigualable. Hace propio el texto, lo ornamenta con latiguillos conocidos: “mucho chongo como nunca” o “¿qué se puede esperar de un burro más que una patada?”, entre tantos otros. Las carcajadas son una tras otra.

Moria debería ser convocada como la criminóloga oficial. El público tiene que disfrutar su presencia porque enaltece desde cualquier aparición. Claramente, siempre es funcional al show.

El elenco también lo es. Fede Coates crea una criatura entre Edward Scissorhands y el Tío Lucas (Los Locos Addams). Su voz crea magnetismo. Para esta vuelta, sube al escenario Ana Victoria De Vincentiis como Magenta, el rol que supo cumplir la sublime Melania Lenoir. Juntos crean una dupla vocal metálica. Tienen a su cargo las canciones de cancha que son marca registrada de este musical.

Maia Contreras descose el escenario con dos personajes que la posicionan como una de las grandes voces del musical. Mica Pierani Méndez se luce en un cuadro de tap. Ignacio Pérez Cortés crea un Rocky griego por su escultural fisonomía. Baila poco pero sorprende con su voz. La parejita naif, interpretada por Walter Bruno y Sofía Ragone, tiene momentos que son bien aprovechados. Bruno compone un Brad perfecto para él donde puede lucirse como quiere.

The Rocky Horror Show es disruptiva por todo lo que forma. Es un show musical que invita al público a formar parte de su locura. Es una gran apuesta interpelar a los espectadores a vivir como ellos. Quizás la variabilidad de condimentos hace que todo se vierta en una gran marquesina. Pero hay un poco más: aceptarse. Ser quién queremos ser sin complejos, asumir nuestros deseos inocentes o perversos. Vivir sin cadenas. Puede ser que no todo esté tan claro pero el público lo siente. Lo vibra. Esa es la razón por la que los fanáticos asisten disfrazados, pintados, con papel picado y boas de pluma. Por mi parte, es seguro que vuelva. Porque el musical tiene esas ganas de volver. De volver a ser parte de una nueva locura.

10 de 10


The Rocky Horror Show
Martes 21:15 | Teatro Maipo
Esmeralda 443 | CABA | Buenos Aires
Entradas desde $400

Ficha técnica:
Actúan: Roberto Peloni – Ana Victoria de Vicentiis – Federico Coates – Walter Bruno – Sofía Rangone – Ignacio Perez Cortes – Micaela Pierani Méndez – Maia Contreras – Luli Muiño – Lucas Gentili – Facundo Magrané – Mariano Condoluci – Julia Tozzi – Mercedes Vivanco
Dirección: Andie Say
Libro, música y letras: Richard O’Brien.
Traducción y adaptación: Marcelo Kotliar
Dirección musical: Mariano Cantarini
Supervisor musical, dirección vocal y arreglos musicales: Lorenzo Guggenheim
Coreografía: Alejandro Lavallén
Asistente de coreografía: Antonella Campaniello
Asistente de dirección: Laura Eslava
Diseño de escenografía: Ana Díaz Taibo
Diseño de iluminación: Gonzalo González
Diseño de arte y vestuario: Javier Ponzio
Asesor legal: Andrés Coll Areco
Stage manager: Alan Gejtman – Gina Solorzano
Producción: Victoria Saud – Estanislao Otero Vadéz – Nicolás Dal Farra – Andrés Coll Areco

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