TEATRO «El territorio del poder» con Leonardo Sbaraglia: El cuerpo como territorio de conquista.

Por Maximiliano Curcio

Tras su exitosa primera incursión en dúo hace algunos años, un espectáculo dedicado al escritor y periodista Rodolfo Walsh, la dupla Sbaraglia-Tarrés lleva a escena una experiencia sin igual dentro de la escena nacional, en donde se propone un recorrido tan oscuro y revelador por distintos desafortunados hitos de la historia de la humanidad. En esta nueva colaboración entre el actor y el músico, el público se encontrará con una singular producción basada en las principales ideas presentes en los textos “Masa y Poder” de Elías Canetti (ganador del premio Nobel de Literatura) y “Vigilar y castigar” de Michael Foucault, dos de las varias obras que inspiran al espectáculo.

Desde las prácticas represoras en la Edad Media, pasando por la atrocidad de los campos de extermino hasta llegar a las repulsivas terapias de electroshock, el espejo nos devuelve en su imagen la más cruda atrocidad de la que el hombre es capaz, desnudando la verdadera naturaleza de su condición. A lo largo de tiempos y lugares, un denominador común se repite con temibles repercusiones, instalándose en nuestro cuerpo e identidad: el afán de poder y dominación.

Polémica y cuestionadora, la obra se erige como una reflexión acerca de la tortura y la represión como forma de anular y castigar a quien piensa distinto, haciendo partícipes a aquellos que observan -en silencio-, permitiendo tales abusos. El cuerpo y la mente son presentados como campo de batalla, debatiéndose entre la libertad y la opresión. Un acto necesario para pensar en voz alta sobre el daño que se ha hecho a sí mismo el hombre a través de los siglos, en pos de imponer ideas, religiones y mandatos. Una conquista a cualquier precio, sólo por la ambición de dominación y poder.

En su concepción, el espectáculo demuestra que está dotado de una profunda y bienvenida inteligencia para estos tiempos. El espíritu de la obra capta al espectador, atrapándolo de principio a fin, a medida que las proyecciones en la pantalla -elegidas para acompañar los textos referenciados- enriquecen el mensaje: cómo el poder actúa sobre el ‘cuerpo’, sometiendo hasta lo más íntimo a la ‘conciencia’. Logrando pasajes conmovedores (como cuando se hace referencia a la última dictadura militar y a los desaparecidos), “El Territorio del Poder” se posiciona como una obra comprometida y subyugante. Ser partes de la experiencia requiere una toma de posición, su observación amerita una atención máxima. Bajo esta premisa, la dupla interpretativa desafía al espectador y le pone a prueba, exigiendo máxima concentración.

Tomando referencias de diferentes disciplinas de índole social y cultural (influencias que atraviesen el arte, la religión, la ciencia y la política) la obra muestra de forma contundente como el hombre ha marcado supremacía por sobre ‘los de su especie’, mediante el continuo ejercicio de la violencia y en sus formas más atroces: la metáfora ‘del León’ resume lo expuesto, generando en la sala un silencio conmovedor gracias al magistral pasaje interpretativo de Leonardo Sbaraglia. “El territorio del poder” es una muestra de lo horrorosamente latentes que están las prácticas de sumisión que a diario nos rodean.

Así lo explica Fernando Tarrés, director artístico de la puesta en visuales y sonido: “Si bien el texto pone en evidencia una faceta descarnada de la persona humana, la obra rescata una veta de luz y optimismo y Sbaraglia en escena es, en definitiva, un hombre aferrado a los últimos vestigios de humanidad que canta su canto esperanzado y nos devuelve la fuerza y la voluntad de creer en el hombre, que en definitiva es capaz también del heroísmo, de la virtud, de la búsqueda y la creación” (fuente 
Alternativa Teatral).

En este sentido, la virtud principal que presenta el original planteo del espectáculo es la sincronía de la música con la palabra y las imágenes: es superlativo el pasaje mundialista que apela al fútbol como pasión de multitudes y el ‘doble mensaje’ que hace referencia a los desaparecidos. La versátil labor de Sbaraglia y sus representaciones de diferentes personajes -a medida que los relatos van cobrando vuelo- otorga una carga dramática muy profunda, generando múltiples disparadores acerca de la condición humana y ciertas conductas atemporales que se reflejan en hechos que vivimos y repetimos históricamente.

Leonardo Sbaraglia, mediante extensos monólogos, expresa con sutileza y maestría un notable equilibrio entre la lectura del relato y la actuación en la interpretación de los textos, una labor por demás demandante. El actor, dotado de un inmenso y camaleónico talento, va mutando a medida que el show va completando sus diferentes tramos, adoptando posturas corporales, gestos faciales y timbres vocales de una sutileza cuya intensidad genera un tenso equilibrio entre el significado de la palabra dicha y el simbolismo evocado de su representación, invitándonos a un viaje sorprendente y mágico a lo largo de todo el espectáculo.

Sbaraglia explica acerca de cómo encarar la labor interpretativa «En relación a lo que va ocurriendo con la voz, los sentimientos, los pensamientos que se emiten de los textos, se va produciendo un efecto sonoro, que podría ser musical. Los músicos recogen esa textura y empiezan a dialogar y, al mismo tiempo, dialogo con lo que ellos me rebotan. De alguna manera hay algo en el ritmo, en la intensidad, que se va adaptando momento a momento en relación al diálogo».

La inquietud quedará flotando en la reflexión personal de cada espectador una vez concluido el show, seguramente conmocionado y tocado en su interior. Es imposible resultar indiferente, si comprendemos el poder que el ser humano ostenta sobre el cuerpo ajeno; no cómo algo metafórico, sino como una realidad tangible. Aquello que escuchamos y rechazamos ya somos nosotros mismos, porque la construcción de la memoria (en el sentido estricto de identidad colectiva) nos expone al ineludible examen de conciencia individual. Entonces, esa mirada introspectiva expone nuestras debilidades, en el preciso momento en que nuestro dedo acusador se alza para condenar ‘al otro’.

“El Territorio del Poder” abre el interrogante y nos cuestiona acerca de la domesticación impiadosa y salvaje, como forma de poder, llamando a una poderosa indagación sobre esta práctica atemporal. Está en el deseo y voluntad de cada ser humano obedecer o no esa orden; y existe la posibilidad, y también -porque no- la esperanza, de no repetir de generación en generación el mandato social que le fuera instaurado negativamente. Allí la obra adquiere una dimensión que la transporta al terreno del análisis social: el costado más sórdido de nuestra existencia es que damos por sentado, sin más cuestionarnos, la verdadera naturaleza del acto, tan simple como hablar para comunicarnos o matar para alimentarnos.

No caben dudas que a lo largo de los siglos el hombre ha torturado y creado la propia amenaza que representa para sí el futuro de la humanidad, tal como hoy la conocemos. Esta idea da cuenta de una punzante crítica a la humanidad en sus rasgos constitutivos, como seres de costumbre, naturalmente impuestos al castigo y a la vigilancia. Basta constatar el pensamiento vertido por los filósofos e intelectuales, en los que se basa conceptualmente el show, para entender a la sociedad a través de las manifestaciones culturales que han obligado a silenciar como método de dominación, evidenciando culpas y flaquezas que nos identifican a todos por igual.


Articulos recientes

Tambien te puede interesar

1 Comment

Leave a reply

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí