TEATRO: Reseña de ‘CONSENTIMIENTO’

Por Matias Vitali

Se festeja que el circuito comercial permita habitar en su cartelera teatral piezas como la que el teatro Maipo, de la mano de The Stage Company, trae desde Londres. Se trata de
“Consentimiento” de la célebre autora Nina Raine, una pieza que dialoga en el marco de la
conversación actual sobre la desigualdad de la mujer, pero que no peca de oportunista, pues
se estrenó originalmente poco antes del movimiento mundial #Metoo que hizo estallar la
agenda feminista. Una obra que por momentos es políticamente incorrecta y que expone
algunas cuestiones difíciles de escuchar para un público no acostumbrado a reflexionar sobre su temática.

Este aspecto se agradece en tiempos de exacerbada corrección política porque hay mucha
audacia en su planteo. Esta proeza puede ser percibida como algo positivo para una audiencia que gusta de sacar sus propias conclusiones y de responder internamente las preguntas que la obra hace, así como también puede ser percibida como demasiado tibia para un espectador que demanda que la obra asuma una postura y que la defienda. Este último no es el caso de Consentimiento, cuya dramaturgia gusta más de exponer dilemas y preguntas, más que intentar resolverlas. Y lo hace con mucha inteligencia pues logra hacer reír lo mismo que tensionar y emocionar.

La obra comienza con una inocente cena de amigos, la mayoría abogados, y no tarda la escena en comenzar a desnudar cómo se viven algunos procesos judiciales desde el interior de estas familias. Es incomodo ser testigos de como algo que puede ser muy traumatizante para la victima (como lo es una violación) se puede transformar, entre copas, marihuana y amigos, en algo tomado a la ligera, como un objeto de burla y ridiculización. Estos primeros
procedimientos ya marcan el tono y la capacidad de conmover e inquietar que tiene la obra. Lo que sigue va mucho más allá de su premisa inicial: Una mujer afirma haber sido violada, pero la defensa del acusado alega que hubo consentimiento en ese acto sexual. Entonces
comienzan los dilemas y pormenores del caso, mientras que, en paralelo, se va tejiendo el
entramado de dos matrimonios y sus amigos que caen en una red de trampas, engaños y
traiciones. La mujer ultrajada, víctima de su agresor, pero también del sistema judicial, tomará acción por cuenta propia en una escena que marcará por siempre a estos personajes y que determinará los acontecimientos del segundo acto, el más interesante y vertiginoso de la pieza y que profundiza la trama hacia lugares intrincados y complejos.

La obra se extiende por casi tres horas, entre representación e intervalo, pero es muy llevadera y no se transforma en un problema. La dramaturgia abre constantemente puertas y hacia el desenlace muchas terminan por cerrar y construir un sistema haciendo encajar las piezas, pero eso hace que algunas cuestiones (tal vez debido a un problema de adaptación) se perciban un poco confusas e inconsistentes. Sin embargo, destaca el texto por la brillantez con la que se ejecutan las escenas, por el ritmo que contiene y por cómo favorece a los intérpretes en la tarea de la encarnación del discurso. Por momentos, la magnífica lucidez de algunos textos se pierde entre velocidad y acción. En ocasiones uno se pregunta por qué los personajes piensan y reflexionan tantas cosas, por qué son poseedores de tanta inteligencia y elocuencia. Ahí se pierde un poco la voz de la dramaturgia entre las voces de los personajes. Pero en conjunto el texto es muy bueno.

Si la dramaturgia ya era lo suficientemente sólida la puesta en escena a cargo de Carla
Calabrese y Mela Lenoir resulta impecable. Es absolutamente destacable el trabajo estético, lo acertada que es la puesta desde lo visual, su escenografía creativa que encierra varias
metáforas, los vestuarios cuidados y funcionales y, sobre todo, el trabajo sobre el diseño de
luces. La mayoría de las veces, la iluminación en obras del circuito comercial tiene una función de espectacularidad y virtuosismo. Pocas veces uno se encuentra con estas genialidades donde la luz es también dramaturgia y complementa la narración. Estos aspectos estéticos corren por cuenta de Mela Lenoir.

Y si el texto y la puesta ya son muy buenos, lo que definitivamente caracteriza esta versión de Consentimiento es el excelente trabajo actoral. Es lo mas destacable, no falla nunca y los
actores y actrices logran llegar a estados profundos y salir de ellos con una facilidad admirable.

Es muy llamativo como una obra realista, con textos naturalistas y de marcada cotidianeidad, resulte tan “teatral” en su ejecución. Es como si la puesta defendiera todo el tiempo el arte escénico, con coreografiados y precisos cambios de escena en apenas segundos, juegos escenográficos y espaciales que se complejizan a la par de la historia y, sobre todo, con una fuerte impronta de trabajo corporal en los intérpretes, que nunca salen del registro. Logran estar siempre atravesados desde el cuerpo, emocionados, desbordados, pero sin perder naturalidad. Una maniobra difícil y astuta, un tono exacto que además es lo que permite que exista la comedia, en medio del caos dramático. Los y las que llevan adelante semejante trabajo son Diego Gentile, Mela Lenoir, la genial Iride Mockert, Daniela Pantano, Bruno Pedicone, Alejandra Perlusky y Sebastián Suñé.

En resumidas cuentas, el Maipo nos trae una propuesta diferente a su habitual programación, con un texto brillante y audaz, una puesta remarcable y una calidad interpretativa que hace que valga mucho la pena cada segundo que uno asiste a la historia de estos personajes irreverentes, presos de sus propias decisiones, jugadores ambiciosos del sistema judicial, que se valen de vacíos legales y morales para catalizar sus pasiones más animales. Un proceso que desnuda lo más urticante de la ley, y que nos recuerda que toda justicia, al fin de cuentas, está en manos de seres humanos. Humanos muchas veces corrompidos por un entramado social donde los mandatos pesan y destruyen. Una obra para pasarla genial, pensar un poco y debatir.

Dos funciones semanales: los sábados a las 20:30 y los domingos a las 19:30 horas. Teatro
Maipo.

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