5/5/14
Por Fer Casals
Cuenta la voz en off que a principios de 1889 Friedrich Nietzsche al salir de su casa en Turín fue testigo de como un conductor de carro azotaba brutalmente a su caballo terco. Nietzsche detuvo la escena lanzando sus brazos alrededor del caballo y sollozando , y en los días que siguieron perdió lo que le quedaba de cordura. Sólo en ese incidente hay drama suficiente pero Béla Tarr impulsa el film en otra dirección. Y si bien la presencia de Nietzsche persiste en la película esta puede ser vista como una manifestación primero (y refutación luego) de sus ideas. Tarr escoge seguir al conductor y su caballo penosamente a través de los fuertes vientos, al más sombrío de los destinos.
El canto del cisne de Tarr se siente fuera de sintonía con los irónicos tiempos modernos de la narrativa actual pero permanece sorprendentemente poderoso en sus propios términos intransigentes . El mundo no se acabó en 1889, pero el apocalipsis personal documentado aquí podría ser el fin y el comienzo de todo.
El granjero y su hija viven en aislamiento en una cabaña, intercambian algunas palabras y nada de ternura, el único objetivo parece ser subsistir tranquilamente con patatas cocidas y brandy y sacar agua de un pozo. La mayor parte del diálogo le cae a un vecino (Mihály Kormos) que compra un poco de alcohol y se explaya acerca del envilecimiento del hombre en la tierra.
Desplegada durante seis días , el caballo de Turín se convierte , al igual que una gran cantidad de películas antes en una historia sobre la muerte, la decadencia, y la extinción de una forma de vida. Una existencia simple se vuelve desesperada, -o viceversa?-. La noción de Nietzsche de «voluntad de poder» llamativamente no se aplica aqui, Tarr filma su declive tangible, tan obvio como sus detalles: la quemadura en sus dedos al pelar el alimento caliente ; la pesadez del viejo caballo ; la agonía joven de la hija , el brazo derecho inútil; la vida se divide entre lo horrible y lo miserable decía Woody Allen, The Turin Horse tiene la abyecta belleza de mirar a través de una ventana a un mundo que cae lentamente, dia tras dia por el precipicio. Es lo que hay, es lo que somos.
9 de 10