TEATRO: Reseña de ‘LAS PERSIANAS TIENEN OJOS’

Por Matías Vitali

Los domingos a las 20:30 hs en el Método Kairós (El Salvador 4530. CABA) podemos disfrutar de Las persianas tienen ojos una obra de Luis Formaiano con dirección de Patricio Azor. Está basada en hechos reales y nos invita a reflexionar sobre una realidad todavía vigente y la importancia de las luchas sociales y políticas que se libraron en las últimas décadas. 

La historia gira en torno a Tony, un joven que es empujado a expresar su homosexualidad y que decide hacerse cargo de su deseo y enfrentar a su familia y al resto de la sociedad. A priori, esta premisa podría dar cuenta de un relato ya contado o una historia ya vista, y esto es cierto. Pero lo que hace particular a esta pieza es la época en la que se sitúa. Y esto es en la década de los setentas. Como podemos imaginar, la orientación sexual de Tony enciende todas las alarmas, desprecios, prejuicios y discriminaciones de la familia. El viaje de este joven en su camino de libertad será arduo, agotador y humillante. El costo de su libertad tiene un alto precio, y Tony irá hasta el fondo de la cuestión. 

La obra comienza con una situación desconcertante que plantea claramente el código de toda la pieza (que oscilará entre el distanciamiento del relato, y la vivencia orgánica). Dicha elección es una inteligente maniobra dramatúrgica, porque ese despiste inicial va construyendo una expectación creciente que nos hará ir involucrándonos cada vez más profundo en la historia, al punto de que eventualmente ya será inevitable acompañar las peripecias de Tony con empatía. Y eso es lo que busca la obra, que podamos sentir una pizca del dolor que atraviesa una persona con una orientación sexual distinta a la heteronormada. 

El nudo del relato ahonda en el pasado vulnerable de los personajes, va y viene desde el futuro hacia el pasado y el presente. Desnuda la apatía de una familia, la ignorancia y el descuido que hubo hacia ese Tony niño. Su desenlace es satisfactorio y construye una angustia de la cual es difícil escapar sin lágrimas en los ojos. 

La puesta en escena es acertada, destacándose el trabajo escenográfico. Uno de esos aciertos es la de no recurrir al costumbrismo de época para contar la historia, alejarse de cierto realismo. Hay algunas imprecisiones o elecciones que generan algo de interferencia en el relato, por ejemplo, cambios de vestuario in situ que se construyen con bastante anticipación, lo cual puede distraer por momentos y hacer perder el hilo. Pero salvo estos detalles todo funciona correctamente y se desarrolla con ritmo y fluidez. 

Las interpretaciones están más que a la altura del desafío. Hay momentos realmente perturbadores y de arrolladora energía. Algunas estridencias generan duda, pero hacia el final todos se alinean en una forma sutil, emocional y natural, que cautiva al espectador y lo conduce a la emoción y al aplauso estallado y duradero. 

Una obra que marca su diferencia testimoniando lo doloroso que puede ser aún hoy el proceso de expresar la orientación sexual a una familia, pero que sobre todo, expone lo difícil que era hacerlo por aquellos tiempos, no muy lejanos, por cierto. Esto ayuda a la reivindicación de derechos adquiridos en los últimos años y a la valorización de la creciente transformación social. Generaciones más jóvenes, tal vez no tengan real magnitud de cómo se vivía la homosexualidad por ese entonces, dado que vivieron su adolescencia en la era post matrimonio igualitario, o tuvieron la fortuna de nacer en una familia deconstruida. 

En la ficción de Las persianas tienen ojos el tiempo oscila entre el presente y el pasado. Y al mismo dialogo invita la obra en la vida real: A reflexionar sobre esa época y nuestra actualidad. Una realidad de mucho conquistado, pero de mucho por hacer aún. Una realidad de mayor apertura definitivamente, pero insuficiente. Una realidad que permite que esas familias aún existan y hagan daño. Recomendable propuesta escénica. 

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