CINE: Crítica de “MEJOR QUE NUNCA” Una para gustosos y culposos.

Por Lucas Manuel Rodriguez

En los albores de su cáncer terminal, Martha Walker (Diane Keaton) abandona sus citas de tratamiento y decide vender y rematar todas sus pertenencias para mudarse a la comunidad para retirados “Sun Springs”, localizada en las afueras de Phoenix, Arizona. En un comienzo rechaza toda invitación a clubes de convivencia y prefiere quedarse puertas adentro con la longeva televisiva ‘Los días de nuestras vidas’, pero, después de unos primeros acercamientos con su eventual amiga Sheryl (Jacki Weaver), se convence de iniciar un equipo de porristas –su viejo pasatiempo- integrado por las mujeres residentes entradas en la Tercera Edad.

Para completar lo dicho, el equipo de Martha no pasará por debajo del radar de las porristas más jóvenes del barrio privado, marcando así una brecha generacional con adolescentes y futuras egresadas de preparatoria que automáticamente se convierten en sus principales rivales y confrontan a un grupo de veteranas hollywoodenses carismáticas que incluye a figuras como: Pam Grier, la gloriosa fémina del “blaxploitation”, muy recordada por –el hasta ahora mejor trabajo de Quentin Tarantino- Jackie Brown; y, una muy glorificada y usurpadora legítima de buenos chistes, Rhea Perlman, también conocida como “la mamá de Matilda”.

Como todos sabemos, este tipo de películas no suele tener la intención de reivindicar al cine en términos artísticos, técnicos o hasta performativos, y el caso de ‘Mejor que nunca’ no es la excepción. No hay conflictos en esta fábula que se eximan de resoluciones facilistas. Aunque tiene elementos enunciativamente bien ejecutados, se anticipa con mucha distancia la intención de hacerlos aparecer sin ningún tipo de destreza significativo; en otras palabras, es una exhibicionista de habilidades narrativas que, considerando los temas abordados, carece de peso trágico –a no confundir con el típico llanto gratuito fácilmente reconocible en obras débiles-. Para citar un ejemplo que no destripe el argumento: en la presentación de la ya mencionada Pam Grier, esta se jacta de ser una ávida bailarina de Tango, hace una breve demostración y esto nunca es aplicado en las coreografías realizadas por las protagonistas, dejando a Grier en un plano –desaprovechada, innecesaria e injustamente- menor.

¿Quiere decir lo anteriormente destacado que no hay entendimiento y valor cinematográfico en el film en cuestión? Probablemente. ¿Importa? Probablemente no. Sí, le falta pulso, eso no es discutible en una argumentación pertinente, pero tampoco anula el disfrute de ver –otra vez- a Diane Keaton acompañada por colegas coetáneas en una práctica como esta: plagada de clichés y cotidianidades un tanto torpes, como también de amabilidad y comicidad lúcidas, con una –reiteramos- Rhea Perlman que de la nada brilla en cada segundo.

6 de 10


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