Por Matias Vitali
“Dos amigos, unidos por la pasión de la caza, van a pasar un fin de semana a una cabaña en el lago Traful. Entre copas se cuentan la vida y, en el fondo, comparten más de lo que creen. Una venganza que se sirve muy fría, como el invierno de la Patagonia” reza la sinopsis de la nueva obra de Víctor Chacon y uno no sabe muy bien qué esperar, y lo que termina encontrando es una joya pulida del circuito under. En este momento se la puede ver los domingos a las 20.30 hs. en Nun Teatro Bar.
Como bien indica la mencionada sinopsis, es la historia de estos dos personajes que se
encierran en la cabaña para esperar el momento adecuado para salir a cazar. En la inmensidad de la nada y del frío salvaje y cruel, tal como las imágenes sensoriales del texto nos hacen sentir, se ubica la acción que transcurre primero con mucha normalidad, pero que se vuelve un relato casi cinematográfico por su espectacularidad y multiplicidad de recursos.
La obra posee un giro muy importante que no revelaremos, pero es un giro tan perfectamente construido que cuando llega lo hace con genuino asombro.
Es que toda la primera parte, la obra se ocupa de despistarnos, de plantar pistas, juega muy bien al misterio. El mismo se construye desde el instante en que uno ingresa a la sala y una luz no permite ver la llamativa escenografía que se intuye. Misterio que se refuerza, incluso, con la primera entrada de los personajes. Allí nuevamente la iluminación juega un rol muy importante para esta puesta que se caracteriza por construir climas que oscilan entre lo tétrico y lo desolado, tornándolo todo en un acto poético, sin perder ni un segundo la verosimilitud.
Dicho procedimiento se manifiesta en la utilización de los objetos, utilería super realista y
cotidiana pero que logra transformarse en elementos poetizantes del relato. Todo lo que está allí dentro de esa cabaña asfixiante es realista y extracotidiano a la vez. Un logro absoluto la propuesta estética de la obra que logra contar con claustrofobia lo atrapados que están estos dos personajes. Algo o alguien los caza, si no lo hace uno al otro, lo hace el pasado de cada uno.
Es excelente (repito: excelente) la interpretación de Lucas Ranzani y Miguel Ángel Vigna. La
dirección actoral se percibe, pues toda acción y gesto pareciera haber sido puesto bajo lupa, y elegido a consciencia. Todo funciona: la dramaturgia, los personajes, la puesta, la iluminación, la escenografía y vestuario, la música que sutilmente acompaña, todo.
El final, es exquisito. La meta teatralidad da sentido a toda la intertextualidad tejida a lo largo de todo el relato. El desconcierto, la irrealidad, y la ansiedad son algunos de los ingredientes que hacen posible contar esta historia del modo en el que se cuenta.
Más que recomendable pieza, que destaca por su propuesta visual en todos los sentidos y,
sobre todo, por su calidad actoral que hace que los interpretes sepan muy bien tirar de los
hilos que generan tensión, humor e impaciencia. Estos cazadores disparan con total acierto a los espectadores. ¡Ir!
